El fin de la Inglaterra anglosajona
Lámina de la Batalla de Hastings de François Hyppolite Debon.

Desde los tiempos de Roma, Gran Bretaña había sido sinónimo de ingobernabilidad. Tanto fue así, que Adriano, y más tarde Antonino Pío, se vieron obligados a levantar un muro de contención para frenar el ímpetu de algunas tribus de Escocia. La marcha de Roma no supuso un gran cambio en la situación. Las águilas de las legiones volvieron a casa a principios del siglo V, pero inmediatamente comenzaron las migraciones masivas de los sajones, procedentes de Germania.

Un reino, un rey

Sajones, anglos y jutos quedaron como dueños de la isla y fundaron sus propios reinos. Dio comienzo el periodo de la heptarquía inglesa, en el que convivieron siete pequeños estados. No fue hasta el siglo IX cuando se puede hablar de una Inglaterra unida bajo el caudillaje de un monarca, Alfredo de Wessex. Las aptitudes militares de los últimos gobernantes de Wessex permitieron la integración de los siete reinos. Esto posibilitó una mejor defensa ante las, cada vez más comunes, campañas de rapiña vikingas, quienes habían visto en la fragmentada Britania un blanco fácil donde obtener espléndidos botines.

Hasta el siglo IX, Inglaterra estuvo dividida en siete reinos distintos, destacaron los de Wessex, Mercia y Kent Las hostilidades entre anglosajones y vikingos, daneses sobre todo, se convirtieron en un mal endémico del país. Las guerras eran continuas. En los albores del siglo XI, el rey inglés, Etereldo, pagaba tributo al caudillo vikingo, Svend. Pero el oro no bastaba para aplacar la ambición del escandinavo, que comenzó a plantearse la posibilidad de anexar la isla a su reino, que ya constaba de las tierras de las actuales Dinamarca y Noruega. El casus belli se lo proporcionó el propio Etereldo. El monarca estaba receloso, ya que gran parte de sus vasallos tenían sangre vikinga. En la festividad de San Brice, reunió a los nobles con ascendencia danesa en un banquete y ordenó su asesinato. Entre los fallecidos estaba la hermana de Svend, quien alegó al dolor familiar para iniciar la conquista de Inglaterra.

Britania no tenía recursos para detener el avance vikingo. Los drakkares cruzaron el Mar del Norte y los soldados vikingos desembarcaron en las costas inglesas, avanzando hasta Londres sin oposición. El pueblo de Londres voló el puente de la ciudad cuando el jefe danés entraba en la urbe. Svend murió en cuestión de semanas a causa de las heridas sufridas. Sin embargo, el dominio vikingo sobre la isla se alargó treinta años.

Eduardo el Confesor

Etereldo dejó tres hijos. El primogénito, Edmundo, luchó contra el sucesor de Svend, Canuto, por el trono inglés hasta su fallecimiento en 1016. Los otros dos, Eduardo y Alfredo, marcharon al exilio en Normandia junto a su madre, Emma. Sin embargo, los dos pequeños pronto tuvieron que apañárselas solos en una corte extranjera, tras la marcha de su madre para contraer matrimonio con el mayor rival de sus hijos, Canuto. Alfredo y Eduardo guardaron el odio en su corazón, esperando una ocasión propicia en la que poder reclamar sus derechos al trono inglés.

Esta llegó tras la muerte de Canuto I el Grande en 1035. El rey legó sus tierras a su primogénito, Canuto Hardeknut, curiosamente hermanastro de Eduardo y Alfredo al ser hijo de Emma de Normandía. El joven se encontraba guerreando en Noruega, por lo que nombró lugarteniente en el reino a uno de los hijos bastardos de su padre, Haroldo Harefoot. El regente no dudó en traicionar a su hermanastro y hacerse proclamar rey de Inglaterra, desencadenándose una nueva guerra civil. Eduardo y su hermano Alfredo trataron de aprovechar las rencillas vikingas para hacer valer sus derechos a la corona. Sin embargo, una mala planificación y diversos infortunios ocurridos en campaña provocaron la derrota de los hermanos. Además, Eduardo tuvo que afrontar el durísimo trance de la pérdida de su hermano Alfredo, que fue apresado y ejecutado por los ejércitos enemigos.

Tras la fallida guerra, el rey sin reino cambió de estrategia y decidió mostrarse diplomático. Tuvo tan buenos resultados que el vencedor de la guerra civil, Canuto Harkdenut, le permitió regresar al reino y le nombró corregente. La muerte del monarca sin descendencia le abrió de par en par las puertas al trono de Inglaterra. La asamblea de nobles le escogió como rey sin oposición, la casa de Wessex volvía a gobernar Inglaterra.

Su reinado fue muy popular, pero tuvo el mismo problema que su predecesor, la falta de un heredero. Como monarca, se caracterizó por un decidido apoyo a la iglesia católica, a la que ayudó a seguir avanzando en un país que aún tenía fuertes raíces paganas. El gobierno lo dejó en manos del condado de Wessex, primero confió en el conde Godwin y, posteriormente, en su sucesor Harold.

Además de reina de Inglaterra y Dinamarca, Emma de Normandía fue madre de dos reyes de Inglaterra, ambos pertenecientes a dinastías distintas El rey envejecía y el heredero no llegaba, algunas fuentes aseguran que Eduardo habría contraído en su juventud un voto de castidad. Cada candidato al trono comenzó a tomar posiciones en el juego de tronos que se estaba fraguando en Britania. El primero en mover ficha fue su primo Guillermo, el duque de Normandía. En 1051 viajó a Inglaterra, donde recibió la hospitalidad de su regio pariente, al que recordó la protección que le brindó durante su exilio. Más tarde, Guillermo aseguró que durante esa visita Eduardo le prometió el reino a su muerte.

También movió baza Harold, nuevo valido y conde de Wessex. Su presteza y eficacia a la hora de desempeñar el gobierno fáctico del reino le valió la confianza de Eduardo, que no dudó en recomendarle a la nobleza como sucesor en varias ocasiones. Su estrella ascendente destacó aún más al ser comparado con su díscolo hermano, Tostig. Este era otro próspero señor feudal, dueño de gran parte del norte de Inglaterra. La severidad del trato que dispensaba a sus siervos y las sospechas de traición motivaron su exilio y la ruptura con Harold.

Guillermo y Harold no fueron los únicos candidatos a suceder a Eduardo. El monarca tenía la esperanza de legar la corona a alguien de su sangre, el último de la casa de Wessex, su sobrino Edgar, bisnieto de Etereldo. Fue educado en el castillo real y designado heredero. La corta edad, 13 años, con la que contaba cuando murió Eduardo fue lo que impidió su ascenso al trono, aunque el aspirante nunca renunció a sus esperanzas de gobernar algún dia Inglaterra.

Los cuatro candidatos a suceder a Eduardo el Confesor. De izquierda a derecha: Harald Hardrada, Guillermo el Conquistador, Harold II y Edgar Atheling.

Comienza la guerra

El 5 de enero de 1066, tras una larga agonía, Eduardo murió. La asamblea de nobles escogió ese mismo día como rey a Harold. Toda historiografía tiene sus traidores: la de España al conde don Julián, la de Grecia a Efialtes…y la de Inglaterra a Tostig, el hermano del rey.

Tostig, ante la próxima muerte de Eduardo, había iniciado negociaciones con Guillermo de Normandía. Tras no llegar a un acuerdo, ofreció al rey de Noruega, Harald Hardrada, dividirse el reino entre los dos. Estas reuniones no eran ningún secreto para la nobleza anglosajona. Se sabía la proximidad de la invasión noruega, lo que inclinó a que se optase por Harold como rey de Inglaterra, al contar con bastante experiencia militar. El nuevo rey se reunió con su hermano y le ofreció la tercera parte del reino a cambio de su fidelidad. Todo fue inútil, la guerra estaba servida.

Harald preparó una inmensa flota desde la que transportó todo su ejército rumbo a Inglaterra. Harold esperaba el ataque de Guillermo por el sur, por lo que el astuto noruego desembarcó en el norte, a la altura de Yorkshire. El ejército vikingo, comandado por Harald y Tostig, avanzó hacia Londres. En sus proximidades, concretamente en la población de Stamford Bridge, se encontró con el ejército del último rey sajón, Harold. Las tropas de élite inglesas fueron superiores en todo momento a la más indisciplinada infantería vikinga. El triunfo se inclinaba del lado de Harold, pero aun quedaba el clímax de la batalla. Un arquero inglés disparó una flecha que se incrustó en la garganta de Harald, segándole la vida y acabando con un rival al trono de Harold, cuyo hermano, Tostig, también falleció. La Batalla de Stamford Bridge había librado al monarca britano de un grave peligro, pero aun faltaba la aparición en escena de Guillermo.

La Batalla de Hastings

Guillermo el Conquistador se preparó a conciencia. La noticia de la muerte de Eduardo le llegó a finales de enero, sin embargo, pese a la proximidad entre Normandía e Inglaterra no desembarcó hasta septiembre. Guillermo decidió apostar el todo por el todo. Las finanzas y riquezas normandas fueron destinadas al reclutamiento de un inmenso ejército mercenario. Su otra gran labor fue obtener el apoyo de la iglesia católica, cuyo influjo juró extender por Inglaterra si obtenía la victoria en la contienda.

Guillermo desembarcó en septiembre en Hastings. Harold, envalentonado por su triunfo en Stamford Bridge, corrió a su encuentro sin esperar refuerzos. Ese error fue fatal. Su victoria le costó la derrota. El 14 de octubre del año 1066 cambió la historia de Inglaterra. Los dos ejércitos chocaron con ferocidad. Guillermo lo intentó todo: sus arqueros e infantería fueron ineficaces frente a las organizadas tropas de Harold. Poco después encabezó una carga de caballería pesada, sin resultado. A las catorce horas de combate se extiende un rumor por el campo de batalla: Guillermo ha muerto. La moral de las tropas del normando se viene abajo. El propio Duque ha de aparecer y mostrarse ante sus hombres para que no crean en la noticia.

Parecía que la batalla caía del lado de Harold cuando Guillermo, tras permitir un breve descanso a sus hombres, ordena otro ataque de arqueros. Esta vez logra el objetivo, las líneas de Harold comienzan a abrirse, el ejército rival retrocede. Varios de los comandantes del último rey sajón comienzan a morir, acribillados por los proyectiles. Ironías del destino, de pronto una certera flecha traspasa el ojo a Harold, quien muere de la misma forma que Harald. Guillermo había obtenido la victoria.

El conquistador normando fue coronado el Día de Navidad de 1066. Todavía no había concluido la guerra, aunque sí lo peor. La nobleza leal a Harold escogió como nuevo monarca a Edgar, pero no pudo hacerle una gran oposición a Guillermo. La importancia de la batalla de Hastings no radica tanto en el mero cambio de dinastía. De la mano del nuevo rey, Inglaterra se vio sumida en las sinergias de Europa Occidental. Por Guillermo y su corte normanda entraron los cantares de gesta y los trovadores, así como se reordenaron las relaciones entre vasallos y señor. El feudalismo vivió un gran impulso y los señores normandos cambiaron, para siempre, la faz de Inglaterra.

Imágenes

  1. Lámina de la Batalla de Hastings de François Hyppolite Debon.
  2. Batalla de Stamford Bridge de Peter Nicolai Arbo
  3. Posición de los ejércitos en la batalla de Hastings de Alonso de Mendoza.
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