Enheduanna, la eterna creadora
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Enheduanna, hija de Sargón y de la reina Tashlulutum, asoma su alma al cielo en un templo de Ur, cercano a lo que hoy es el Golfo Pérsico. En la noche de los tiempos de las civilizaciones sumerias y acadias, sus ojos hacia el firmamento, en sus pensamientos la sabiduría, las primeras incursiones de la imaginación y en su corazón las primeras proyecciones de la metáfora, el vaporoso vestido del verso y la sonoridad de la rima.

Foto: ermitiella.blogspot.com.es
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De no ser por los miles de años transcurridos no sería muy complicado imaginarse a esta mujer contemplando el cielo desde una ventana, un cielo nocturno espolvoreado de estrellas que le hablan. No sería muy difícil comprender su capacidad voladora, la gloria de su fluida conversación con ellas, la de la primera literatura a 'vuelaimaginación’ -vuelapluma- cuneiforme. El primer cohete de la humanidad, que tras marcharse por esa ventana al mundo, sobrevoló el universo y regresó con una o mil historias.

El primer poema firmado

Foto: ermitiella.blogspot.com.es
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Decía esta gran mujer: "Escribir es 'como parir, dar nacimiento, concebir el mundo", y ciertamente Enheduanna dio a luz un vasto y bellísimo universo. El que expresó la princesa acadia en cuyas sílabas de su nombre residen gran parte del sentido de su existencia: "EN" quiere decir alta sacerdotisa, "HEDU" ornamento y "ANNA", significa Cielo. De su vuelapluma surgió el primer poema de la historia del que quedó constancia de su autoría con su firma. Por ello se la considera la gran precursora de la literatura, la poesía, pero es que además Enheduanna fue sin ningún género de duda un personaje absolutamente fascinante.

Máximo exponente de igualdad

Su padre, Sargón I el Grande de Akkad, fue fundador del primer gran imperio histórico, quien unificó las distintas ciudades-estado sumerias bajo su mando. Para ello entre otras muchas decisiones revolucionarias eligió a su hija como suma sacerdotisa del dios sumerio de la luna Nannar en Ur -actual Irak-. Sargón que conocía de primera mano la sobrada capacidad de Enheduanna, iniciada en los Misterios, en las Escuelas Sacerdotales, no tuvo la más mínima duda sobre ella y consiguió con aquella decisión controlar el poder sacerdotal. La citada tradición se prolongó por más de 500 años, pero nadie pudo igualar la huella que esta mujer dejó en la historia. Su forma de gobernar marcó la pauta en sus tres roles para muchos siglos posteriores, constituyendo el máximo exponente de la educación femenina en la antigua Mesopotamia, especialmente en lo referente a sus reinas y las clases privilegiadas, a la libertad, cultura, derechos e igualdad de la mujer ante el hombre de la época.

Teóloga, astrónoma, matemática

Foto: scienceblogs.com
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Hace 4300 años Enheduanna desempeñó un papel fundamental en la evolución tanto de la astronomía como de las matemáticas. Siendo la responsable de dictar de las leyes en Babilonia, fomentó la proliferación de observatorios astronómicos por todos los templos y el estudio de las ciencias matemáticas. Enamorada del cielo aquella fascinación que generaba en ella las estrellas permitió la elaboración de los primeros mapas estelares, los movimientos celestes y el primer calendario religioso. Rindió culto en Descenso a los Infiernos a la Diosa Inanna, que se convirtió en el tema fundamental de su obra, asociada e identificada con el planeta Venus, dadora de vida, diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Sincretizada por los acadios con la diosa Isthar y posteriormente con la diosa griega Afrodita y la Astarté fenicia. Por tanto en la pluma y aquellas líneas de escritura cuneiforme se pueden encontrar los primeros textos teológicos de la historia de la humanidad.

Primera cronista de la historia

Nacida hacia el 2354 a. C. y desde el fondo de la historia emerge su inmensa figura inspirada en todo momento por lo que observaba en las estrellas, muy particularmente en la ya citada figura de Innana, sobre la que volcó en sus composiciones, sus escritos, la descripción metafórica de sus sufrimientos ante la pérdida de su belleza y su envejecimiento. También la experiencia vital de una grandiosa mujer que ostentó el poder con gran valentía, cultura y un componente importante de sufrimiento durante una época especialmente convulsa. Esta circunstancia quedó reflejada perfectamente en el siguiente verso:

"Yo, la que alguna vez se sentó triunfante

fui arrojada del santuario,

como una golondrina (Lugalanne) me hizo volar por las ventanas,

y mi vida se fue consumiendo.

El me hizo caminar sobre las breñas al borde del desierto

Me arrancó la corona

y me dio daga y espada: 'Esto es para tí', me dijo".

En él la prominente mujer dejó testimonio de su confrontación con Lugalzzagesi, que tras apoderarse de gran parte del país, se proclamó “señor de Su’hi” del templo de Nanna y acabó enviándola al destierro. Posteriormente regresó triunfante acompañando al ejército de Sargón, presenciando el horrible castigo al que fue sometido el "usurpador" castrado, cegado, y colgado en una jaula de las murallas de Nippur.

Con sus ojos soñadores proyectándose al inmenso celeste, bajo el brillo de Venus alumbró la poesía, pero también la dolorosa realidad de unos hechos que la marcaron profundamente. Enheduanna se convirtió en la primera cronista de la historia; narró los acontecimientos más impactantes que marcaron el devenir de la historia de su pueblo durante su existencia, como el asesinato de varios miembros de su familia sucesores de su padre en el trono; así como un terremoto que sepultó el reino, al comienzo del reinado de su sobrino Naram-Sin, hijo de Manishtusu y el segundo gran rey de la dinastía de Akkad.

Enheduanna, eterna creadora

Foto: Copyright University of Pennsylvania Museum.
Foto: Copyright University of Pennsylvania Museum.

Todo estudio biográfico emprendido en derredor de su figura acaba siempre quedándose corto respecto a su enorme grandeza. De hecho en sus 42 poemas o himnos dirigidos a templos de todo Sumer y Acad incluyendo Eridu, Sippar y Esnunna, en la repetición de la palabras se percibe que fueron creados, concebidos para conectar con la divinidad como una composición no solo literaria, sino incluso como un canto, por lo tanto ante una incipiente creación musical.

Constancia arqueológica

A diferencia de otros grandes personajes cuya existencia se difumina entre la historia y un claro componente mítico, legendario, la de Enheduanna queda absolutamente certificada por yacimientos y descubrimientos arqueológicos. Como las 37 tablas de arcilla halladas en los complejos palaciegos y templarios de las ciudades de Ur y Nippur, datadas unos dos siglos después de su muerte que denotan la enorme huella que dejó en su civilización. Como aquel disco de calcita hallado en 1927 en la zona más secreta del templo de Nanna en Ur en el que se representa a Enheduanna, hoy exhibido y recuperado como parte de la colección del Museo Univeristy de Filadelfia. Una pieza en cuyo anverso se puede leer una frase suya: “Rey mío, algo se ha creado que nadie ha creado antes”. Pues al nacer esta mujer se creó posiblemente algo que nadie había creado con anterioridad.

Nadie como ella, creadora de vida, espiritualidad, poesía, sensualidad, sabiduría, música, sonoridad, crónica, teología, astronomía, ciencia y por encima de todo prácticamente nadie en la historia con tanta capacidad para soñar y crear mirando a las estrellas.

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