Experimentación humana y principios de Bioética
Experimento Tuskegee | Foto: Wiki Commons

En 1947, 24 médicos fueron procesados en Núremberg por los experimentos y delitos cometidos durante el Holocausto. Sin ningún tipo de pudor alegaron que estaban trabajando "dentro de los límites éticos del Juramento Hipocrático, en el sentido de que buscaban conocimientos científicos en beneficio de la humanidad".

A raíz de estos juicios se crea el Código de Núremberg que especifica que para futuras investigaciones médicas "deberá contarse obligatoriamente con el consentimiento del paciente", del que no se disponía en la medicina alemana durante la guerra.

Ocho médicos fueron absueltos, siete condenados a muerte, cinco a cadena perpetua y cuatro de condenados a 10 a 20 años de cárcel.

Los doctores Leo Alexander y Andrew Conway Ivy en respuesta a lo sucedido elaboraron un memorándum de diez puntos titulado "Experimento médico permisible”, constituyendo el Código de Nüremberg.

Entre ellos, se incluye el consentimiento informado y la ausencia de coerción, la experimentación científica fundamentada y la beneficencia del experimento para los sujetos humanos involucrados.

Más adelante en 1964, la Asociación Médica Mundial crea la Declaración de Helsinki en la que aparecen en forma clara dos capítulos, uno dedicado a la investigación médica combinada con asistencia profesional y el otro referente a la investigación biomédica no terapéutica. Esta declaración ha tenido considerable influencia en la formulación de legislaciones y códigos de conducta internacionales y nacionales. La última revisión fue realizada en Corea en el año 2008.

Establece pautas éticas para los médicos que realizan investigación biomédica clínica y no clínica, y estipula la obligatoriedad de obtener el consentimiento informado de las personas que participan en la investigación. Adapta sus principios a la ética de la profesión médica, introduce las nociones de riesgo-beneficio para los sujetos experimentales afirmando la necesidad de la revisión de los protocolos de investigación por parte de un comité independiente de los investigadores, lo que ha sido mantenido y reforzado en la última revisión.

Sin embargo la Alemania Nazi con el darwinismo social no fue la única en realizar experimentos criminales sobre humanos, en Estados Unidos se llevaron a cabo otra serie de prácticas igualmente delictivas.

Antes de la segunda guerra mundial en Estados Unidos, contando con el apoyo del gobierno, se realizó en Alabama, en Tuskegee, uno de los más brutales experimentos clínicos hechos por el hombre. En 1932 a 430 hombres de raza negra contagiados de sífilis se les privó de todo tratamiento con el fin de observar su evolución, no les fue suministrado ningún tratamiento aún cuando se había descubierto ya la penicilina con el fin de observar la evolución natural de la sífilis. 

28 de ellos fallecieron y varios sufrieron lesiones de neurosífilis con deterioro brutal del sistema nervioso central y también del sistema circulatorio. Este experimento duró 40 años.

El 10 de julio de 1973 el senador Edward Kennedy denunció a la prensa la esterilización de 11 mujeres de 11-15 años, la mayoría de raza negra que habían sido esterilizadas sin el consentimiento de sus padres. Este hecho tuvo lugar en Alabama también y la administración Nixon se opuso a las reformas en sanidad propuestas por Kennedy.

Entre 1950 a 1970 se realizó el Estudio de Willowbrook por el Dr. Saul Krugman y colaboradores. Se investigó sobre un grupo de niños internados con retraso mental, que estudiaban en la Escuela Estatal de Willowbrok en Nueva York. El objetivo era determinar el curso natural de la hepatitis sin recibir tratamiento alguno. Se descubrió que existían dos tipos distintos de Hepatitis (A y B) e inyectando a los residentes infectados con Gamma Globulinas, se desarrollaba una inmunidad pasiva, lo que serviría como una forma de tratamiento.

El Departamento de Salud Mental del Estado de Nueva York aprobó el estudio que fue  apoyado por el área Epidemiológica de las Fuerzas Armadas.

En la escuela se aceptaban niños con retraso mental portadores de Hepatitis A, inoculando a otros niños para que se infectaran con hebras del virus aisladas de las deposiciones de enfermos con hepatitis. A los padres se les obligaba si querían el ingreso a firmar la autorización para realizar experimentos. 

Todo lo expuesto, la barbarie humana por autonomasia, supone como veíamos al principio los fundamentos de los derechos del paciente, la Bioética y la experimentación, sin embargo, el precio pagado para llegar a la situación actual ha sido demasiado elevado. En estos casos terribles, esperemos que la historia nunca vuelva a repetirse.

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