Mitos y leyendas para someter al africano
Tribu africana posando para una fotografía/Fuente: gfbv.es

El continente negro, la superficie que ocupa el 20% de la tierra emergida del planeta, el lugar que acumula el mayor número de riquezas naturales del planeta y la cuna del ser humano, fue reducida durante siglos a un coto de caza en el que la etnografía y antropología aparecieron como materias de estudio. El motor del interés de los africanos residió en sus prácticas culturales y sociales pero nunca históricas, era difícil conceder un recorrido que se pudiese tildar de “histórico” a aquellos que se consideraban “salvajes” o “gentes sin alma”.

África, y más concretamente las tierras situadas bajo el desierto del Sáhara que han dado lugar a la región denominada “África subsahariana” y que separan la influencia occidental en el mundo árabe y de las civilizaciones nilóticas del resto del continente, se consideraron vacías de historia, de pasado y por lo tanto de una evolución que pudiese sostenerse en el futuro.

La "Maldición de Noé"

Detrás del mutismo sobre la historia que implicaba a los grandes pueblos africanos que no habían tenido contacto con Oriente se encuentran algunos historiadores que han supuesto la “no historia” del continente debido a mitos biblícos. Una justificación religiosa tras la que se escondió el racismo y que fue conocida como “La Maldición de Noé".

La Biblia nos relata una curiosa historia en la que, tras el “Diluvio Universal”, Noé lanzó una maldición sobre su nieto, Canaán. “Noé era agricultor y había plantado una viña. Cierto día, en que había bebido vino, se embriagó y quedó tirado y desnudo en medio de su tienda. Cam (padre de Canaán) vio la desnudez de su padre, y avisó a sus dos hermanos que estaban afuera. Entonces Sem y Jafet entraron a la tienda mirando para otro lado, y con un manto cubrieron a su padre, pero no vieron su desnudez. Cuando Noé despertó de su borrachera y se enteró de lo que su hijo menor había hecho, dijo: “Maldito sea Canaán. Será el sirviente de sus dos hermanos”. Luego añadió: “Bendito sea Yahvé, el Dios de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo. Que Dios permita a Jafet extenderse, que habite en los campamentos de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo” (9,18-27).

Según algunos traductores esta maldición se cumple en el momento en el que Israel somete a los Cananeos, haciendo que muchos habitantes de Gabaón se conviertan en esclavos y, años más tarde, Israel (pueblo de Sem) y los cananeos terminarán siendo siervos de los pueblos que nacieron de Jafet, haciendo que la piel de los que servían se tornase más oscura. La interpretación de este fragmento del Génesis sirvió de respaldo para considerar la negritud de la piel como un estigma que identificaba a los esclavos.

El estigma de los rasgos físicos

Pero no solo el color de la piel les convertía en “seres inferiores” sino que el historiador estadounidense David Brion Davis recoge en su libro 'El problema de la esclavitud en el mundo occidental', numerosos testimonios de importantes personajes durante los siglos XVI, XVII y XVIII que hacen referencia a determinadas características físicas de los africanos. Una de ellas era el tamaño de su miembro viril, que fue motivo de controversia y burla tras las que, según el historiador Luis César Bou, escondían envidia.

“El tamaño enorme del miembro viril de los negros es la prueba infalible de que eran del linaje de Canaan (…) habían recibido la maldición en esa parte del cuerpo”, aseguraba en 1621 Richard Hudson un importante comerciante que, pese a sus creencias, no comerció con esclavos por principios morales.

Edward Long señaló que "los negros no podían desear nada más que comer, beber y procurarse satisfacción sexual"

Su inteligencia tampoco se salvó de las críticas ya que se llegó a presuponer que los africanos no poseían razón alguna, lo que hacía más fácil deshumanizarlos. “los negros eran incapaces de hacer combinaciones de ideas simples que habían recibido a través de los sentidos o de reflexionar sobre ellas" consideró el gobernador de Jamaica, Edward Long, quién escribió la primera historia de la isla. También carecían del sentido moral intrínseco que era un prerrequisito de la virtud. Y por consiguiente no podían desear nada más que comer, beber, procurarse satisfacción sexual y vivir ociosos.” Según Davis, para Long “hasta los piojos de los negros eran negros y presumiblemente inferiores”.

El racismo visceral que se muestra sin tapujos en estas afirmaciones sirvió de justificación para cubrir con un tupido velo la historia del continente, se les asemejó a animales. Uno de los naturalistas franceses más famosos de la historia y cuyo nombre aparece grabado en la Torre Eiffel a modo de homenaje así lo proclamó: “La raza negra se caracteriza por su complexión oscura, su cabello crespo o lanoso, el cráneo comprimido y la nariz aplastada. La prominencia de la parte inferior del rostro y el grosor de los labios se aproximan a todas luces a la familia de los simios; y las hordas que la componen han permanecido siempre en el estado de la más absoluta variable”, sentenció Georges Cuvier.

La exhibición del africano en Europa

De estas afirmaciones a exhibir a los africanos en museos y exposiciones, cuerpos embalsamados al lado de orangutanes y jirafas disecadas, transcurrieron unos pocos años y, tal y como denuncia el profesor Luis César Bou en su obra “Rebelión”, esta práctica terminó por clasificar a todo ser proveniente del África subsahariana como elemento apto para cualquier vitrina. Durante buena parte del S.XIX se convirtió en la actividad favorita de las clases altas y ciudadanos curiosos que asistían a circos a poder contemplar algunas “extrañezas” físicas de los subsaharianos.

Los genitales de una mujer khoi-khoi fueron expuestos en el Museo del Hombre de París hasta 1974

Uno de los casos que más llamaron la atención fue la exhibición de una mujer en 1815 de la tribu Khoi-khoi, que se denominaron posteriormente “hotentotes”. La “Venus Hotentote” llamaba la atención por la característica esteatopigia que muchas mujeres hotentotes y bosquimanas sufrían. Se trata de una alteración del cuerpo que provoca grandes acumulaciones de grasa en los glúteos y en los pechos. Quizá lo que más llama de la atención de esta Venus es que desde su muerte, tras la autopsia e inspección de importantes científicos occidentales, sus genitales, su esqueleto y su cerebro estuvieron expuestos hasta 1974 en el museo del Hombre de París y sus restos no regresaron a África hasta 2002.

Durante el Siglo XX continuaron produciéndose vergonzosas escenas en las que los africanos eran presentados como animales, una gran oportunidad para ello fueron en las Grandes Exposiciones Universales donde, en 1931, se trasladaron cuatrocientos subsaharianos para recrear una “aldea de negros” y divertir al público con esta visión.

Si apenas se consideraba al africano como un ser humano, mucho menos se podía pensar en una evolución. El Doctor Crothers determinó tras analizar diferentes cerebros que presentaban poca actividad en la parte frontal del cerebro por lo tanto “El africano normal es un europeo lobotomizado”, sentenció en 1954. Esto nos lleva claramente a un callejón sin salida en el que el africano y, fundamentalmente el ser humano de piel oscura, no tenía civilización, cultura ni historia puesto que su evolución podía compararse con la de animales y nunca con la de los “civilizados” europeos que penetraron en su continente en busca de riquezas y, al no quedar satisfechos con lo hallado, convirtieron la trata humana en el negocio más productivo de toda la edad moderna.

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