La Marcha de las Mujeres
LaMarcha de las Mujeres a Versalles el 5 de octubre de 1789. Biblioteca Nacionalde Francia (PD).

Las mujeres tuvieron un papel muy destacado durante toda la Revolución francesa,  iniciada en julio de 1789. Fueron muchas las que participaron en el episodio inicial de la Toma de la Bastilla e hicieron suya la proclama de la lucha por la defensa de la igualdad de derechos para el pueblo llano, y por la libertad, fraternidad y legalidad en el seno de todo el estado francés.

Uno de los episodios revolucionarios iniciales (en octubre, apenas unos meses después de julio) tuvo como protagonistas casi exclusivas a las mujeres parisinas, por lo que terminó siendo conocido como la “Marcha de las Mujeres” (Journées des octubre, «Días de octubre», en Francia). Fue un  motín iniciado en los mercados de París, con tintes de lo que se ha dado en llamar en historia Motines de Subsistencia, y en los que se engloba muchas veces a la propia Revolución francesa. Aquella mañana del 5 de octubre, las mujeres parisinas protestaron por la subida de los precios del pan que, además, escaseaba cada vez más en los mercados y en las mesas de sus casas. Pero aquello no iba a terminar siendo un simple “motín”.

Vanguardia de la Marcha de las Mujeres a Versalles. Biblioteca Nacional de Francia (PD).
Vanguardia de la Marcha de las Mujeres a Versalles. Biblioteca Nacional de Francia (PD).

Sabiendo las mujeres que el rey y los diputados de la Asamblea Nacional Constituyente se habían alejado de la tumultuosa París para alojarse en la tranquilidad del Palacio real de Versalles (protegidos por la Guardia de Corps y el Regimiento de Flandes, afín al poder real y contrario a las reformas), tomaron la decisión de ir a reclamar el pan allí donde se encontraba el poder de Francia, a Versalles. De nada sirvieron los iniciales esfuerzos de los diputados revolucionarios que habían aprobado en agosto la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (también se modificaron algunos decretos rebajando los privilegios de la nobleza, pero el derecho del veto del rey no se anuló), porque esos derechos aún no se habían materializado en mejoras para los ciudadanos y el clima de crispación había encarecido desorbitantemente los productos de primera necesidad. 

«Falta el pan en París, decían con su acento brutal, vamos a buscar el “panadero” a Versalles.»

 Aunque no se trató de un hecho aislado (fueron muchas las manifestaciones registradas en todo París y alrededores entre los meses de julio y octubre), sí que fue decisivo. Se inicia, como decía antes, con una protesta de mujeres en el mercado de la Halle que pronto se vuelve multitudinaria al unirse mujeres de otros puntos de París, como el barrio artesanal de san Antonio, alertadas por un toque a rebato de las campanas de las iglesias próximas. Cuando la multitud llega frente al Ayuntamiento, ya no solo son mujeres, algunas armadas con cuchillos y picas, sino que hay hombres y jóvenes, incluso niños, reclamando pan y revolución. No bastaban las promesas de abrir los almacenes municipales, exigían garantías de un cambio en la política de abastecimiento y una aceptación de las reformas revolucionarias. No están claras las cifras de personas que se concentran en estos momentos pero, según las fuentes que se consulten, oscilan entre las 5000 y las 10000 personas. Y aunque algunas crónicas dijeron posteriormente que hubo hombres disfrazados de mujeres (no está claro que fuese así), en todo caso, una gran mayoría eran mujeres. 

Porque las mujeres estuvieron presentes en muchos episodios en la Revolución francesa y no solo como protagonistas de Motines de Subsistencia. También organizaron Clubes de Mujeres (como la Sociedad Patriótica y de Beneficencia de las Amigas de la Verdad, o el pro-Jacobino de las Republicanas Revolucionarias), fueron agitadoras que arengaban a los hombres a unirse a la sublevación, dieron comienzo muchas veces a las manifestaciones y revueltas, y permanecieron armadas, y codo con codo con los hombres, en las trincheras de París.

La Libertad guiando al Pueblo (1830), por Eugène Delacroix.  Museo del Louvre de París (PD).
La Libertad guiando al Pueblo (1830), por Eugène Delacroix. Museo del Louvre de París (PD).

Las mujeres defendieron la Revolución como si fuesen una sola Marianne, la encarnación de la madre Francia que lleva a sus hijos hacia la libertad. Así quedo retratado en uno de los cuadros más famosos del mundo, La Libertad guiando al Pueblo (1830), del francés Eugène Delacroix (1798-1863). El inicio del fin del mundo del Antiguo Régimen tuvo un importante color femenino.

En todos los episodios revolucionarios (en 1789, 1792, en 1793, en 1795) y durante todos los momentos de la Francia convulsa de la Revolución, la Convención y el Directorio, las mujeres actuaron con el mismo ahínco que los ciudadanos masculinos. Pero son ellos los que acabaron capitalizando todos los esfuerzos y a las mujeres se les prohibió, simplemente, formar parte de la Asamblea Nacional y de tomar cualquier tipo de decisión política.  Los Clubes de Mujeres fueron clausurados y mujeres de la talla de Olympe de Gouges (1748-1793), autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, o la escritora, política e influyente girondina Madame Manon Roland (1754-1793), fueron guillotinadas.

La Marcha de las Mujeres a Versalles el 5 y 6 de octubre de 1789. Museo de Historia de la República Francesa (PD).
La Marcha de las Mujeres a Versalles el 5 y 6 de octubre de 1789. Museo de Historia de la República Francesa (PD).

Pero aquel 5 de octubre de 1789, las mujeres llevaron a una turba enfurecida hasta el mismísimo Palacio de Versalles, recogiendo en el camino a muchos más ciudadanos y ciudadanas que se sumaban a la marcha (también más armas y hasta cañones). Se unieron hombres de toda condición, incluidos militares de la Guardia Nacional (lo que obligó al marqués de La Fayette, su comandante en jefe, a colocarse al frente de la marcha) quienes, además de por otras razones, rechazaban abiertamente a los extranjeros del Regimiento de Flandes que protegían al rey en Versalles. Todos ellos recorrieron a pie, y pese a la lluvia, los 21 kilómetros que los separaban de París. 

El marqués de La Fayette en el balcón del palacio de Versalles, besa la mano a María Antonieta frente al pueblo (PD).
El marqués de La Fayette en el balcón del palacio de Versalles, besa la mano a María Antonieta frente al pueblo (PD).

Al llegar frente al balcón del Palacio las peticiones de la multitud se habían hecho más largas, pero básicamente seguían centradas en el problema del abastecimiento y en una petición que surgió, quizá, entre las filas de los revolucionarios unidos a la marcha: era necesario que el rey, «le bon papa», volviera a París.

Personajes como el Conde de Mirabeau (1749-1791) o, en mayor medida, un casi desconocido todavía Maximilien Robespierre (1758-1794), además de la labor conciliadora del marques de La Fayette, consiguieron rebajar la tensión y hablar con las mujeres que encabezaban la marcha. Seis de ellas llegaron a hablar con el rey, Luis XVI. Convencido el monarca, prometió cumplir con las peticiones femeninas de abastecimiento de pan, pero no todo el mundo estaba satisfecho y se produjo el temido asalto al Palacio. Fue la intervención de nuevo del marqués de La Fayette (1757-1834) al frente de los soldados de la Guardia Nacional (incluidos los sublevados, que temían una masacre tras las primeras muertes), los que consiguieron calmar el asalto y convencer al rey para que saliese al balcón a hablar a la muchedumbre, que según algunas crónicas, a estas alturas se había podido multiplicar por cinco. 

Luis XVI Entrando en París, 6 de octubre de 1789, por Jacques François Joseph Swebach (1769-1823), Museo Metropolitano de Arte (PD).
Luis XVI Entrando en París, 6 de octubre de 1789, por Jacques François Joseph Swebach (1769-1823), Museo Metropolitano de Arte (PD).

Por la tarde del día 6 de octubre, el rey, su familia y un grupo de unos cien diputados de la Asamblea Nacional, volvieron al Palacio de la Tullerías de París escoltados por la Guardia Nacional de La Fayette y el numeroso séquito de descontentos que habían seguido al grupo de “verduleras”, mujeres del mercado de París, “las más viles de las mujeres”, como fueron calificadas en algunas crónicas, que habían conseguido cambiar las cosas con su protesta.

Pese a que muchas veces se ha tratado de oscurecer este episodio afirmando que se ha exaltado en demasía, lo cierto es que la “Marcha de las Mujeres” de Versalles propinó un nefasto golpe de efecto sobre las aspiraciones monárquicas de revertir los cambios revolucionarios, propiciando con ello que la Revolución francesa iniciada en julio no se apagara. Lo demás, es ya otra historia.

AlmaLeonorLP

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