Nada en la nada
www.ucm.es.

El titulo de la novela procedía de un poema de Juan Ramón Jiménez y parecía un duro mentís a las reservas de ilusión de la sociedad española y desde luego al triunfalismo totalitario de la posguerra. La prosa, en su sencillez, estilística, en su expresiva adjetivación, parecía una réplica al encrespamiento barroco y la brocha gorda de los narradores del Régimen. Su puntura de ambientes con pinceladas expresionistas lograba crear el clima preciso para sugerir la percepción emotiva de Andrea. Nada desató una catarata de encomios, algunos procedentes de maestros de la posguerra como J.R. Jiménez o Azorín pero no faltaron comentarios adversos como de el Jorge Semprún o el de Carmen Conde.

El éxito le llevó al fracaso

El ruido del éxito recluyó a Laforet en un insospechado silencio de 6 años del que saldría en 1951 primero en las páginas de Destino y en 1952 su obra La isla y los demonios. Aunque con una prosa menos titubeante y una técnica compositiva más firme, parecía la escritora había querido volver a contar la historia de Andrea trasplantándola al paisaje idílico de Canarias y modificando los rencores en que se cuece la familia de la protagonista. Marta es una niña que atisba soñadamente el universo de los adultos, del que por otro lado permanece al margen y ansia abandonar la isla para comenzar una vida nueva.

No acompañó la suerte a esta novela y quien iba a ingresar en una vida nueva era la escritora ya que sufrió una conversión religiosa y este misticismo le hizo creer que toda su vida anterior había sido un error. De aquella nueva etapa apareció La mujer nueva en 1955 cuya protagonista Paulina ve la luz de Dios en un trayecto de tren. Laforet volvía a bombear en su literatura sus propias experiencias pero en esta ocasión la novela contenía una espiritualidad enfermiza y subyugada acorde con la educación moral represiva que el nacionalcatolicismo reservaba a la mujer.

Aquellos hervores misticistas se calmaron con los años y la sublimación de los deseos insatisfechos volvió a encauzarse hacia un nuevo proyecto. Lo tituló Tres pasos fuera del tiempo y había de ser una trilogía. Con el objetivo de cortar la unión entre su vida y la literatura creó al personaje de Martín Soto, que había completado su peripecia vital. Pero Martin volvía a ser un adolescente con dificultades de integración, huérfano de madre y con el transfundo de la posguerra.  La trilogía nunca llegó a completarse puesto que únicamente publicó Lainsolación en 1963 y Alvolver la esquina en 1973, aunque no vio la luz hasta el 2003.

Sin saberlo abrió una senda que iban a transitar en breve plazo muchas escritoras. Aquella joven universitaria que había leído a Proust a los 16 años, volcaba en la novela su propia videncia de recién llegada a Barcelona para cursar Filología Románica y algunas de sus andanzas antes de transladarse definitivamente a Madrid.

Obra eterna

Su permanente atractivo residen la inocencia y sensibilidad de una muchacha  ávida de experiencia que llega a la estación de Francia sin que nadie la esperase en octubre de 1939 y poco a poco se va adentrado en una ciudad “liberada” pocos meses antes con el afán de renacer. Sin embargo lo que le aguarda es una pesadilla en el piso familiar que es una imagen a escala de la España degradada y rota por la guerra. Sus tíos Juan y Román corrompidos y enfrentados por un odio caninita, están rodeados de mujeres fantasmales que forman una especie de aquelarre tenebroso. Del escenario gótico que Andrea se encuentra solo podrá escapar a través de su grupo de amigos universitarios.

VAVEL Logo