El orden corintio
Dibujo de Claude Perrault (1613-1688) quien tradujo al francés en 1674 “Los diez libros de arquitectura” (De architectura) de Vitruvio. (Public Domain)

Los órdenes clásicos en la arquitectura griega se desarrollaron a lo largo de varios siglos, evolucionando hasta lograr la máxima perfección, proporción y armonía, a la vez que una estructura sólida y eficaz. Una belleza propia de los dioses.

Es en el periodo clásico (siglo V a.C.), cuando la arquitectura griega alcanza su plenitud y, así, dependiendo del orden utilizado y del estilo aplicado, se han podido datar algunos hallazgos. Además, la difusión helenística sentó las bases de la arquitectura occidental durante siglos, pudiendo encontrar influencias de estos estilos hasta en construcciones contemporáneas.

El orden dórico, es el más antiguo (en torno al siglo VII a.C.) y, como su nombre indica, fue desarrollado por los dorios, pueblo originario del norte del golfo de Corinto. Se considera el más sencillo y enjuto de los tres, cuyo ejemplo más destacado es el Partenón de Atenas.

El orden jónico fue el estilo siguiente, surgido en la costa de Asia Menor y las Cícladas, en torno al siglo VI a.C. Imprime un carácter más esbelto a la construcción, lo que se puede apreciar muy bien en el Templo de Atenea Niké, también en la Acrópolis. Fue muy utilizado por el Imperio Romano, cuyo edificio más característico fue Templo de Portuno (siglo I a.C.).

Y es que los romanos también tomaron de la Grecia clásica sus conocimientos arquitectónicos, solo que, en algunos casos, imprimieron su propio estilo. Por ejemplo, partiendo de los dos órdenes anteriores, crearon un par de ellos más: el orden toscano y el orden compuesto.

Este último adquirirá también elementos del orden del que nos falta por hablar, el orden corintio, el más joven de los estilos griegos (siglo IV a.C.) y también el más elegantemente dotado de ornamentación, al menos, en el capitel, su elemento principal. Y, además, es el único del que se sabe quién lo creó. O casi.

Calímaco dibujando el capitel corintio a partir de una planta de acanto. (Public Domain)
Calímaco dibujando el capitel corintio a partir de una planta de acanto. (Public Domain)

Marco Vitruvio Polión (siglo I a.C.) cuenta en su obra “De architectura” (circa 15 a.C.), que el orden corintio, que imita “la delicadeza de una muchacha”, fue inventado por un escultor y tallador de mármol de Corinto de nombre  Calímaco (432-408 a.C.), “llamado katatēxítechnos [primer artífice] por los atenienses”, quien observó cómo alrededor de un canastillo de mimbre situado junto a un sepulcro, crecían, como abrazándolo, las hojas de una planta frondosa llamada acanto.

Era el sepulcro de una joven que había fallecido tristemente (otros cuentan que era la hija de Calímaco) y su nodriza, guardando algunos de sus objetos más preciados en un cesto, lo depositó, con un peso dentro, sobre unas raíces de acanto. Al crecer la planta con la primavera, sus hojas rodearon el pesado cestillo, configurando una serie de volutas y formas que Calímaco imaginó como un capitel arquitectónico. Y lo reprodujo en sus diseños.

Pero hay quien duda de esa atribución, pues es poco probable que se utilizase este estilo antes del siglo IV a.C., y hay también quien duda seriamente de la existencia de la leyenda, por las muchas versiones que se conocen. Pero sí es cierto que el acanto se relaciona desde antiguo con los mausoleos y cultos de salvación.    

Las hojas de acanto son la nota más destacada del estilo corintio, y una planta de una belleza singular, tanto, que hasta Virgilio (70-19 a.C.) contaba en "La Eneida", que con hojas de acanto doradas estaba bordado el velo del vestido de la bella Helena.

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