La llegada de Carlos Bacca al equipo de Fran Escribá ha supuesto un aumento de autoestima considerable en todo el entorno amarillo, tras una pretemporada bastante discreta en cuanto a juego y resultados. Lo cierto es que la llegada de futbolistas colombianos no ha sido sinónimo de éxito al conjunto amarillo teniendo en cuenta los tres precedentes anteriores. El primero de ellos fue Edison Guido Mafla, que llegó en el mercado invernal de la temporada 1997/98 procedente del Deportivo Calí. Tuvo una participación residual debido a diversos problemas físicos, que sólo le permitió disputar 15 minutos en un partido frente al Levante, durante una segunda vuelta mágica que desembocó en el primer ascenso del Villarreal curiosamente en el primer año de Fernando Roig al frente de la entidad amarilla.

El siguiente fue Cristian Zapata, el central procedente del Udinese llegó a la disciplina amarilla a cambio de unos 7 millones de euros. A pesar de ser uno de los mejores defensas de Italia, no logró adaptarse a pesar de jugar 28 partidos y tras el descenso del Submarino se marchó cedido al Milán. El último futbolista cafetero en jugar en el Estadio de la Cerámica fue Santos Borré la temporada pasada, este joven delantero llegó en forma de préstamo procedente del Atlético de Madrid para cubrir la lesión por larga duración de Roberto Soldado. Su participación fue muy escasa, debido a una juventud que no le permitió demostrar toda la calidad que había demostrado en su país anteriormente.

Así pues, Carlos Bacca a partir del encuentro de mañana en el Ciudad de Valencia ante el Levante, tiene el desafío de volver a mostrar su gran nivel desarrollado en el Sevilla y romper con la nefasta estadística que han tenido los jugadores colombianos en el Villarreal. De hecho, teniendo en cuenta las palabras de Escribá, es muy probable que empiece siendo titular.