El asesinato que enfureció a Chicago e inspiró "La soga" de Hitchcock
Nathan Leopold y Richard Loe | Fuente: Google

El joven Robert Franks, Bobby, recorría el camino desde la escuela hacia su casa. Eran poco más de las cinco de la tarde del miércoles 21 de mayo de 1924. Durante este trayecto vio un automóvil que se aproximaba y cómo, al detenerse, desde su interior lo invitaban a entrar. Los ocupantes del vehículo eran Nathan y Richard, a los que conocía desde hacía tiempo. Accedió a acompañarlos para ver la nueva raqueta de tenis que habían comprado. Sin saberlo, Bobby iniciaba así el camino hacia su muerte. Mientras uno de los dos conducía, el otro golpeó a Bobby en la cabeza con un escoplo. Todo apunta a que la joven víctima murió al instante.

Richard "Dickie" Loeb tenía dieciocho años, había crecido devorando novelas de crímenes y soñaba con el crimen perfecto. Nathan "Babe" Leopold tenía diecinueve años y estaba obsesionado con la idea de un superhombre que tuviera sus propias ideas sobre el bien y el mal (había estudiado con auténtica devoción al filósofo alemán Friedrich Nietzsche). Ambos eran brillantes, aunque Leopold mostraba más interés por los estudios. Su asociación tuvo consecuencias fatales. Antes de haber planeado el asesinato de Franks, que fue elegido como víctima momentos antes de su muerte, ya habían robado en tiendas, hoteles e incluso en viviendas con allanamiento. Las bromas pesadas por teléfono fueron reemplazadas por alertas de incendios inexistentes que finalmente dieron lugar a verdaderos incendios provocados. También robaban automóviles.

Comenzaron a planear el "asesinato por placer" medio año antes de su ejecución, aunque sin concretar quién iba a ser la víctima. Tan sólo necesitaban que se tratara de algún conocido que confiara en ellos y que perteneciera a una familia acaudalada. Esto último era necesario para completar la segunda parte del plan: pedir un rescate por la víctima haciendo creer a la familia que todavía seguía viva. Ninguno de los dos necesitaba el dinero, pues ambos pertenecían a familias acomodadas y podían permitirse todo tipo de lujos.

Bobby Franks | Fuente: Google
Bobby Franks | Fuente: Google

El cadáver de Bobby fue encontrado en el lago Wolf al día siguiente de su muerte e identificado justo a tiempo de evitar que su padre, Jacob Franks, hiciera entrega de un rescate de diez mil dólares. Unas gafas encontradas en el lugar encaminaron la investigación hacía una persona: Nathan Leopold, su propietario. Éste hizo lo posible por demostrar que las gafas se le podían haber caído al impartir una de sus habituales clases de ornitología. No fue posible. Él y Loeb, que se había presentado voluntario como colaborador en la investigación del asesinato, tardarían poco en confesar; su "crimen perfecto" había dejado pistas por todas partes. Quebrando la lealtad pactada tiempo atrás, ambos intentaron que la autoría del crimen recayera en el otro; de hecho, no pudo esclarecerse quién mató a Franks y quién conducía el automóvil.

El juicio, que se celebró entre el 21 de julio y el 10 de septiembre de ese mismo año, se convirtió en una batalla dialéctica entre el fiscal, Robert E. Crowe, y el abogado defensor, Clarence Darrow; el primero partidario de la pena de muerte, el segundo detractor. Darrow se limitó a hacer lo posible para evitar que sus defendidos fueran condenados a la pena capital, pues la autoría y gravedad de los hechos no podía ser cuestionada. Tenía en contra a toda la ciudad, indignada y escandalizada por un asesinato cuyo único móvil era poder experimentar qué se sentía al matar. Parte de su estrategia consistió en evitar que ninguno de los dos declarara; la frialdad que mostraban podía ser definitiva. Finalmente, el juez, John Caverly, condenó a cadena perpetua a Nathan Leopold y Richard Loeb. En su argumentación los consideró merecedores de la pena de muerte, pero descartó esa opción por su edad. Ambos fueron ingresados en la penitenciaría de Joliet, Illinois.

Loeb murió el 28 de enero de 1936, con tan sólo treinta años, tras un ataque de otro recluso. A Leopold, cumplidos treinta y tres años en prisión, le fue concedida la libertad condicional en 1958. Un ataque al corazón provocó su muerte en 1971.

A pesar de los intentos por comprender el extraño proceso que llevó a Leopold y Loeb a perpetrar tan absurdo y macabro asesinato, y aun habiendo llegado a la conclusión de que ambos no habían completado su crecimiento y maduración de manera normal, no acaba de entenderse cómo pudieron llegar a tomar tan increíble decisión. Sí hubo acuerdo en determinar que ninguno de los dos habría cometido el asesinato sin la colaboración del otro. Su amistad, o lo que fuera, dio al traste con el que para ambos se aventuraba como un futuro brillante y prometedor. Pero si hubo una persona muy injustamente damnificada por tan sombría asociación fue el joven Bobby Franks. Su único delito fue caminar por la calle equivocada en el momento equivocado.

Escena de 'La soga' | Fuente: película
Escena de "La soga" | Fuente: película

En 1948 se estrenaba la primera película en color del cineasta británico Alfred Hitchcock: La soga. Ésta era una adaptación de una obra de teatro de Patrick Hamilton. Aunque el novelista y dramaturgo, también británico, negó haberse inspirado en el asesinato de Bobby Franks, los paralelismos son evidentes. Así pues, detrás de la inconcebible historia que se cuenta en la película, existieron hechos reales que enfurecieron a una ciudad tristemente habituada al crimen, pero que se negó a asimilar un asesinato cometido "por capricho".

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