70 años de “El principito”

Una obra escrita por un niño adulto, quizás por un adulto que se cree un niño pero más acertado sería decir, una obra escrita por el niño de un adulto. Así es “El principito”, obra más que erróneamente reconocida universalmente por su fachada infantil, didáctica, ya que detrás encierra una rosa adulta, llena de espinas a lo largo de todas sus páginas.

El  6 de Abril de 1943 nacía la primera edición de esta pequeña obra, escrita por el aviador y escritor Antoine de Saint-Exupéry. Desde entonces, siete décadas después, se ha convertido en toda una fábula conocida universalmente, siendo el libro no religioso más traducido en toda la historia. Multitud de niños han tenido entre sus manos esta novela y la gran mayoría de ellos no habrán podido ver en él qué lo hacía tan especial. La visión ingenua de todo el cambio adulto, es la visión del propio niño que no logra entender porqué debería aprender de este libro.

La novela, pese a su aparente simplicidad, no está dirigida a la lectura de un joven lector, la obra encierra toda la ingenuidad, la belleza de la infancia, que debe renacer del lector más adulto y experimentado. Como el propio Saint-Exupéry pone de manifiesto en la dedicatoria del libro,  se lo dedica no a un adulto, sino al niño que fue ese adulto. 

La obra es en sí, un suspiro al pasado del hombre, al niño que fue en su más feliz infancia, donde la imaginación, la amistad y el amor, son sentimientos que lo ocupan todo dentro del corazón. Desde el inicio de la obra, se critican las acciones adultas, las cuales solo intentan “redirigir” al niño, en lo que ellos son, negándose a ver la belleza de la ingenuidad. Con ello, el autor expone de una forma simple a la vez que armoniosa, la superioridad infantil a la hora de entender su entorno, donde el niño sólo necesita imaginar para ver, mientras que el adulto necesita de datos, realidades y  pruebas para cerciorarse de la verdad: "Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones", así el autor, intenta aflorar el niño que antes fue el lector.

El viaje por los mundos

El viaje del principito a lo largo de toda la obra, es una travesía donde conoce uno por uno a personajes, que son el reflejo de lo que encontrará en el planeta Tierra; descubre las diferentes personalidades adultas. Un rey sin súbditos, cuya única felicidad es encontrar a quien gobernar. Un hombre vanidoso, fiel reflejo del egoísmo humano y su ansia de superioridad, que al encontrarse solo en un planeta minúsculo, es una metáfora sobre la inutilidad del deseo de admiración social. El borracho, tercer personaje que encuentra el pequeño príncipe, no es más que el hombre sin ambición, el hombre conformista que bebe para olvidar la vergüenza que siente por él mismo al desperdiciarse durante su vida. En cuarto lugar, el pequeño ingenuo se encuentra con un hombre de negocios, cuya única y exclusiva ocupación es contar las estrellas del cielo, y administrárselas como si de un bien propio se tratase, este hombre vivía por y para ello, creyéndose más rico solo por el hecho de tener más estrellas. Tras él, el principito encuentra un farolero, cuyo único cometido es trabajar de forma monótona pero leal, y precisa, lo que hace saltar la admiración del pequeño príncipe; este personaje refleja al adulto que hace siempre de su trabajo la mayor de sus importancias, dejando de lado los sueños y sus intereses. Por último, el protagonista de la obra da con un planeta donde hay un geógrafo, gran experto de la geografía, pero que se negaba a explorar aquello de  lo que tantos conocimientos tenía. Este último personaje presenta al principito la idea de lo efímero, trastocando la más pura inocencia infantil, obligándole a temer aquello a lo que nunca había temido. Cuando llega a la Tierra, el principito se encuentra en un planeta donde hay “ciento once reyes, siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de ebrios y trescientos once millones de vanidosos”.

Con la llegada a este planeta tan adulto, el principito encuentra a un aviador que cayó en el desierto (similar a una parte de la vida del propio autor), este hombre presenta a un adulto redirigido el cual de niño tuvo la imaginación y felicidad infantil, pero se vio obligado a cambiar puesto que el resto de adultos carecían de su interior. Gracias al pequeño personaje, el aviador redescubre todo aquello que de niño fue, volviendo a ver la esperanza y felicidad aun estando en una situación extrema y peligrosa.

La obra en sí es una metáfora donde a través de determinado seres como una rosa o un zorro, se enseñan valores como el amor, la amistad y los lazos que se realizan con ellos. El principito es un personaje que enseña al adulto los valores que muchos creen tener que enseñar sólo a los niños. El valor de ver las cosas más allá de las apariencias, “Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos”.

De forma mágica terminó la vida del autor, quien siempre buscó, como el protagonista de su obra, al principito. A bordo de su avión, dirigiéndose hacia Córcega para compartir batalla con Los Aliados, desaparecía Antoine y su vehículo en 1944, sin encontrarse rastro alguno de ambos. Si bien leído está el libro, no pretenderemos encontrar explicación alguna, el hombre huyó de un mundo terriblemente adulto, hacia aquel asteroide B 612 donde le esperaba el pequeño de los cabellos de oro, con una carcajada, que nunca pudo olvidar.

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