La toma de Iwo Jima y la maldición de su célebre fotografía
Alzando la bandera en Iwo Jima / foto: Wikipedia

Posiblemente todo el mundo conoce o ha visto alguna vez ésta fotografía, convertida en un icono del patriotismo estadounidense. De hecho, algunas de las instantáneas que se tomaron durante las operaciones de rescate entre los escombros de las Torres Gemelas, tras el terrible atentado del 11 de septiembre de 2001, en las que se podían ver la enseña de barras y estrellas izada sobre los cascotes, trataban de recordar a aquella otra imagen tomada en 1945… Aunque ahora son los bomberos los que representaban el heroico protagonismo que en aquella otra ocasión tuvieron los marines. Aquellos soldados quedarían inmortalizados en un monumento de bronce erigido en Washington, junto al cementerio de Arlington, en honor de la Infantería de Marina.

Estatua en honor al cuerpo de marines / foto: Wikipedia
Estatua en honor al cuerpo de marines / foto: Wikipedia

La toma de Iwo Jima

Nuestra historia arranca en una pequeña isla llamada Iwo Jima, la cual se encuentra en el océano Pacífico, entre las islas Marianas y Japón. Seguramente nadie sabría de ella o no hubiera pasado a la posteridad de no ser por aquel grupo de soldados que conquistaron su principal montaña el 23 de febrero de 1945. Se trataba de uno de los pasos a seguir en la invasión de aquellas pequeñas islas que irían acercando a los estadounidenses hacia su objetivo final: Japón.

La importancia de aquella isla radicaba en un pequeño aeródromo, lo que constituía una base ideal para aquellos bombarderos norteamericanos que pretendían atacar el territorio nipón. Iwo Jima mide cerca de nueve kilómetros de longitud y cinco de anchura, y en el extremo suroeste se eleva un pequeñito volcán de cerca de doscientos metros de altura: el monte Suribachi. Es ahí, en el centro de la isla, donde se encontraba el principal objetivo, el aeródromo.

El desembarco se produjo el día 19 de febrero de 1945 en una playa llamada Futatsune, en el suroeste, cerca del monte Suribachi. Aquella operación recibió el nombre en clave de Hot Rocks (Piedras Calientes). El alto mando militar norteamericano había previsto que aquella isla sería tomada en cinco días, ya que conocían bastaste bien la tenacidad de los japoneses a la hora de defender sus posiciones y por el hecho de que el subsuelo de Iwo Jima estaba plagado de infinidad de cuevas, lo que facilitaría una defensa a ultranza del ejército japonés.

Monte Suribachi / foto: Wikipedia
Monte Suribachi / foto: Wikipedia

La célebre fotografía

Se ha comentado en no pocas ocasiones que aquella operación era la mejor y más cuidadosamente planeada dese el punto de vista fotográfico de toda la guerra para hacer propaganda patriótica, pero, curiosamente, la fotografía más famosa de todas se tomó por casualidad. Además de contar con los fotógrafos militares, quienes contaban con todo tipo de medios y material (por ejemplo, un avanzado equipo de filmación en color), había también fotógrafos civiles. Es el caso de Joe Rosenthal, enviado por la agencia Associated Press.

Aunque no lo crean, la famosa imagen no refleja a los hombres que tomaron esa posición. Aquel monte lo conquistaron otro grupo de marines, pero por la mañana, sobre las 10:30 horas, en la que izaron una bandera estadounidense atada a una tubería… hecho recogido por un fotógrafo del Ejército, el sargento Lou Lowery. Por la tarde, otro grupo de soldados, quienes ya podían contemplar la bandera de los Estados Unidos ondear en aquella cima, encontró en una lancha varada en la playa otra bandera norteamericana, pero ésta era mucho más grande que la anterior. Es por eso que decidieron buscar otro mástil más largo y ascender a aquella cumbre con el fin de plantar allí la nueva enseña, y de ese modo que pudiera contemplarse desde cualquier punto de la isla.

Primera imagen tomada por el sargento Lou Lowery / foto: Wikipedia
Primera imagen tomada por el sargento Lou Lowery / foto: Wikipedia

La suerte o la fortuna quiso que Rosenthal fuera el fotógrafo destinado a recoger aquella escena, pues en principio no tenía sentido hacer el mismo trabajo dos veces y repetir lo que Lowery había hecho ya aquella mañana. Aun así, Rosenthal decidió igualmente subir con aquellos soldados,  junto con el cámara Bill Genaust y el fotógrafo de los marines (ambos armados por si las moscas).

Ascender aquella cima no resultó fácil, ya que los zapadores estaban todavía volando aquellas cuevas donde creían se podrían esconder soldados japoneses. Toda precaución era poca. Pero al final, valió la pena asumir aquel riesgo, ya que llegados a la cima se pusieron de inmediato manos a la obra para quitar la bandera que ya estaba colocada y sustituirla por la nueva.

Rosenthal apenas tuvo tiempo para preparase. Apiló unos cuantos sacos de tierra procedentes de un búnker cercano, subió a la improvisada plataforma y se echó para atrás con el objetivo de cubrir a todo el grupo de soldados con la lente de la cámara y obtener así el mejor ángulo. Por otra parte, Genaust, con su cámara de cine en color, se situó a unos cinco metros de la derecha de Rosenthal, quien ya se encontraba listo para disparar su cámara de fotos. Justo en el momento el que los seis soldados izaban la bandera estadounidense, apretó el disparador… aunque no estaba muy convencido de que hubiera conseguido una buena instantánea.

Aquello sucedió en escasos quince segundos, mientras Genaust filmaba la misma escena. Lo que no podrían conocer, ni tan siquiera imaginar, aquellos soldados, es que estaban pasando a la posteridad. Los seis marines se llamaban: Michael Strank, Harlan H. Block, Franklin R. Sousley, Rene A. Gagnon, Ira Hayes y John H. Bradley. Aquella misma tarde, Rosenthal envió la fotografía a su agencia.

Ni que decir tiene que, al día siguiente, la casi totalidad de periódicos norteamericanos mostraron aquella impactante imagen en sus portadas, y que sin duda impactó de gran manera entre el público debido a su gran fuerza dramática.

Controversias sobre la imagen

Si bien es cierto que aquella fotografía transmitió la idea de que Iwo Jima ya había sido conquistada a los japoneses, ésta no se declaró oficialmente tomada hasta el 17 de marzo de 1945. Es decir, serían necesarios más de veinte días para que aquello ocurriera. A los japoneses la defensa de aquel islote les costó cerca de veintiún mil muertos, mientras que por parte norteamericana serán 4.189 los fallecidos, a los que hay que sumar unos 441 desaparecidos y 15.208 heridos.

Pese al gran impacto que la célebre fotografía tuvo, y que a partir de entonces estaría ligada para siempre a la toma de aquella isla, lo cierto es que es sería fuente de críticas y de controversia. Hubo muchos debates sobre si fue preparada o fruto de la casualidad. Sin embargo, gracias al estudio detallado de la imagen y de la secuencia en vídeo tomada por Genaust se pudo asegurar con total rotundidad que aquella no fue fruto de ningún montaje. Una de las pruebas que se dieron es que sólo se tomó una instantánea, y todos sabían que si se pretendía hacer una escena posada se deberían haber hecho varias tomas, incluyendo desde varios ángulos, por si acaso. Por otra parte, existía una política en la que las imágenes de la guerra debían hacerse de manera que pareciera menos anónima. Debía resaltarse la parte más humana del conflicto, por lo que los fotógrafos tenían instrucciones de mostrar, siempre que pudieran o fuera posible, los rostros de los soldados en plena acción. Es por tanto lógico pensar que, si aquella escena hubiera sido preparada, las caras de aquellos marines estarían mirando a cámara, cosa que no sucede. Además, estaba la filmación de Genaust para confirmarlo.

Dentro de las casualidades que rodearon aquella imagen, estaba la de que entre las doce fotografías que Rosenthal tomó aquel día, dos de ellas quedaron inutilizadas debido a filtraciones de luz en el celuloide, por lo que la famosa foto corrió el peligro de haber quedado velada, privándonos para siempre de aquella escena.

La maldición

Rosenthal abandonó la isla el 2 de marzo, comprobando el resultado de su trabajo dos días después en Guam (otra isla del Pacífico). Será ese día cuando todo indica comenzó aquella extraña maldición que persiguió a todos aquellos que tuvieron algo que ver con aquella escena… Si bien hay que decir que será el propio Rosenthal el único que escapó de su terrible influencia.

Todo empezó con el cámara Genaust, quien aquel día se encontraba junto a un grupo de marines quienes trataban de hacer frente a unos japoneses que trataban de resistir ocultos en aquellas cuevas. Debido a que hacía mal tiempo, y por tanto no pudiendo filmar en aquellas condiciones, decidió cambiar la cámara por un fusil. Aquellos marines habían lanzado varias granadas dentro de una de aquellas grutas y, queriendo comprobar que allí no quedaba japonés vivo, le pidieron que les dejara su linterna para comprobarlo. Genaust se negó a ello, pues les pidió que le dejaran acompañarlos. El caso es que, en cuanto aquellos hombres entraron, fueron recibidos a tiros, pues quedaron varios japoneses vivos. Genaust será el primero en caer, debido a que era quien iba en primera posición y en su empeño en llevar él la linterna para reconocer al lugar. Varios de los marines salieron corriendo de allí, y para evitar más sobresaltos, decidieron volar aquella cueva con dinamita. El cuerpo de Genaust quedó para siempre allí sepultado, no pudiendo ver aquella escena que filmó en la cumbre de Suribachi.

Los marines protagonistas de la célebre foto serán los siguientes, quizás por el hecho de que algo o alguien quería darles una lección por haber recibido un reconocimiento y una gloria que no les pertenecía, ya que esta hubiera correspondido a los primeros que pisaron aquella cima y colocaron la primera bandera… ¿Quién sabe?

El caso es que, tres de ellos, Strank, Block y Sousley, no saldrán vivos de aquella isla, y por tanto tampoco disfrutarán de la tremenda popularidad que cosecharon. Aquellos marines fueron sorprendidos por unos soldados japoneses que se encontraban ocultos tras unas malezas, y con quienes comenzaron a disparar, muriendo estos tres protagonistas, ya que entre ellos también se encontraba otro de ellos, el soldado Cagnon, quien resultó herido y evacuado posteriormente.

Los marines Hayes y Bradley serán los únicos en salir de aquella isla ilesos. Pero tanto ellos como Cagnon pagaron un tremendo precio por aquella popularidad, pues el gobierno norteamericano se empeñó en utilizarlos con fines propagandísticos (incluso se les ordenó participar como actores secundarios en la película Arenas de Iwo Jima, del año 1949, y protagonizada por John Wayne). No obstante, durante un tiempo creyeron que aquello era justo y que debían saborear las mieles del éxito… La realidad fue que ninguno de ellos consiguió superar el hecho de ser tan famosos. Pronto se dieron cuenta de que aquella fotografía los hubo de marcar de por vida, y no precisamente para bien.

Imagen de John Bradley / foto: Wikipedia
Imagen de John Bradley / foto: Wikipedia

Cagnon falleció de un infarto con tan solo cincuenta y cuatro años. Por entonces trabajaba como empleado de limpieza y siempre vivió con la amargura de haber sido alguien célebre pero no haber sido igualmente acompañado de prosperidad económica. Una cosa era ser famoso y otra rico gracias a ello. Por su parte Bradley intentó pasar todo lo desapercibido que pudo. Tuvo siete hijos y se dedicó al negocio de una funeraria, y cada vez que alguien llegaba preguntando por él su familia tenía la orden de decir que se había marchado al Canadá, de donde era originario. Jamás permitió que aquella instantánea fuese exhibida en su casa y, según su mujer, solo habló una vez de aquello que sucedió en aquella isla durante sus cuarenta y siete años de matrimonio. Uno de sus hijos, James, quien estaba presente en aquel momento, nos haría llegar una de las frases de dijo: "Quiero que siempre recuerdes una cosa: que los verdaderos héroes de Iwo Jima fueron los chicos que nunca volvieron a casa". Si bien es cierto que Brandley estuvo toda su vida apoyado por su familia, éste tuvo siempre graves problemas con el alcohol, quizás por ser incapaz de asimilar una fama que no deseaba ni había buscado.

Imagen de Ira Hayes / foto: Wikipedia
Imagen de Ira Hayes / foto: Wikipedia

Por último, nos queda el que será el más renombrado de todos ellos: Hayes, un indio nacido en Arizona que murió alcoholizado con tan solo treinta y dos años, es decir, diez años después de aquello y que sin duda lo marcó, no siendo capaz de resistir las terribles pesadillas que lo acompañaron y que tanto el gobierno, la prensa y la gente se empañaban en que no olvidara. Y, ¿por qué decimos que fue el más renombrado? Pues porque años más tarde el famoso cantautor americano Bob Dylan recogió su vida en una canción, titulada La balada de Ira Hayes. Será el homenaje póstumo a un héroe involuntario que no pudo o no supo sobrevivir a su propia fama.

Para finalizar un breve apunte: el bueno de Rosenthal, quien ganó el premio Pulitzer en 1945 gracias a esta fotografía, lo primero que hizo tras recibir tal galardón fue enviar una copia al sargento Lowery con la siguiente dedicatoria escrita en el reverso: "Al fotógrafo que llegó primero".  

VAVEL Logo