El estadio Ford Field de la ciudad de Detroit albergó a más de 68 mil personas que presenciaron, bajo un frío intenso, el partido más importante de la temporada 2005. El show del medio tiempo fue uno de los más esperados de la historia y The Rolling Stones sonaron en Míchigan pese a las quejas de los ciudadanos, que preferían un grupo identificado con la metrópoli. Las autoridades asumían el compromiso de cambiar la imagen de la ciudad, tras aquellas violentas imágenes de 1967, con aquellos disturbios raciales en erupción. La urbe lucía diferente y las cuatro décadas valieron para modernizarla. Los campeones de la temporada arribaron unos días antes para relacionarse con el clima hostil, aunque en Seattle y en Pittsburgh las temperaturas no eran diferentes.

Seahawks había hecho historia al consagrarse campeón de la  Conferencia Nacional (NFC) ante Carolina Panthers. La franquicia que ingresó a la NFL en 1976, alcanzó la cima luego de un record de 13 ganados y 3 perdidos, con 11 triunfos consecutivos y siendo el equipo que más puntos consiguió. No obstante, el favorito era el vencedor de la AFC, que llegaba con el peso de su historia y con un plantel de experiencia para conquistar el quinto título nacional, tras 26 años de sequía.

El entrenador de Seattle, Mike Holmgren, quien había ganado un título de Súper Bowl con Packers, había potenciado una estructura equilibrada, con una ofensiva temeraria y una defensiva bastante ruda. El mariscal de campo, Matt Hasselbeck, debió adaptar su estrategia para conjugar los lanzamientos con el ataque terrestre porque el corredor, Shaun Alexander, fue el jugador más valioso de la temporada, tras sumar 1.880 yardas y 28 touchdowns.

Del otro lado, el carismático Bill Cowher arrastraba la amargura de 1996, aunque por dentro estaba seguro de que ese día (5 de febrero de 2006) culminaría con una sonrisa. El joven quarterback le transmitía confianza. Ben Roethlisberger, con 23 años y dos temporadas, asumía una mirada profunda aquella tarde. El conductor de la ofensiva estaba rodeado de jugadores experimentados, quienes eran considerados líderes del equipo. Jerome Bettis tenía pensado retirarse luego del partido, nada menos que en su ciudad natal. La potencia del corredor de Steelers, apodado “El Autobús”, y la destreza de los receptores Hines Ward y Antwain Randle-El, eran los pilares de la ofensiva.

Sin embargo, el encuentro no fue tan espléndido, aunque tuvo momentos épicos. El quarterback del campeón reinante, Tom Brady, realizó el volado de la moneda para el sorteo. El primer cuarto resultó un fiasco, con dos defensivas sólidas y herméticas. Un gol de campo de Seahawks abrió el marcador, mientras “Big Ben” aún no encontraba a sus receptores y tampoco prosperaban los avances por tierra.  A pesar de ello, Pittsburgh tuvo dos jugadas memorables que culminaron con anotaciones. La primera de ellas la generó el corredor Willie Parker, quien logró un acarreo de 75 yardas, todo un récord de Súper Bowl. No sería la única marca del día…

Roethlisberger fue interceptado por Kelly Herndon y su regreso culminó de la mejor forma para descontar. Pero Pittsburgh realizaría una acción extraordinaria para cambiar el rumbo del partido, cuando se combinaron los receptores. Así, Randle-El lanzó un pase de touchdown hacia Hines Ward, algo inédito en un Súper Bowl, mientras Roethlisberger encabezó el bloqueo para el movimiento reversible.

“Big Ben” es el quarterback más joven en conquistar el título, aunque tuvo el peor juego de un mariscal de campo en este tipo de finales: 9 pases completos de 21 lanzamientos, 123 yardas sumadas, dos intercepciones y un touchdown terrestre. En tanto, Ward fue elegido el MVP del partido, con 5 pases atrapados de 123 yardas, un touchdown y 18 yardas en acarreos. Por su parte, Seahawks se convirtió en el segundo equipo en perder el Súper Bowl habiendo superado en yardas y pérdidas de balón al ganador.