Las hadas de Arthur Conan Doyle
Las hadas de Conttingley / fuente: the public domain review

1917 fue un año difícil. Se estaba librando la Primera Guerra Mundial, pero, pese a ello, nada impedía que los niños jugaran. En concreto, dos pequeñas británicas, primas, pasaban juntas sus vacaciones de verano de aquel año.

Frances Griffihs, de diez años, se encontraba en Cottingley, un pueblecito de Yorkshire, en casa de sus tíos y de su prima, Elsie Wright, seis años mayor que ella. Cada tarde, las dos se divertían jugando junto a un arroyo situado cerca de allí, y cada noche, sin excepción, regresaban con los vestidos y los zapatos empapados de agua. Cosas de chicas. Y cada vez que las regañaban, ellas se justificaban diciendo: «¡Es por culpa de las hadas!» De hecho, hacía ya un tiempo que ambas primas contaban a los mayores que unas pequeñas hadas y unos gnomos habían adquirido la costumbre de ir a jugar con ellas en aquel lugar.

Evidentemente, Arthur Wright, padre de Elsie, se mostró bastante escéptico y pensó que aquello no eran sino las alocadas imaginaciones de aquellas dos niñas. El caso es que un día, su hija le convenció para que le prestase su cámara de fotos, una pequeña máquina modelo Migd que sólo tenía espacio para una placa fotográfica. Aquella noche, ya en casa, el señor Wright reveló la fotografía que Elsie había tomado, y, con gran asombro, descubrió la imagen de su prima Frances en compañía de lo que parecían unos pequeños seres, como unas hadas que bailaban ante ella.

 

Elsie junto a un gnomo / fuente:elpensante 

 

Pasaron dos meses de aquello y las niñas volvieron a casa con otra foto, pero en aquella ocasión era Elsie quien aparecía retratada, y nada más y nada menos que en compañía de lo que parecía un gnomo. El señor Wright era un mar de dudas, no sabía qué creer o qué pensar sobre aquello, pero Polly, su mujer, sí daba fe del relato de las niñas… Y dabe fe porque ella creía firmemente en las doctrinas de la teosofía, una filosofía mística que defiende la existencia de hadas, gnomos, espíritus y duendes. Así que, ambos decidieron llevar aquellas imágenes al presidente de una logia de la Sociedad Teosófica, quien, conmocionado por aquellas fotografías, se las mostró a su vez al célebre escritor Arthur Conan Doyle, creador del famoso detective Sherlock Holmes.

Arthur Conan Doyle / fuente: arthurconandoyle.com

 

Doyle, que creía firmemente en el espiritismo, se tomó aquel asunto muy en serio. Consultó a un experto en fotografías de la casa Kodak, quien le confirmó que las imágenes eran no eran el resultado de una «doble exposición». Para Doyle aquello era lo mismo que decir que las fotos eran auténticas, y, en consecuencia, la prueba irrefutable de la existencia de las hadas y los gnomos.

A todo aquel que le expresaba alguna duda sobre el tema, él le rebatía que las imágenes habían sido realizadas por «dos niñitas, hijas de artesanos, que no sabían nada sobre trucos fotográficos y que carecían de cualquier malicia». Fue entonces cuando el escritor publicó un artículo para Strand, la por entonces revista en las que publicaba las historias de Holmes, exponiendo aquel caso… Más tarde llegó incluso a escribir un libro dedicado íntegramente a las hadas, titulado El Misterio de las Hadas.

El Misterio de las Hadas, de A.C.Doyle / fuente: libreria muscaria

 

 

A petición de multitud de curiosos, las niñas consiguieron tomar otras fotografías. Cada vez eran más abundantes. No obstante, al cabo de un tiempo, ambas se cansan de aquello y dejan de aportar nuevas imágenes.

Las hadas de Conttingley / fuente: Pinterest

 

 

No fue hasta muchos años después cuando aquel embrollo comenzó a esclarecerse. Los trabajadores de la sede en Londres de Kodak, que dudaban de la autenticidad de aquellas fotografías, llevaron a cabo un profundo análisis de los negativos. había algunos indicios que les hicieron pensar que, en realidad, aquellas «hadas» no eran más que una serie de dibujos realizados en trozos de cartón, recortados y colocados sobre la hierba… Para estos profesionales, aquellos «pequeños seres» tenían aspecto de ser completamente bidimensionales y sus alas aparecían de manera muy nítidas, como si éstas se mantuvieran inmóviles. De hecho, si se hubieran movido tendrían que aparecer forzosamente desenfocadas, de la misma manera que aparecía la cascada de agua que figura al fondo de la primera fotografía.

Fue en 1971, en una entrevista que Elsie Wright concedió a la cadena BBC, cuando admitió que aquellas hadas podrían considerarse como «fragmentos de nuestra propia imaginación».

El caso se cerró definitivamente en 1982, más de sesenta años después de que ocurrieran los hechos, cuando la investigación de Kodak permitió determinar, gracias a la ampliación de las imágenes mediante novedosas herramientas informáticas, que las hadas de Cottingley eran realmente recortes de cartón clavados en el suelo o suspendidos en el aire mediante unos finos hilos.

Por otra parte, fue toda una sorpresa descubrir un libro infantil publicado en 1915, titulado The Princess Mary´s Gift Book, que permitió averiguar de dónde habían copiado las niñas aquellas hadas.

Imagenes de las hadas del libro The Princess Mary´s Gift Book / fuente: wikipedia 

 

Finalmente, y ante todas estas pruebas, en 1983 Elsie admite, ya sin ambigüedades, que las fotografías habían sido, sencillamente, una broma de ambas primas. «Por desgracia —explicó—, algunos adultos se tomaron muy en serio lo que para nosotras no era más que un juego. Sobre todo, sir Arthur Conan Doyle. Debido al temor reverencial que sentíamos ante él, decidimos esperar a que todos los protagonistas del caso hubiesen fallecido para contar qué fue lo que ocurrió realmente.»

 

 

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