El misterio del pueblo de los dogones y la estrella de Sirio
La tribu de los dogones de Mali y el misterio de Sirio

El pueblo de los dogones, o tribu dogón, habita en el centro de la República de Malí, un país africano situado entre Mauritania, Argelia y Níger, en la frontera del Sahara con las sabanas del África occidental y cerca del río Níger.

Su cultura y sus tradiciones religiosas son clasificadas como ancestrales, conservando vistosos bailes con unas máscaras espectaculares, al igual que sus técnicas de escultura y arquitectura, igualmente peculiares.

Una de esas tradiciones habla de unos dioses anfibios, a quienes llaman "Nommo", que llegaron en un pasado remoto a aquellas tierras desde el cielo en lo que parecían unos barcos voladores…

Algunos investigadores han creído ver en estas historias la mejor prueba de las visitas de seres de otros planetas en la Antigüedad, basándose en la cosmogonía de dicha tribu.

Tribu de los dogones / Fuente: Public Domain
Tribu de los dogones / Fuente: Public Domain

Resulta que, a principios del siglo XX, los antropólogos Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, que visitaron aquellas tierras y estuvieron estudiando la cultura de los dogones, descubrieron que conocían la existencia de la estrella Sirio B, la compañera de Sirio (la estrella más brillante de nuestro firmamento), invisible al ojo humano. ¿Cómo era posible esto?

Además, eran capaces de identificar a Sirio B como una estrella muy pesada —es una enana blanca—, y explicaban que todo aquel conocimiento se remontaba a cientos de generaciones en el pasado, quienes se las habrían ido transmitiendo de forma oral.

Todo esto llevó a Robert K.Temple, un escritor anglo-americano, a proponer en su libro El misterio de Sirio (1976), que la cultura dogón había sido fundada por ciertos visitantes de ese sistema estelar en un pasado remoto, y que éstos seres se parecerían "un poco a las sirenas y los tritones". Según el investigador y escritor Juan José Benítez, dicho encuentro entre los extraterrestres y los dogones tuvo lugar hace unos mil años.

El caso es que esta increíble historia de los dogones y de su cosmogonía ligada a la estrella Sirio cautivó no solo a aquellos que eran habituales buscadores de extraterrestres en la Antigüedad, sino también a algunos científicos serios, como el astrofísico Carl Sagan, quien apuntó en su libro El cerebro de Broca (1974) que los conocimientos de esta tribu de Mali parecían ser la prueba más seria en favor de "un antiguo contacto con alguna civilización extraterrestre avanzada".

Lo dicho por Sagan, un reputado científico, dejó una puerta abierta a todos aquellos que querían creer en esta historia, y que influenciaría a Robert K. Temple a exponer su hipótesis sobre aquellos visitantes del pasado.

Lo cierto es que, aunque Sagan dijo aquello, también añadió que solo se contaba con testimonios orales que no se remontaban más allá de los años treinta del siglo pasado, siendo este hecho obviado por aquellos que ansiaban poder estar ante la mayor prueba de contactos entre humanos y seres interplanetarios en épocas pretéritas. Sagan también añadió que todo esto podía tratarse de un ejemplo de contaminación cultural. Ya sé lo que estáis pensando… Sí, esto también fue silenciado por el bando de los creyentes.

El origen del misterio

Para dar con el origen de esta historia hay que remontarse al año 1950, cuando los antropólogos franceses anteriormente citados, Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, publicaron un artículo en el que explicaban que, gracias a sus investigaciones y a la convivencia con esta tribu, los mitos dogón sobre la creación del mundo giraban alrededor de Sirio A y a su pequeña compañera, Sirio B.

El caso es que Sirio B se descubrió a mediados del siglo XIX y es totalmente invisible sin la utilización de un telescopio, instrumento que la tribu de los dogones desconocían, como pueden imaginar. Además, sabían que Sirio B era muy pesada y que tardaba unos 50 años en completar una órbita alrededor de su estrella hermana.

¿Cómo podían saber tanto sobre Sirio B los dogones si no tenían la posibilidad de poder verla únicamente con sus ojos?

Ante esta y otras preguntas, tanto Griaule y Dieterlen no se pronunciaron. Es entonces cuando el lingüista y escritor Robert K. Temple (antes citado), que recogió de una manera sesgada las palabras de Carl Sagan, abogó en 1976 porque aquellos conocimientos fueron traídos a la Tierra por una especie de "hombres-peces" de Sirio… idea que recogerán otros autores.

Sin embargo, la explicación a aquellos extraordinarios conocimientos astronómicos de esta tribu africana no requiere de la existencia de extraterrestres. La cosa es más humana, como van a ver.

Lo que los dogones saben sobre Sirio no va más allá de lo que se sabía en la época en que Griaule convivió con ellos, incluidas falsas ideas como que Sirio B es la estrella más pesada del universo. En 1991 los dogones confesaron al antropólogo Walter Van Beek que todo lo que sabían realmente de Sirio B se lo había contado Griaule, quien era un aficionado a la astronomía. Como Sagan ya apuntó en 1974, se trató, efectivamente, de un caso de contaminación cultural.

No será el único caso de contaminación cultural protagonizado por la tribu de los dogones, pues no solo absorbieron de Occidente el conocimiento de la existencia de Sirio B. El escritor navarro Pablo Zapata, un apasionado de los cuentos, escuchó durante un viaje a Mali en 2003 una maravillosa fábula que un anciano dogón le estaba contando a un niño.

Zapata, tras escuchar detenidamente aquel cuento, identificó el relato como una versión de un cuento de El conde Lucanor, la obra de Don Juan Manuel (1282-1348). Aquella versión se había transmitido oralmente en Mali de generación en generación desde que llegó de Europa no se sabe bien cuándo.

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