El romanticismo de Juan de Astorga
Dolorosa de Capuchinos (1812-1815)  Foto: Gente de Paz

El movimiento romántico aparece en la etapa histórica que conecta la sociedad absolutista del siglo XVIII con una incipiente clase social fruto de las revoluciones burguesas que se extendían por Europa en la primera mitad del XIX, principalmente, en Alemania e Inglaterra. El puente entre épocas sirvió para revalorizar aspectos como el individualismo, la libertad, la personalidad y los sentimientos, convirtiéndose en el principal contrapunto de la teoría del racionalismo ilustrado y el movimiento neoclásico.

En España, la escuela romántica se nutrió de unas circunstancias sociopolíticas muy particulares durante el primer decalustro del siglo XIX. La guerra contra Inglaterra de 1805, la guerra de los Cien Mil Hijos de San Luís en 1823 contra Francia, las sublevaciones de los países sudamericanos a partir de 1808 o la Guerra Civil Carlista que se extendió desde 1833 a 1840.

Entre todas estas cuestiones, destacamos la invasión del territorio español por las tropas napoleónicas desde 1808 a 1814, produciéndose la Guerra de la Independencia, siendo esta la primera guerra romántica de la historia, organizada y desarrollada por el pueblo, despertando en la ciudadanía un gran sentimiento de patriotismo y libertad que, a su vez, sirvieron para proclamar la primera Constitución Española de 1812 en Cádiz.

En este contexto histórico y social se enmarca la figura Juan de Astorga Cubero, nacido en 1779 en Archidona (Málaga) siendo uno de los escultores de arte religioso más representativos de la primera mitad del XIX, iniciándose desde muy joven en el arte de la gubia en Sevilla, ciudad barroca por excelencia.

Astorga, como se le conoce popularmente dentro del mundo de la imaginería, perfeccionó su formación en la Real Escuela de las Tres Nobles Artes de la capital Hispalense, convirtiéndose en 1810 en profesor de la misma y, años más tarde, en 1825 en director de escultura. Igualmente, tuvo un gran papel en la gestión patrimonial de la ciudad, especialmente, en lo que se refiere a la dirección del Museo de Bellas Artes.

Virgen de la Presentación Hdad. Calvario (1834-1839)  Foto: Hermadaddelcalvario
Virgen de la Presentación Hdad. Calvario (1834-1839) Foto: Hermadaddelcalvario

La obra de Juan de Astorga se ve claramente influenciada por dos aspectos esenciales. De un lado, su formación neoclásica y académica de la mano de grandes escultores como Cristóbal Ramos y Blas Molner, traduciéndose en el desarrollo de unas líneas de exquisita y serena belleza propias de la aristocracia imperante de la época, a la vez que, introduce nuevos elementos propios del movimiento romántico: la expresividad.

En el otro extremo, la invasión francesa en 1810 acabó con la destrucción y/o desaparición de un gran número de imágenes de carácter sacro, lo que motivó el aumento de trabajo para sustituir dicho patrimonio a partir de 1815.

De entre su amplia producción, destacan especialmente las imágenes marianas, a las cuales supo impregnar de una refinada belleza juvenil y rasgos delicados, escenificando mejor que nadie el dolor y la dulzura de la imaginería religiosa. De entre sus obras y/o atribuciones más importantes que se conservan en la capital andaluza, se destaca la dolorosa del Buen Fin de la Hdad. de la lanzada (1810), la Esperanza Trinitaria (1820), la Virgen de la Angustia de los Estudiantes (1817), la Virgen de la Presentación de la Hdad. del Calvario (1834-1839), el Cristo de la Providencia (1818) o las imágenes secundarias del Duelo en el Santo Entierro (1829) del que llegó a ser miembro de su junta de gobierno.

María Magdalena (1829) Hdad. Santo Entierro  Foto: WebRafaes
María Magdalena (1829) Hdad. Santo Entierro Foto: WebRafaes

Igualmente, sería necesario señalar una de sus obras más desconocidas como es la Dolorosa de Capuchinos (1812-1815) y, aunque no existan documentos que certifiquen su autoría, sus elegantes rasgos románticos propios del artista casi no dejan lugar a dudas.

Juan de Astorga murió en Sevilla el 11 de septiembre de 1849 a la edad de setenta años, recibiendo sepultura en el desaparecido cementerio municipal de San Sebastián.

El legado artístico de Juan de Astorga lo continua su segundo hijo, Gabriel de Astorga Miranda, nacido en la ciudad de Sevilla en el año de 1804. Con una formación especializada en restauración e imaginería, ingresó en 1827 en la Real Escuela de las Tres Nobles Artes, convirtiéndose en un imaginero cuya producción, aunque alejada de los cánones de belleza juvenil y serena impuestos por su padre, tuvo una prolífica producción, siendo considerado como el mejor escultor de la segunda mitad del siglo XIX.

Se especializó en el tallado de imágenes marianas pero con unos rasgos de carácter maduro y semblante sufrido. De entre sus tallas más reconocidas, se puede destacar La Soledad de San Buenaventura (1851) o la imagen de San Juan Evangelista de la Hdad. de Pasión (1862).

Soledad de San Buenaventura de Gabriel de Astorga (1851)   Foto: Universidad de Sevilla
Soledad de San Buenaventura de Gabriel de Astorga (1851) Foto: Universidad de Sevilla

El sueño de las manos que desprenden belleza en el ornamento del pino de Flandes, sutileza, armonía… el romanticismo convertido en madera. Un legado de historia recogido en las entrañas de una ciudad.

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