El Bien contra el Mal o la simplicidad del reencuentro con Dios de C.S. Lewis
Diseño: Ana Mª Gil 2013 / Fotos: Morguefile.com

Si algo no son los personajes de la obra de Lewis es profundos, a pesar de la gran cantidad de códigos ocultos, referencias a la biblia y figuras mitológicas que se pueden encontrar en su obra. No debería esperarse de alguien aparentemente tan complejo, pues sus idas y venidas en la fe pueden dar la sensación, bien de ser alguien muy influenciable o, por contra, ser alguien con las ideas muy claras y capaz de rectificar. Si se ahonda en la historia de este escritor, esta claro de influenciable no era y que, tal vez, su noria particular con la religión tampoco era tal. El único motivo que le llevó a renunciar a sus creencias durante un tiempo fue que para él eran más una serie de tareas impuestas por el oficialismo eclesiástico de la fe en la que había sido bautizado, que no tenían mucho sentido para él y que no le convertían en mejor persona.

“Muy molesto con Dios por no existir”

De hecho, para apoyar su ateísmo solía citar a Tito Lucrecio Caro, filósofo romano, “Nequaquam nobis divinitus esse paratam Naturam rerum; tanta stat praedita culpa” (Si Dios hubiera diseñado el mundo, no sería un mundo tan frágil y defectuoso como lo vemos). Sin embargo, lo que realmente acabó admitiendo en su autobiografía es que estaba “muy molesto con Dios por no existir”, vamos, que quería creer, pero la obviedad del mundo en que vivía no le daba motivos para ello.

Quizá fuera por eso que a su buen amigo Tolkien, a pesar de diversas discusiones, no le costase trabajo atraerlo hacia el buen camino de la religión cristiana, sin embargo, era católico ferviente y no consiguió atraerlo tanto, ya que Lewis se convirtió a la iglesia anglicana. Así que Lewis escribió de este retorno a la fe que había entrado en el cristianismo “pateando y gritando”.

Será pues su fe la que le llevará a formar parte de una sociedad de escritores cristianos de Oxford conocida como “Inklings” y en la que su obra se verá influenciada por otros autores como su amigo J.R.R. Tolkien, Charles Williams, Roger Lancelyn Green o su hermano Warren Lewis. La de él a su vez influenciará en la de ellos, en especial en la de Tolkien, pues escucharía a éste pacientemente leerle “El Señor de los Anillos” durante la época en que lo estaba fraguando, dándole Lewis más de un consejo sobre su trama y personajes.

“El mal siempre tienta al bien”

Su obra más compleja y en la que más se puede apreciar toda esta diatriba intelectual que se llevaba con la religión es sin duda “Cartas del Diablo a su sobrino”, dedicada cariñosamente a su buen amigo Tolkien, quien tras diversas discusiones le había colocado de nuevo en el camino de la fe. Se trata de una obra satírica de género epistolar que recopila una serie de cartas de un diablo anciano llamado Escrutopo que dirige a su joven sobrino, también diablo, Orugario. Esta obra entre otras cosas, recupera la idea del pecado mortal, un concepto más católico que anglicano, por lo que muchos estudiosos de su obra, y en especial católicos, consideran que Lewis estaba más cerca de las creencias católicas de lo que él mismo siempre quiso admitir.

Sin embargo, las obras por las que más se conoce a este autor, serán fundamentalmente dos sagas de géneros de ficción diferentes: “Las Crónicas de Narnia” de fantasía y la “Trilogía Cósmica” de ciencia ficción. Ambas sagas tienen un eje común: el Bien contra el Mal.

Y es que no importa lo mucho que complique la trama, no importa lo mucho que se vea influenciada por la biblia, por la mitología greco-romana o por la irlandesa. Lo cierto es que, al final, cualquiera de sus obras tiene solo un único eje argumental. Es una simplificación de ideas que se plasma en los personajes, pues su naturaleza les hace estar en un lado u otro de la balanza y comportarse acorde se espera de ellos, aunque los buenos siempre se vean tentados por el mal y cometan errores que pueden ser perdonados siempre que se rectifique a tiempo.

Si “Cartas del Diablo a su sobrino” es un ejemplo de la fragilidad del ser humano y de su exposición al mal, “Las Crónicas de Narnia” representan a la evolución y madurez de la humanidad y todas las pruebas que esta tiene que superar como la guerra, el hambre o la tiranía, mientras que la “Trilogía Cósmica” sería una toda una reinterpretación bíblica del origen de todo y de la figura de la sagrada trinidad que explica de una forma simple como un Dios se hace hombre y sacando a colación temas quizá mucho más profundos que en otras obras como la culpa y la responsabilidad.

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