El verdadero Drácula y su reinado del terror
Imagen de Vlad Tepes, el Príncipe Valaco.

La historia real comienza cuando nació el príncipe Vlad en 1431, un joven arístocrata que fue criado como un guerrero y un ilustrado. El siglo XV fue una época tumultuosa y brutal en esta región del este de Europa. Drácula recibió ese nombre por su padre, Vlad II Dracul, miembro de una sociedad de élite llamada “La Orden del Dragón”, una hermandad instaurada por el Sacro Emperador Romano en 1408. En rumano ”Dracul” significa “dragón”, y su padre lo adoptó como sobrenombre. Drácula, por otro lado, significa literalmente “hijo del dragón”o “hijo del diablo”.

Vlad el príncipe

El imperio otomano y el húngaro eran dos de las grandes potencias de la época, y la provincia de Valaquia se encontraba en medio de ambas. Archienemigos, los otomanos y los húngaros utilizaron Valaquia como un peón y Vlad se convirtió en una pieza clave del juego geopolítico. En 1442, Vlad viajó junto a su padre y su hermano menor, Radu, al corazón de Turquía para dialogar con el Sultán Murad ll. El Sultán dejó ir a su padre y le ayudó a recuperar el trono de Valaquia, pero mantuvo retenidos a sus dos hijos menores para garantizar que se comportara como un aliado. Si el padre intentaba traicionar a los otomanos, sus hijos serían ejecutados.

En el castillo Tokat, en la celda en la que estuvo preso en el periodo entre 1442 y 1447, Vlad presenció por primera vez empalamientos masivos perpetrados por los turcos contra sus enemigos. Quedó tan fascinado que, inmediatamente, lo llevó a la práctica con ratones y ratas en la oscuridad de su celda. El padre de Vlad era odiado por aquellos a quienes gobernaba, así que en 1447 sus súbditos se unieron a los húngaros y comenzó la matanza. Mircea, el hermano mayor de Drácula fue enterrado vivo y su padre fue asesinado por su propio pueblo. Tras la muerte del padre, los turcos liberaron a Vlad y lo nombraron oficial de uno de sus ejércitos para que ayudara a vengar el asesinato de su padre y reclamara el trono. Tenía solo 17 años, pero en poco tiempo pasó a convertirse en uno de los gobernantes más conocidos de la historia, especialmente tras su regreso a Valaquia, ese mismo año, cuando comenzó su reinado de terror.

En el siglo XV la región de Valaquia era inestable. Las alianzas cambiaban tanto como el viento y las traiciones continuaron incluso con Vlad en el poder. En 1462, 15 años después de su regreso a Valaquia, las alianzas cambiaron de nuevo y Vlad se enemistó con los otomanos. Éstos contraatacaron e invadieron Valaquia con un ejército tres veces mayor que el suyo.

Vlad el Empalador

El príncipe se retiró a Târgoviste, la capital de Valaquia en aquella época, perteneciente a la actual Rumanía y sede de la fortaleza familiar de Vlad Drácula, dejando un rastro de destrucción en sus propias tierras. Arrasó sus pueblos y envenenó sus pozos para que los ejércitos enemigos no encontraran nada que comer ni beber. Pero lo peor aún estaba por llegar. Cuando el hambriento ejército turco, al mando del Sultán Mehmet ll, llegó finalmente a las puertas de la fortaleza de Drácula, vieron ante ellos un escenario que parecía sacado de una película de miedo. Vlad le había organizado un auténtico “bosque del terror”. Había empalado a 10.000 personas, incluyendo mujeres y niños, utilizando los troncos de los árboles como estacas. Desde la torre observaba, como los empalados agonizaban e iban muriendo lentamente. El castigo más brutal y bárbaro jamás visto que le valió el sobrenombre de Vlad el Empalador, apareciendo ya así, en las crónicas que datan de 1574.

Su táctica funcionó. El macabro espectáculo, incluso en el marco de la Edad Media, impresionó tanto al sultán que se retiró horrorizado, y su ejército no paraba de gritar que era el mismísimo demonio el que estaba en Târgoviste.

Pero esa no fue la primera vez que Vlad sació su sed de sangre. Usaba el empalamiento como una herramienta efectiva para mantener el orden en su reino. Solía apresar a sus enemigos y los encerraba en unas mazmorras que todavía existen. Actualmente se encuentran a 9 metros de profundidad, ocultas bajo el Castillo de Târgoviste, que es sólo un recuerdo de lo que fue, donde el público tiene prohibido acceder. También en aquella época estaba prohibido el acceso a todo el mundo, excepto a Vlad y a sus hombres de confianza. De hecho, la mayoría no tenía ni idea de su existencia.

Vlad no quería que los familiares o amigos de los prisioneros supieran donde se encontraban, para evitar cualquier intento de rescate. El príncipe mantenía ahí a los prisioneros hasta que eran juzgados. Él era el juez y para los que eran declarados culpables, la condena solía ser… ¿Lo han adivinado ya? El empalamiento. Una persona podía ser encarcelada por cualquier infracción: robar, mentir, ser infiel, etcétera. No se conservan muchos documentos que se diga que Vlad Tepes era un hombre injusto. El objetivo del Príncipe Drácula era mantener un orden estricto en su reino. Y funcionó. ¡Vaya que si funcionó! Tanto es así que, en cierta ocasión, el príncipe puso una taza de oro en la plaza central de Târgoviste que nadie osó tocar. Durante su mandato el crimen y la corrupción fueron erradicados. Incluso hoy en día, muchos rumanos lo recuerdan como un héroe, no como un loco asesino.

Castigaba cortando extremidades, despellejando, o quemando a las personas vivas. Pero el empalamiento era su método favorito. Una muerte lenta y tremendamente dolorosa que podía prolongarse varios días. La estaca solía estar untada de aceite y Vlad se aseguraba de que la punta no fuera demasiado afilada, para que la víctima no muriera inmediatamente. Los recuentos turcos y sajones lo muestran como el más sangriento monarca de la Edad Media, con anécdotas no comprobadas de que mojaba el pan con la sangre de sus víctimas. Entre 1460 y 1470, gracias a la invención de la imprenta, los relatos que circulaban oralmente fueron impresos en panfletos y dieron larga vida a la leyenda.

Pero sus víctimas no siempre sabían que estaban a punto de morir. Una vez invitó a los pobres y enfermos de Târgoviste a cenar. Luego cerró las puertas y prendió fuego a la sala, erradicando la pobreza de Valaquia. Así cualquiera.

En 1457, el Príncipe Drácula levantó otra fortaleza 65 km al noreste, mucho más impresionante que la anterior, el Castillo de Poenari. Tras años de terremotos ahora se encuentra en ruinas, pero en el siglo XV era una construcción formidable.

Cuando Vlad se hizo con el poder en Târgoviste, su primera orden fue la de vengar la muerte de su padre y la de su hermano mayor. Tardó más de una década en llevar a cabo su plan. Un Domingo de Resurrección ofreció un banquete a sus súbditos, algunos de los cuales habían ayudado a asesinar a su familia. Empaló a los más ancianos y débiles. Al resto, les ordenó caminar 65 kilómetros desde Târgoviste hasta Poenari y les obligó trabajar para ampliar su fortaleza. Tras meses de esclavitud, ninguno sobrevivió. Muchos nobles trabajaron hasta morir y otros fueron empalados.

Las mazmorras de Poenari ―ahora en ruinas― se encontraban cuatro plantas bajo el castillo y justo encima estaba la alcoba del Príncipe, por lo que mientras reposaba en su lecho, escuchaba las suplicas y lamentos de sus prisioneros.

Poenari era una de las fortalezas más inexpugnables de Drácula, pero también fue escenario de una de sus mayores tragedias. El empalamiento en masa de Vlad no mantuvo alejados a los otomanos mucho tiempo. En 1462 contraatacaron. Pusieron al hermano menor del Prícipe Drácula, Radu al frente de un enorme ejército y rodearon el castillo. Parecía que no había escapatoria para Vlad. Su esposa, una condesa de la familia Bathory, se negó a ser capturada viva y se arrojó desde la torre. Pero él no se rendiría y desapareció en el subsuelo rumano.

El Príncipe Drácula escapó por unos túneles que había excavado en la montaña y, con ayuda de unos campesinos locales, huyó a una provincia cercana llamada Transilvania.

Vlad Tepes, Vlad el Empalador, o Vlad Drácula cayó en combate en 1476, poco después de reclamar por tercera vez el poder en Valaquia. A diferencia del Conde Drácula, era tan mortal como todos los humanos, pero mucho más despiadado que la mayoría.

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