La odisea americana
Fuente Enciclopedia del Ecuador

Buena parte de las tierras de América del Sur se exploraron persiguiendo quimeras. Muchas nacieron en el Nuevo Mundo, pero otras vinieron con los españoles. Desde la vieja Europa llegó el mito de la fuente de la eterna juventud, fabulosa leyenda buscada en vano por Ponce de León, en las tierras de la Florida en 1512. Las sorprendentes historias de las amazonas o mujeres guerreras, presentes ya en la Grecia Clásica, renacieron con los testimonios de Colón, Pigafetta, Almagro, Jiménez de Quesada y Orellana, entre otros. Sus relatos coinciden en describirlas como “mujeres fuertes y altas de piel blanca, con el pelo largo, que andaban desnudas y eran muy diestras en el manejo del arco”.

Una frase respecto a estas nativas americanas, figura en las anotaciones hechas por Colón, “traen por delante de su cuerpo una cosita de algodón que escasamente les cobija su natura”. No es extraño que creyera ver en ellas, a las amazonas mitológicas. Sin duda un diario erótico de las Indias. De todo ello, lo único que se quedó es el nombre que le dieron al mayor río del mundo. Otros mitos hablaban de algún lugar remoto donde se hallaban enormes tesoros acumulados, y dispuestos a hacer tremendamente feliz al primero que se los encontrara.

La leyenda del oro de los Apalaches, surgió en el año 1527 cuando a Pánfilo de Narvaez, en plena expedición a la Florida, unos nativos le indicaron que el oro que tanto ansiaba se encontraba en la montañas de Los Apalaches. Al llegar al lugar, tras una ardua marcha, no hallaron ni rastro de ese supuesto oro, aunque se toparon, en su lugar, con una tribu muy pobre y muy belicosa. Curiosamente, a mediados del siglo XIX, cuando se produjo la fiebre del oro en EEUU, varias expediciones se dirigieron a Los Apalaches.

En el año 1541,  el alemán Philipp Von Hutten partió de Coro, en la actual Venezuela, en busca de un imaginario mundo conocido como el país de Omagua y lo único que consiguió fue una tremenda herida por la que estuvo a punto de morir. Años más tarde, en 1559, el virrey del Perú, Hurtado de Mendoza, concedió permiso para conquistar las provincias de Omagua y El Dorado a Pedro de Úrsua, quién sería acompañado por Lope de Aguirre.

De las tierras del río Meta, entre las actuales Colombia y Venezuela, se decía que estaban repletas de riquezas. Así nació una leyenda que llevó a Diego de Ordás a realizar una expedición en el año 1530, en las que remontó inútilmente aquellas aguas. Continuaría esa aventura Jerónimo Ortal, con idénticos resultados.

La Casa del Sol y el País de la Canela

El rumor continuaría como pasó con La Casa del Sol, mito que se extendió igualmente por las tierras de Venezuela y Colombia. Se suponía que era un templo similar al de Coricancha, con inmensos tesoros que se encontró en Cuzco. En 1538, Gonzalo Giménez de Quesada, tuvo conocimiento de ese supuesto lugar, y emprendió su búsqueda al norte de Bogotá. Desistiría en su empeño, debido a las numerosas bajas por culpa de la hambruna.

Otro preciado bien dio nombre a la leyenda del País de la Canela, que describía un territorio literalmente cubierto de los árboles que producen la deseada especie.

La expedición más sonada fue comandada por Gonzalo Pizarro en 1540. Partió con 300 españoles y más de 4000 indios, 200 caballos, 2000 cerdos y cientos de canes. La escasez de alimentos hizo que acabaran con los cerdos, caballos y cientos de perros e incluso según cuentan las crónicas, hubo actos de canibalismo que acabaron con gran parte de la expedición.

Los 80 españoles supervivientes y la mitad de los indios, llegaron a la ciudad de Quito, harapientos y en unas condiciones deplorables. El País de La Canela resultó ser un fiasco. La obcecación por los tesoros escondidos se dio por todas partes.

Las Siete Ciudades de Cíbola

En 1536 llegó a Mexico, Cabeza de Vaca y su aventura creó expectativas de otras riquezas basadas en un nuevo mito: las Siete Ciudades de Cíbola. El virrey de Mexico, Antonio de Mendoza, preparó en 1540 una expedición comandada por Francisco Vazquez Coronado, demostrando que Cíbola era una quimera. Se trataba de una región pobre y desértica, en la que las siete ciudades supuestamente doradas, no eran más que poblados de adobe. La única parte positiva del asunto, fue el descubrimiento por López de Cárdenas, del Gran Cañón del Colorado.

El Dorado

La mayor fantasía y locura que arrastró a un gran número de expediciones, al frente de las cuales se enrolaron capitanes de prestigio como Belalcázar, Gonzalo Pizarro, Jimenez de Quesada, Pedro de Úrsua o Antonio del Bierro y personajes tan peculiares como Lope de Aguirre, cuya aventura fue llevada a la gran pantalla magistralmente por Werner Herzog en Aguirre o La Cólera de Dios (1972) y después por Carlos Saura en El Dorado (1988). Son muchas las versiones se esta famosa leyenda, pero todas tenían un nexo de unión en que aparecía un indio forastero en la ciudad de Quito, que hablaba sobre la existencia de un cacique dorado y un lago en el cual dicho cacique realizaba ofrendas con su cuerpo totalmente cubierto de oro.

Muchos relatos verídicos en los que no faltan aventuras, hazañas, expediciones, codicia, sangre derramada, y mitos, muchos mitos.

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