La (no) revolución sexual de los años 60
Miss America Protest (1968)/ Alix Kates Shulman

Hablar del cambio social de los años sesenta conlleva, a menudo, evocar años de rebeldía, excentricismo y transgresión. Durante estos años en Estados Unidos, los hijos e hijas del gran sueño americano comenzaron a cuestionarse el estilo de vida estático y materialista de sus progenitores, que habían consolidado su estado de bienestar a costa de la explotación de otros países. Los jóvenes del baby boom abrazaron el rock and roll, el cine sin censura y las drogas recreativas. En España, este cambio de paradigma empieza a fraguarse durante la Transición, y se consolida en movimientos contraculturales como la resonada Movida Madrileña.

De la mano de este reclamo de vitalidad y rechazo al puritanismo, llegó la revolución sexual, que desafiaba las relaciones personales normativas y reivindicaba nuevas formas de sexualidad. Y aunque este distanciamiento de los códigos tradicionales de conducta quitó hierro a las relaciones premaritales e incluso polígamas, bien es cierto que disfrazaba un claro carácter patriarcal.

En la cultura popular, la idea de libertad y empoderamiento sexual de la mujer se concebía en ser la joven amante de un hombre casado. Estas eran elegidas entre el montón por ser diferentes a sus esposas, un efecto que parecía “liberar” a la mujer del rol mustio y mohíno que las encierra inevitablemente cuando envejecen. “Mi esposa no me comprende, tú sí que eres maravillosa”.

Shulamith Firestone habla de este fenómeno como la personalización sexual de la mujer, donde esta pierde la perspectiva de su identidad para formar parte de un grupo en función de sus atributos físicos. Es solo a través de la mirada masculina cuando recupera su individualidad. “Tú eres diferente al resto”.

Durante estos años en Estados Unidos proliferaron artistas y escritores que rápidamente se hicieron eco gracias a su tratamiento desmedido de la sexualidad, pero al margen del género femenino. Así, surgieron obras rompedoras como la de Henry Miller, a menudo objeto de censuras y fuertes críticas. El novelista estadounidense relata en sus novelas las aventuras de Val, su alter ego, con la esposa de su amigo. Una trama sin mucha transcendencia si no fuese por la reproducción constante del rol de mujer pasiva y frágil, objeto de conquista, cuya humillación resulta excitante para el protagonista. Él mismo se describe en sus obras como un ser dotado de toda la virilidad y potencia sexual posible. Esta tiranía le valió, sin embargo, para convertirse en uno de los referentes de la Generación Beat.

La sexualidad se convirtió en una forma de realización. Las revistas y periódicos vertían avalanchas de artículos ofreciendo “Cincuenta y ocho maneras de hacer que tu matrimonio sea más estimulante” y similares. Psiquiatras y psicólogos publicaban constantemente libros con técnicas de asesoramiento para una mayor plenitud sexual. A menudo, las orientaciones de estos profesionales se enfocaban en el disfrute del varón, emitiendo presunciones como que el disfrute a través del clítoris es infantil y que es a través de la penetración vaginal cuando una se realiza como mujer.

El informe Hite (1976), que analizó y desvinculó la sexualidad femenina como respuesta a la masculina, fue determinante en este sentido. A través de encuestas a grupos de mujeres, la sexóloga alemana desmontó prejuicios sobre la masturbación, como que solo lleva a orgasmos de forma irregular o que se ejercita para suplir relaciones con hombres. Puso sobre la mesa el error de concepción de la sexualidad en la cultura popular, que se centraba más en qué deben sentir que en lo que realmente sienten las mujeres.

Shere Hite / Papers of Shere Hite, Schlesinger Library
Shere Hite / Papers of Shere Hite, Schlesinger Library

En este informe, la mayoría de las mujeres encuestadas confesaban haberse sentido culpables al darse placer a ellas mismas: “Después de haber leído los testimonios de las mujeres en este informe empecé a comprender que en mí no había nada irregular, que lo irregular o erróneo era realmente la información a la que había tenido acceso, mediante escritos o verbalmente, elaborada en la mayor parte de los casos por médicos y psiquiatras varones”. Progresivamente, se fue desvinculando la sexualidad de la maternidad y se vence al argumento de que el impulso sexual de la mujer es fundamentalmente para fines reproductivos. Sin embargo, aún estaba lejos de desasirse del mercado.

Marta Sánchez en la portada de Interviú
Marta Sánchez en la portada de Interviú

Así, proliferaron productos que trataban a la mujer como un objeto sexual o de consumo, disfrazados de progresismo y simpática picardía. Esto se hizo palpable en revistas como Playboy y Penthouse, pero también en otras que mezclaban temas de actualidad con mujeres desnudas, como la revista española Interviú. “Pronto logré hacerme un profesional de la mujer porque le puse folio a desnudos anónimos”, dijo recientemente Ángel Antonio Herrera, periodista del magazine. Es incorrecto hablar de un movimiento o una revolución cuando se no apoya en ambos sexos. Y aunque la revuelta sexual de los sesenta favoreció una actitud más abierta y menos sexista hacia estas relaciones, a menudo  se llena de contradicciones. Según Firestone, esta “revolución” había triunfado dentro de un sistema organizado alrededor de la familia patriarcal nuclear.

 

*Este artículo ha tomado como referencia principal el ensayo de Ana de Miguel Álvarez, "La revolución sexual de los sesenta: una reflexión crítica de su deriva patriarcal".

VAVEL Logo