La natación siempre ha sido una disciplina de difícil acceso para el deportista español. La carencia de recursos (piscinas climatizadas, entrenadores, dietistas...) hacía que estuviéramos en clara desventaja con nuestros rivales. El desarrollo económico del país permitió a los nadadores contar con mejores instalaciones y desarrollar una mejor preparación de cara a la competición.

David López Zubero fue el primer español que consiguió una medalla para la natación española. Consiguió un valioso bronce en los Juegos Olímpicos de Moscú (1980) en la prueba de los 100 metros mariposa. En Seúl ’88, Sergio López se hizo con un nuevo bronce en la categoría de 200 metros braza.

Los mejores resultados del pasado siglo se consiguieron en Barcelona ’92. Los 200 metros espalda encumbraron a Martín López Zubero (hermano pequeño de David) a lo alto del cajón. A este oro se unió la plata conseguida por la selección masculina de waterpolo.

En Atlanta ’96, los chicos capitaneados por Manel Estiarte se proclamaron campeones olímpicos. En el 2000, Nina Zhivanevskaya logró un nuevo bronce en los 100 metros espalda.

En los Juegos Olímpicos de Atenas nos fuimos de vacío. Sin embargo, las chicas de la natación sincronizada nos dieron dos alegrías en Pekín. Las medallas de plata obtenidas  por todo el equipo y por el dúo formado por Gemma Mengual y Andrea Fuentes fueron un éxito sin precedentes.

Mireia, la gran triunfadora

Este año sabíamos que los metales estarían muy caros en la piscina olímpica de Londres. Reflejo de ello es que nombres que han sonado en mundiales y europeos como Erika Villaécija o Aschwin Wildeboer no han rendido al nivel de sus rivales.

La única representación española en las finales ha sido la de Mireia Belmonte. La de Badalona ha participado en seis pruebas. Es una muestra de su inmensa mejoría en los últimos años. El Mundial de Dubai de piscina corta (2010) ya la coronó como una de las firmes promesas de la natación española. En este campeonato se colgó 3 medallas de oro (200 mariposa y 200 y 400 estilos) y una medalla de plata (800 metros libres).

Sin embargo, el nivel olímpico está por encima del de cualquier otro campeonato. Su trascendencia deportiva y social supone un plus extra de presión y también de motivación para todos los participantes.

La catalana disputó en primer lugar la final de los 400 estilos. Las cosas no salieron bien y quedó relegada a la última plaza. Posteriormente, fue eliminada de las pruebas de 400 libres, 200 estilos y del relevo 4x200. La prensa se cebó con ella.

En la final de 200 metros mariposa cambió su planteamiento. Consciente de que no tenía nada que perder, Mireia se tiró a la piscina y comenzó a marcar un ritmo de vértigo. A falta de 50 metros, lideraba la prueba. En ese momento, el esfuerzo comenzó a pasarle factura, además, la jovencísima Ledecky se había reservaddo lo mejor para el final. Mireia conseguía su primera medalla olímpica, una plata que mucha falta hacía a la representación española.

El sueño se había hecho realidad. Las intensas sesiones de entrenamiento con Frederick Vergnoux – su entrenador – habían merecido la pena. La alegría de Mireia era inmensa. En la ceremonia de entrega de medallas apenas podía contener la emoción.

Aún quedaba por disputar la final de los 800 metros libres. A priori, una de las pruebas que menos gustaban a la nadadora española. En la rueda de prensa posterior, Mireia aseguró que “800 no me gustaba nada, era muy largo y aburrido”. La badalonesa trató de seguir el ritmo de las favoritas guardándose fuerzas para el final. En los últimos metros echó el resto y fue superando rivales hasta quedar en segunda plaza.

Increíble. Una nadadora española conseguía dos medallas de plata en los mismos Juegos. Una joven que se aficionó a la piscina porque el médico se lo recomendó para sus problemas de espalda. ¡Bendita sea tu escoliosis y bendito sea tu médico!