Momentos clave para la Prehistoria (I)
Charles Darwin (1809-1882). PD

Aunque no es la primera fecha en la que se realiza un descubrimiento importante para definir la Prehistoria, el año de 1859 es considerado por la ciencia como su “Annus Mirabillis”. Es el año de la publicación de El Origen de las Especies” de Charles Darwin (1809-1882), el libro que representaba mejor que ninguno hasta el momento la teoría de la evolución humana, aunque ya se hubieran conocido antes otros grandes adelantos.

Por ejemplo, Jacques Boucher de Perthes (1788-1868) publicó en 1847 un libro sobre las piedras de sílex tallado que había encontrado en los aluviones del Río Somme (Francia), evidenciando la necesidad de actualizar todo el conocimiento que se tenía de la antigüedad. 

"Si se pudiese demostrar que existió un órgano complejo que no pudo haber sido formado por modificaciones pequeñas, numerosas y sucesivas, mi teoría se destruiría por completo; pero no puedo encontrar ningún caso de esta clase".

Charles Darwin, "El origen de las especies", cap. VI.

Esta obra vino a completarse con otra publicada el mismo año de 1859 por Sir Charles Lyell (1.797-1.875), titulada “La antigüedad del hombre probado por la geología”, donde establecía la división del periodo Cuaternario en dos grandes momentos: Pleistoceno y Holoceno (la época en la que nos encontramos ahora). La clasificación se completó con las aportaciones de Christian Jürgensen Thomsen (1788-1865), conservador  de la Colección de Antigüedades (más tarde Museo Nacional) de Copenhague (Dinamarca) quien, basándose en la tecnología lítica, estableció los periodos de Edad de Piedra, Edad de Bronce y Edad de Hierro.

Más tarde, Jacob Worsaae (1821-1885), del mismo museo, separó la Edad de Piedra Antigua (Paleolítico) de la Edad de Piedra Nueva o Pulida (Neolítico). Aún sin salir del siglo XIX, fue el británico Sir John William Lubbock (1803-1865) quien acabó estableciendo la división que hoy en día aún se utiliza: Paleolítico, Mesolítico (o Epipaleolítico, la época de transición entre Paleolítico y Neolítico), Neolítico y Edad de los Metales (dividida a su vez en: Edad del Cobre, Bronce y Hierro). Nacía así, la Prehistoria.

LOS NEANDERTALES

Oleo de Charles R. Knight representando una familia Neandertal (Museo de Historia Natural de Nueva York). PD
Oleo de Charles R. Knight representando una familia Neandertal (Museo de Historia Natural de Nueva York). PD

En agosto de 1856 unos trabajadores de la cantera de Feldhofer (en el Valle de Neander, cerca de Düsseldorf),  en Alemania, hallan una cueva con unos restos óseos que no identifican. Son enviados a Johann Carl Fuhlrott (1803-1877), famoso investigador alemán del momento, quien clasifica y estudia los huesos (parte superior del cráneo, dos fémures, varios huesos de los brazos, costillas y otras piezas), llegando a establecer que pertenecen a un homínido desconocido. En 1857 (antes del libro de Darwin), Fuhlott y su colega Hermann Schaaffhausen, publican sus estudios del espécimen entre una agria polémica, pero no será hasta 1864 cuando se dé a conocer que se trata de una nueva especie humana, el Homo neanderthalensis, al ponerlo en relación con otros restos encontrados antes en Bélgica (1829) y Gibraltar (1848).

Los estudios sobre Neandertales siempre han llamado mucho la atención de los investigadores. Su configuración anatómica, más adaptada al frío de la última glaciación, contrasta con el misterio de su total desaparición. Además, se ha especulado mucho acerca de su cultura y capacidad simbólica: si utilizaba un lenguaje, si realizaba enterramientos, si fabricaba adornos o arte mueble (herramientas sí: la talla Levallois y la cultura musteriense, por ejemplo), etc. Durante mucho tiempo se les consideró la única especie humana que convivió con el Homo sapiens y también se especuló con la posible hibridación entre ambos. Algunas de todas esas dudas se han llegado a resolver, en gran parte, con los recientes estudios genéticos. 

LA GARGANTA DE OLDUVAI

Louis Leakey (1903-1972) examina uno de los cráneos africanos. PD
Louis Leakey (1903-1972) examina uno de los cráneos africanos. PD

La garganta de Olduvai, en Tanzania, al este de África, es uno de los lugares más prolijos en descubrimientos paleoantropologicos. Tanto, que ha sido bautizado en varias ocasiones como “la cuna de la humanidad”. Situada en la llanura del Serengueti, en lo que se conoce como el gran valle del Rift, la erosión a lo largo del tiempo ha dejado casi al descubierto miles de restos de homínidos de hasta 2 millones de años de antigüedad, y la tecnología lítica africana más antigua.

Su descubrimiento y explotación está unido a una familia de antropólogos y arqueólogos que ha dejado su impronta en los anales de la Prehistoria: los Leakey. Desde 1926, Louis (1903-1972) y Mary Leakey (1913-1996), dedicaron toda su vida al estudio de estos y otros yacimientos africanos en Tanzania y Kenia, fundamentalmente. Junto a su hijo Richard Leakey (1944), suyos son algunos de los mayores y más importantes descubrimientos prehistóricos: El Paranthrous (primeramente llamado Zinjanhropus) boisei (1959); un Homo habilis de 2 millones de años (1961); un Homo erectus de un millón de años (1965); un cráneo de Homo rudolfensis (1972); las huellas de Laetoli, consideradas el primer registro fósil del caminar erguido y descubiertas en 1976 por Mary Leakey; el niño de Turkana, un Homo erectus de 1,5 años de antigüedad (1984); etc, etc. La familia continúa con la esposa de Richard, Meave, y su hija, Louise, quienes siguen investigando en Kenia.

Esqueleto de Lucy, hallado por Donald  Johanson en 1974. PD
Esqueleto de Lucy, hallado por Donald Johanson en 1974. PD

A la luz del trabajo de esta familia de paleontólogos, otros investigadores aumentaron el registro fósil africano con sus trabajos. Por ejemplo, Raymond Dart (1893-1988) descubrió en Sudáfrica el cráneo del niño de Taung, de 2,5 millones de años de antigüedad, completado con un descubrimiento similar en la cueva de Sterkfontein, realizado en 1936 por Robert Broom, otro famoso arqueólogo, dando así nombre al Australopithecus africanus.

El más conocido de este grupo de arqueólogos y paleontólogos en África es, sin duda, Donald  Johanson (1943) quien, el 24 de noviembre de 1974, halló en el triángulo de Afar en Etiopía, un esqueleto casi completo (52 huesos en total) de un espécimen de Australopithecus afarensis, de unos 3,2 millones de años de antigüedad, y al que bautizó con el nombre de Lucy (por la canción «Lucy in the Sky with Diamonds», de The Beatles). Lucy era una hembra de aproximadamente 20 años de edad y 27 kg de peso, que caminaba erguida, y que representa uno de los ancestros más antiguos de la evidencia de la evolución hacia la hominización.

LA SIERRA DE ATAPUERCA

Reconstrucción del cráneo de Homo antecessor (Museo de Arqueología de Cataluña en Barcelona). PD
Reconstrucción del cráneo de Homo antecessor (Museo de Arqueología de Cataluña en Barcelona). PD

En 1994, el grupo de investigadores del yacimiento de la Gran Dolina, en la Sierra de Atapuerca (en Ibeas de Juarros, Burgos), hallaron lo que más tarde fue considerado  el homínido más antiguo de Europa y al que bautizaron por ello como Homo antecessor.

Este descubrimiento revolucionó toda la investigación paleoantropológica realizada hasta el momento. El antecessor fue datado con una antigüedad de entre 900.000 y un millón de años (existen otras evidencias europeas más antiguas, como los cráneos de Dmanisi o la calvera de Ceprano, pero con dudas sobre su correcta datación), en el Pleistoceno temprano, y se le considera el ancestro común entre los humanos modernos y los neandertales (y en la línea del Homo heidelbergensis - Homo neanderthalensis). Fue un hallazgo de tal magnitud e importancia que catapultó a Atapuerca a la cima de las investigaciones prehistóricas europeas y otorgó a sus descubridores, Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell, fama mundial.

La investigación arqueológica en la sierra de Atapuerta, un sistema kárstico lleno de cuevas y oquedades, se remonta al siglo XIX, interrumpiéndose cuando se realizan obras para la construcción de una vía ferroviaria en la zona. Estas obras practicaron una profunda trinchera  en la sierra, de aproximadamente medio kilómetro de longitud, que quedó abandonada cuando hacia 1917 la línea ferroviaria dejó de funcionar. Se reanudan así los trabajos arqueológicos que obtienen muchos e importantes resultados en restos de fauna fósil e instrumentos líticos. Pero no fue hasta 1976 cuando se descubren los primeros restos humanos que son estudiados por el antropólogo Emiliano Aguirre (1925), dando comienzo las investigaciones tanto en la ya estudiada Cueva Mayor, como en Gran Dolina y en la llamada Sima de los Huesos. En 1990 los tres investigadores antes mencionados, se hacen cargo del yacimiento.

Entrada a la Trinchera del Ferrocarril del Yacimiento de Atapuerca (Fotografía: AlmaLeonor, de VAVEL-Historia)
Entrada a la Trinchera del Ferrocarril del Yacimiento de Atapuerca (Fotografía: AlmaLeonor, de VAVEL-Historia)

Además de la importancia del Homo antecessor, Atapuerca ha proporcionado otros grandes descubrimientos. Por ejemplo, en la Sima de los Huesos, se halló un conjunto de fósiles en el que está representada una amplia población humana de unos veintiocho individuos de ambos sexos y diferentes edades de muerte (de hace unos 400.000 años, en el Pleistoceno medio) y, entre ellos, la evidencia de un posible enterramiento ritual encontrado en 1998: un bifaz bellamente tallado, al que bautizaron como Excalibur.

Continuará…

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