Juan Antonio Cebrián, el arte de contar la historia
Foto: EFE

Por los vetustos pasillos de la historia, resuena la voz de Juan Antonio Cebrián Zúñiga, la más maravillosa máquina del tiempo conocida, que trasladaba la narrativa histórica al salón de nuestras casas con la épica como bandera y la pasión como escudo de armas. Nacido un 30 de noviembre en Albacete, muy de niño comenzó a aficionase a la historia leyendo a Miguel de Cervantes, Lepanto, Napoleón; ellos fueron sus primeros maestros. Ni el abismo de sombras de una rara ceguera, le impidió ver lo que muchos de nosotros jamás vimos. Para Juan Antonio, Demócrito de Abdera de su tiempo, el mundo velado se convirtió en disco luminoso de la eterna sonrisa.

Cuentan que hace tiempo hubo un hombre entre nosotros, alegre, iluminado, que amó y vivió, libre como los pájaros. Y dicen que se llamaba Cebrián, periodista con toga, escritor con báculo de oro, y locutor de radio con pluma de bronce. Fundador de la revista La Rosa de los Vientos, participó en publicaciones como Arqueología, Muy Interesante, Enigmas del hombre y del universo y Más Allá de la Ciencia. Colaboró con el magazín dominical del diario El Mundo y con la revista Historia de Iberia Vieja. Además, fue director de la colección literaria “Breve historia” de ediciones Nowtilus. Una trayectoria literaria rebosante de títulos y calidad en los que la historia (su gran pasión) jugó un papel absolutamente relevante.

Rapaz absoluto de la noche, pocos personajes han aportado tanto a la divulgación histórica, han acercado con tanto poder de atracción la historia del hombre a los ciudadanos como Cebrián. Ese imperio de mañanas de la humanidad y el ocaso bañando sus tonos naranjas en la Oceanía de nuestros recuerdos. Juan Antonio era el maestro de escuela que añoramos de nuestra infancia, pero dando lecciones de cómo enseñar a los demás a amar la historia. Una historia nocturna que ilumina la penumbra, pues en la noche el radioyente no oye sino que escucha.

Como comunicador fue uno de los mejores comunicadores españoles de las dos últimas décadas. Una circunstancia demostrada ampliamente en sus programas de radio La red, Azul y verde, Turno de Noche y La Rosa de los Vientos, en Onda Cero. Tres programas de culto desde los que este mago de la radio hermanó bronce y pluma para enseñarnos a amar la historia, a respetar la naturaleza y cuestionarnos aquellos hechos que escapan al entendimiento humano. Todo ello desde una óptica sencilla y humana, conducido con rigor, pero encarnado en el fino sentido de humor que siempre le caracterizó, encantado y feliz como una lombriz, como solía decir.

Juan Antonio describía la historia de la siguiente manera: “La historia es lo que es, un gran escaparate donde se refleja la condición del ser humano. Sus actuaciones son interpretadas por los historiadores, lo único que se puede pedir es un análisis crítico, objetivo que nos acerque a la verdad de los hechos. Esa es la auténtica misión de los investigadores y divulgadores. Si los protagonistas son buenos o malos no depende de los que contamos las cosas. Es su problema”.

Jamás olvidaremos sus “Pasajes de la Historia” sus “Versus”, sus “Grandes Batallas”, en los que Juan Antonio nos narraba la historia como quien cuenta un cuento a su hijo, envolviéndonos en un manto de nostalgia y épica, transportándonos a momentos únicos de la misma gracias a su camaleónica capacidad para introducirse en cada uno de los personajes, con esa privilegiada entonación narrativa. Sus Pasajes constituían auténticos viajes en el tiempo y su forma de contar la historia debería estudiarse y tomarse como ejemplo por la práctica docente.

No me queda duda de que muchos chicos quedaron hipnotizados por su atrayente narrativa histórica, personajes como Cayo Julio César, Napoleón… de repente dejaron de ser tediosos, en la voz poderosa de Juan Antonio, el ritmo del trovador, el hablista y narrador oral que espoleando a un viejo rocinante que es caballo e historia, convirtió las frías páginas de un libro de texto en relato maravilloso de nuestra existencia. Cebrián ejerció docencia histórica desde las ondas e inventó una nueva forma de contarla, se emocionó contándonos relatos históricos de Vincent Van Gogh, Miguel Hernández o Napoleón Bonaparte.

Su privilegiada memoria histórica la llevó a la práctica haciendo historia hablada e historia escrita. Sobre la historia hablada nos legó sus maravillosos “Pasajes de la Historia” y sobre la historia escrita nos regaló una bibliografía absolutamente atrayente y valiosa: “Pasajes de la Historia”, “La aventura de los godos”, “La cruzada del sur”. “Pasajes de la Historia II – Tiempo de héroes”. “Pasajes del Terror” – Psicokillers, asesinos sin alma. “La aventura de los romanos en Hispania”. “Enemigos íntimos de la historia”. “La aventura de los conquistadores”. “Enigma – De las Pirámides de Egipto al asesinato de Kennedy”. “El mariscal de las tinieblas – La verdadera historia de Barba Azul”.” Los Borgia – Historia de una ambición”. “El misterio de Tutankamón – Y otros personajes favoritos de la historia”. “Pasajes de la Historia – De la batalla de las Termopilas al Barón Rojo”.

Arquitecto de la palabra y juglar de un tiempo vivido por huestes milenarias, su testimonio emerge con pasión y criterio, para hacernos tomar conciencia de todo cuanto fuimos. Pues el estudio, el juicio y la transmisión oral de la historia, no corresponde a otra cosa que crecer en su sabiduría. Por esa razón, porque muchos crecimos colgados de su sabiduría, hoy amamos tu historia contada y jamás la podremos olvidar. Nunca te olvidaremos Cebrián, ratón de biblioteca y guardián del grimorio histórico de la humanidad, pues Juan Antonio, que nos relató la historia con la pasión de los profetas, seguro que nos observa desde allá arriba, con el manto púrpura de su voz junto a Julio César y Alejandro Magno.

Foto1: http://eltrabubu.blogspot.com.es

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