Se cumplen hoy veinticuatro días de que sombras y lágrimas se apoderaron de Carranza, y la República independiente de sus gradas. Se cumple casi un mes que el fútbol dio un nuevo revés a una afición maltratada y hoy el olor a nuevo, perfuma las sensaciones que trepan por los cimientos de una tribuna remozada.

Huele a nuevo en Carranza y el apolillado sentimiento de otra época queda enterrado por una nueva ilusión que se respira palmo a palmo y palma a palma acompasada con el ardiente flamear de una antorcha de esperanza. Cádiz que resiste una vez más se renueva y deja fluir por su tribuna el espíritu de la Olimpiada. Y con aires nuevos Carranza se deja atrapar por los cinco anillos de la competición reina del deporte que sella su leyenda con una corona de laurel y una medalla. Y aunque sea solo por un día el carácter amistoso de este enfrentamiento mitiga y enciende el motor de unos corazones a los que regresó la esperanza. Pues hoy el olor a nuevo se anudó a la historia en Carranza para acoger el duelo entre las selecciones olímpicas de México y España. 

Y hablo de historia porque en Carranza se celebraba el Bicentenario de la constitución de 1812, La Pepa daba la bienvenida a México, primer rival no europeo que se enfrentó a la selección española, un 30 de mayo de 1928 en el estadio Olímpico de Ámsterdam. En aquel entonces con motivo de los JJOO y hoy en encuentro preparatorio para las inminentes Olimpiadas.

José Berraondo dirigía a España que subida en el carro de la furia le endosó un contundente 7 a 1 a México, pero aquella España que quedó en el recuerdo no es esta España y, hoy en las últimas ramas del árbol genealógico de la selección española, la filosofía ha cambiado. Aunque en la base nuestro árbol la furia fluye por sus anillos centenarios, es el balón el que ejerce como piedra filosofal de nuestra idea de juego. Aquella que Luis Milla lleva y mantiene viva transmitiéndosela a los chavales que hoy hemos tenido la ocasión de disfrutar en Cádiz.  

Como pudimos comprobar en el anterior duelo ante Senegal, las exigencias son máximas y la competitividad es alta. En tiempos de preparación todo buen escribano tiene un borrón y la selección olímpica española pudo resarcir las dudas generadas ante los africanos en la primera mitad de un duelo en el que fue sin duda muy superior ante el buen conjunto dirigido por Luis Fernando Tena.

España tuvo el mando y el control del partido, Mata entre líneas se impuso en el juego corto y Javí Martínez en el largo, España fue muy superior ante un muy buen equipo que, a diferencia de Senegal dejó jugar. Así tras una internada de Adrián, que propició un córner, Javi Martínez impuso su autoridad aérea en el minuto doce de partido con un cabezazo ante el que nada pudo hacer el guardameta mexicano Jesús Corona.

El gol dio paso a una fase de juego en el que la selección olímpica se impuso por intensidad y movilidad y en el que tan solo le faltó la definición. México intentó imponer su presión y en el minuto 21, Giovani se plantó ante De Gea, que en una rápida salida abortó el peligro. Luego en el 37 de partido Javier Aquino se plantó nuevamenta ante el portero español, que abortó la ocasión con la habilidad de un portero de balonmano. Así con una marcada superioridad de España se llegó a la finalización de los primeros cuarenta y cinco minutos. 

En la segunda mitad el encuentro entró en una fase de sesteo y trabajo táctico que deslució  un tanto el juego para los espectadores. La ola bañó las gradas de Carranza hasta que las bandas reclamaron su protagonismo y Jordi Alba apareció para mostrar su calidad. El carrusel de cambios fue aprovechado por México para tomar el mando del partido, pero España se dedicó a controlar la renta conseguida sin pasar por demasiados apuros e inquietando a la zaga mexicana con el trabajo arriba de Álvaro y Rodrigo. De esta forma España consiguió minimizar la presión mexicana y consolidar una victoria mínima con la que se rearma y reafirma como uno de los firmes candidatos a tocar metal en las inminentes Olimpiadas.