La temporada 2014 de los New England Patriots se vio irremediablemente marcada por la famosa debacle de Kansas City. En aquel partido, disputado en el Monday Night Football de la cuarta jornada de competición, Tom Brady fue interceptado en dos ocasiones —además de cometer dos fumbles, perdiendo uno de ellos— y los chicos de Bill Belichick fueron barridos por completo con un resultado final de 14-41. Trent Dilfer pronunció unas palabras en el postpartido que acabarían grabándose a fuego en las mentes de los aficionados de la franquicia de Foxboro: "Hay que afrontarlo. Los New England Patriots... Ya no son buenos". 

"On to Cincinnati"

La semana que siguió a aquel partido estuvo repleta de polémica. Se llegó incluso a poner en duda la titularidad de Brady, del cual decían que estaba acabado. A todo eso Belichick respondía con las mismas palabras: "We're on to Cincinnati" (Pensamos en Cincinnati). Las palabras hacían referencia a la filosofía de la franquicia, siempre orientada al siguiente obstáculo que hay en su camino, sin pensar en lo que quedó por detrás o en lo que habrá mas allá. Los New England Patriots solo perderían un encuentro en los meses sucesivos, el disputado ante los Packers en Lambeau Field. Aseguraron el primer puesto de la conferencia a falta de una jornada de temporada regular —perderían el intrascendente partido final de la campaña ante los Bills, disputado con suplentes— y marcharon a la postemporada como favoritos a todo.

Remontadas y polémicas

Los Patriots se enfrentaron a los Ravens en la ronda divisional, teniendo que remontar una desventaja de catorce puntos en dos ocasiones durante el encuentro. Para ello recurrieron a varias jugadas con truco, como el famoso doble pase que involucró a Edelman y Amendola y que acabó en una anotación de unas cincuenta yardas. Utilizaron formaciones confusas, mezclando hombres de línea con receptores inelegibles, y aprovecharon el desajuste en la defensa de Baltimore para devolver la chispa a su equipo. John Harbaugh se quejó amargamente de estas formaciones durante el partido y después del mismo, a pesar de ser un movimiento legal. La regla sería revisada a petición de los Ravens y en 2015 se estableció que los receptores que se designaran como inelegibles tendrían que alinearse dentro del tackle box.

La polémica más grande —y para muchos absurda— llegaría tras el duelo de final de conferencia que enfrentó a los Patriots con los Colts. Los visitantes se quejaron de que los balones que usaba New England para su ataque estaban ligeramente desinflados. La historia comenzó a crecer y acabó conviertiéndose en lo que se bautizó como "Deflategate", trama que a día de hoy sigue levantando interrogantes y sonrojando a más de uno alrededor de la liga.

De vuelta a Arizona: Super Bowl XLIX

Los New England Patriots se enfrentarían a los Seattle Seahawks en la cuadragésimo novena edición de la Super Bowl. El partido se celebraría en el University of Phoenix Stadium, hogar de los Arizona Cardinals. El estadio había albergado el gran partido en otra ocasión, siete años atrás, cuando los New England Patriots de la temporada perfecta cayeron derrotados ente los New York Giants de Eli Manning y Tom Coughlin.

El partido se presentaba como el duelo más interesante que podía haber. Los New England Patriots, el equipo que acumuló tres anillos y dos visitas más al gran partido, se las veían con los vigentes campeones, los Seattle Seahawks, que buscaban convertirse en el equipo referencia de la liga consiguiendo enlazar dos anillos consecutivos. Además, el encuentro enfrentaba a la mejor defensa de la liga contra uno de los mejores ataques. Pete Carroll, entrenador de los Patriots en los noventa, se las veía con su antiguo equipo. El enfrentamiento entre Carroll y Belichick era, además, uno entre dos de los mejores entrenadores de la NFL. En cuanto a los quarterbacks, Brady y Wilson representaban por un lado la veteranía y la excelencia y por el otro la juventud y la frescura, respectivamente. Sobre el papel era imposible pedir más.

Los Patriots comenzaron moviendo el balón y ya en el primer cuarto se encontraban metidos en la zona roja del campo rival, buscando anotar en el primer periodo de la Super Bowl por primera vez en toda la era de Brady y Belichick. Una intercepción de Jeremy Lane impidió que sucediera, pero los Patriots acabarían rompiendo la igualdad inicial en el marcador mediante un pase de Brady a LaFell en el segundo cuarto.

El ataque de los Seahawks no conseguía establecer una secuencia ofensiva duradera, habiéndose impuesto la defensa de New England durante el primer cuarto y gran parte del segundo. Los campeones buscaban un revulsivo y lo encontraron en Chris Matthews, un receptor no drafteado que raspaba los dos metros de altura. Encontrándose emparejado con Kyle Arrington (1,78 m), el atacante de Seattle se veía en una situación muy ventajosa. Wilson lo aprovechó lanzando un pase largo a una ruta vertical y los Seahawks se colaron en el territorio de New England. Poco después Marshawn Lynch rompería la línea de gol, devolviendo la igualdad al marcador.

Tom Brady no se quedó de brazos cruzados y orquestó una rápida secuencia ofensiva que acabó con Rob Gronkowski zafándose de la cobertura al hombre de Bobby Wagner y recibiendo un pase en la zona de anotación a treinta segundos del descanso. Treinta segundos que acabaron siendo más que suficientes para los Seahawks. Wilson conectó con Lockett en un pase largo, yardaje al que se añadió una penalización de quince más debido a que su marcador le había agarrado la máscara. Con la excelente posición de campo Carroll indicó a Wilson que, en caso de buscar el touchdown, tendrían que hacerlo con un pase dirigido a la zona de anotación. Y así lo hicieron. Wilson buscó de nuevo a Chris Matthews, que se elevó en esta ocasión sobre Logan Ryan y se hizo con el balón en la pintura, empatando el encuentro a 14 al descanso.

Los Seahawks mantuvieron la inercia y se impusieron a su rival en el tercer cuarto. Anotaron diez puntos e interceptaron a Brady una segunda vez, abriendo una brecha importante en el marcador —nadie había ganado una Super Bowl tras ir perdiendo por diez puntos— y mandando el partido al último periodo. Los Patriots estaban heridos, pero no derrotados, y Tom Brady se dispuso a hacer magia una vez más.

The Comeback Kid 

Cuando tienes a Tom Brady en tu equipo es muy difícil dar un partido por perdido. Los Patriots llevan años encomendándose a la mística del doce, que parece tener una marcha extra cuando más complicada se pone la situación. En el partido más importante del año, ante la mejor defensa de la liga y diez puntos por debajo en el marcador, Brady se colocó el caso y se puso a trabajar.

Lideró a su equipo en una secuencia ofensiva impecable en la que tuvo que convertir una situación de tercer down larguísima. Dio un par de pasos hacia adelante en el pocket —mala señal para la defensa— y encontró a Edelman en el centro del campo. El ágil receptor de los Patriots no saldría indemne de la jugada, pues apenas décimas de segundo después de atrapar el ovoide recibió un golpe durísimo de Kam Chancellor. Edelman consiguió mantener la posesión del balón y, a pesar de agravar los dolores de cadera que sufría desde la final de conferencia, se mantuvo en el campo para poco después recibir otro pase en una ruta cruzada y colocar a su equipo a pocas yardas de la zona de gol. Brady encontró dos jugadas después a Amendola en el fondo de la end zone y los Patriots acortaron las diferencias.

La defensa de los Patriots se subió al carro de la remontada y secó a la ofensiva de Seattle, otorgando a Brady y su ataque la oportunidad de darle la vuelta al encuentro. Esta vez la secuencia la protagonizó Gronkowski, que venció una cobertura al hombre de Chancellor en una ruta cruzada y consiguió mover las cadenas en otra ocasión gracias a una rutal curl. Un pase exterior a LaFell los dejó a pocas yardas de los seis puntos, y ahí Brady se la puso en las manos a Edelman tras ejecutar el receptor una brillante zig route. Los Patriots voltearon el marcador y tomaron la delantera por 28-24. Con todavía dos minutos en el reloj, los Seahawks contaban con tiempo de sobra para llevarse el gato al agua.

El dejà-vu de Tyree

La situación era familiar. En la Super Bowl que los Patriots disputaron en ese mismo estadio ante los Giants, Brady había conectado con Moss en la zona de anotación para poner a su equipo cuatro puntos por delante con apenas un par de minutos en el reloj. Lo que sucedió en aquella ocasión es sabido por todos: Eli Manning escapó de toda la línea defensiva de New England y lanzó el balón. David Tyree saltó y, ante la presión de Harrison, consiguió atrapar el balón a duras penas entre su mano y el casco. Poco después Manning conectaría con Burress y daría el título a los neoyorquinos.

Los fantasmas volvieron a sobrevolar a los de Foxboro cuando Wilson buscó a Kearse en un pase largo y, a pesar de ser desviado por Butler, el balón botó numerosas veces en el cuerpo del receptor. Kearse acabó asegurando la posesión del balón y todo el aire abandonó el estadio. Inmediatamente la realización mostró repeticiones de la famosa jugada de Tyree. Las caras en el banquillo de los Patriots contaban la historia. Los Seahawks se encontraban a tiro de los seis puntos y el tiempo se agotaba.

Un héroe inesperado

Los Seahawks se disponían a anotar consumiendo la mayor cantidad de tiempo posible. Con un puñado de segundos en el reloj, un placaje con el hombro de Hightower impidió a Lynch cruzar la línea de gol, pero el balón se encontraba en la yarda 1. Cuando todo el mundo esperaba que Belichick pidiese un tiempo muerto y que los Seahawks mandasen una carrera de Lynch para llevarse el Lombardi a casa, el fútbol americano volvió a sorprendernos.

Belichick observó la confusión en el banquillo rival, por lo que consideró oportuno dejar correr el reloj y no darles la oportunidad de replegarse y pensárselo en la banda. Cuando la pelota se puso en movimiento, Wilson se echó atrás para pasar el balón. El objetivo de la jugada era Ricardo Lockette, pero en cuanto el balón abandonó su mano un destello blanquiazul se interpuso entre el mismo y su destinatario, rodeando el ovoide con sus manos y asegurando una intercepción tan espectacular como imprevisible.

En medio del jolgorio y la confusión se levantó del suelo, triunfante, Malcolm Butler. Balón en mano y lágrimas en los ojos, un jugador que no había sido drafteado y que apenas había disputado minutos a lo largo de la temporada, daba a los New England Patriots su cuarto anillo. Los Patriots volvían a ser los campeones, diez años después de la consecución de su último Lombardi. Una estrella acababa de nacer en Arizona.

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