España empieza escribiendo con mala letra el camino que desembocará en los Juegos Olímpicos de Londres. En su primera semana de trabajo, el equipo de Milla evidenció una falta de fondo físico y sincronización que pagó ante la gallarda selección senegalesa. Con un despliegue físico descomunal, los africanos anotaron dos goles, con despiste de la zaga incluido, que fueron suficientes para superar a su rival. Lo demás, un ejercicio de impotencia de España.

Se anunciaba que Senegal plantearía un partido con el físico como elemento principal, y Milla se cubrió las espaldas. De inicio, introdujo dos medios de contención, Koke y Oriol Romeu, y dejó a Isco los mandos del equipo. El resultado no pudo ser más negativo, porque ningún miembro del tridente se llegó a sentir cómodo sobre el césped, mientras que Muniain y Herrera no percutían por los costados. Con todos esos ingredientes, Adrián debió percatarse de que no iba a ser su noche.

Intentó el de Taverga asociarse retrasando unos metros su posición, pero Senegal tenía bien armada la medular. Amparado en su privilegiado físico, el combinado senegalés dictó con soberanía el guion de la primera parte. Nada más iniciar el partido, sacaron a España de su papel, no dejándola triangular y aprovechándose de la técnica que acompaña a varios de sus jugadores. Milla, que apostó por Botía y Domínguez como sus centrales, vio al cuarto de hora como encajaba un tanto de cabeza, asignatura pendiente de España y, sobre todo, de sus zagueros, bastante dispersos toda la tarde.

La propuesta de Senegal a raíz de colocarse con ventaja fue clara, con mejores resultados de los previstos. Y es que España no fue la que acostumbra. Los de Milla tuvieron el balón sólo cuando Senegal quiso, porque ni la pareja de mediocentros se impuso ni Isco fue capaz de tomar el mando de la contienda. El toque de balón resultaba estéril y, fruto de ello, únicamente contabilizaron un disparo a portería en el primer acto.

Lo intentó el seleccionador con el goteo de cambios habitual en estos partidos, pero sus constantes movimientos de piezas no contribuyeron a deshacer la espesura de España. Íñigo Martínez, que comenzó como lateral zurdo y acabó permutando su posición con Domínguez, no desentonó con la apatía colectiva de la zaga. En una incursión por la izquierda de Touré, Mané ya había puesto la puntilla tras rematar sólo en el área a los pocos segundos de la reanudación.

Los minutos que completaron el partido le sobraron a España, incapaz de encontrar solución a cada jugada que se iniciaba. Álvaro Vázquez buscó fijar a los zagueros, Illarramendi ventilar la medular y Tello desbordar por las bandas, pero ni España reluce ni Senegal estaba de rebajas. No obstante, no conviene ser alarmistas. Los Juegos arrancan en menos de dos semanas, pero, a medida que se sucedan las jornadas de trabajo, la selección encontrará el punto de fluidez e inteligencia que le falto para coartar el triunfo de Senegal.

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