El cielo se despeja, pero la tormenta brota del asfalto. No está guiada por los truenos, sino por el sonido ensordecedor de los cláxones de los taxis y los coches oficiales. Esto es Londres, la 'City', la capital del deporte durante las próximas dos semanas. Pero también un embudo al volante. Con la progresiva llegada de todas las delegaciones de deportistas, circular por avenidas como Oxford Street o Piccadilly Circus se está convirtiendo en una verdadera odisea. Y si no que se lo pregunten a David Ferrer o Anabel Medina, dos de las principales bazas españolas en la cita olímpica que arranca este 28 de julio en las pistas de Wimbledon, que para acceder a la Villa Olímpica desde el aeropuerto de Heathrow la pasada noche debieron lidiar con un recorrido tortuoso y con un conductor con poca pericia por las arterias londinenses. "Lo nunca visto. Si hasta llegamos a ir en dirección contraria", sentencia el de Jávea, que no vio su almohada hasta las 03.30 de la madrugada.
Sol y sonrisas.
Por segundo día consecutivo en lo que va de mes de julio, en Wimbledon luce el sol. Lo celebran los tenistas, como el propio Ferrer o Feliciano López, que hoy pudieron ejercitarse en una de las pistas exteriores. Pero también la organización del torneo, que vive pendiente de que los nuevos paneles de hierba se asienten antes de dar el pistoletazo de salida. Hace apenas 16 días de la final de Wimbledon, y el fondo de la Central aún no se ha recuperado de todos los esfuerzos y pisadas. Así se pudo comprobar durante la entrega de la antorcha olímpica de Andy Murray a Venus Williams. El escocés, que vuelve a arrastrar los fardos de todo el Imperio Británico, llegó desde su domicilio, en Cobham, a escasos 15 minutos de Wimbledon. "Pasaré un par de noches en la Villa y luego, cuando arranque el torneo, volveré a casa", cuenta. Lo tiene claro. Mejor evitar el laberinto que propone Londres.