De suplente de Carson Wentz a MVP de la Super Bowl LII por conducir a los Philadelphia Eagles a ganar su primer anillo. Este sería el resumen de la temporada 2017 de Nick Foles, el quarterback de los campeones del presente año y que ha hecho unos playoffs inolvidables. Foles ha demostrado lo gran jugador que es y que lo de la temporada 2013, cuando jugó a tan alto nivel para los mismos Eagles, no fue una casualidad. El staff técnico, con Doug Pederson a la cabeza, merecen también un reconocimiento por haber encontrado la fórmula de recuperar al mejor Foles, pero ha sido el mismo quarterback quien ha callado muchas bocas.

¿Quién creía en Foles?

Y las ha callado porque cuando Wentz se lesionó de su rodilla en diciembre en el fatídico encuentro contra los Los Angeles Rams, prácticamente nadie creía en que Foles podía ser un sustituto de garantías. Los Eagles, con un registro de 13-3, quedaban como primeros clasificados de la NFC, pero a pesar de ello, se les daba la condición de underdog, es decir, de no favoritos, en cada uno de los partidos disputados en los playoffs. Viendo el pobre nivel que Foles había mostrado en las tres jornadas de temporada regular que había jugado, tampoco era descabellado dar a los Atlanta Falcons, Minnesota Vikings y New England Patriots como favoritos ante los Eagles.

Pero Foles hizo una sólida actuación en la ronda divisional ante los Falcons. 23 pases completados y 246 yardas es más de lo que muchos esperaban, y sirvieron para que los Eagles se impusieran 15-10. Posteriormente vino la apoteosis. 26 pases completados, 352 yardas y 3 touchdowns ante los Vikings, mostrando un liderazgo y una confianza encomiables en el triunfo de Philadelphia 38-7 que hacía avanzar al equipo a la Super Bowl. Finalmente, en la final continuó con su estado de gracia y lideró a los Eagles a la victoria contra los Patriots 41-33, con 28 pases completos, 373 yardas y 3 touchdowns. Sus números no han parado de mejorar, y con todo merecimiento, se llevó el MVP de la Super Bowl LII.

Su carrera hasta el MVP

La carrera de Foles da para escribir un libro. Fue elegido en el draft de 2012 (tercera ronda) cuando el ahora entrenador de los Chiefs Andy Reid dirigía a Philadelphia. Con Michael Vick titular, las opciones de jugar eran, en realidad, bastantes altas, ya que por unas cosas u otras, Vick siempre podía caer en cualquier momento. Y así fue, entrando en escena en la segunda mitad de su temporada rookie tras una conmoción sufrida por Vick. No fue un año debut fácil para Foles (como a tantos quarterbacks les pasa, dicho sea de paso). Con él, los Eagles ganaron un partido y perdieron seis.

Pasó el largo verano que separa temporada y temporada y Vick seguía como titular. Esta vez aguantaría pocas semanas, y Foles disputó prácticamente todos los partidos. Y ese 2013, bajo el sorprendente e innovador método de Chip Kelly (que así fue hasta que las defensas supieron como jugarle), Foles brilló de forma impresionante. Cifras casi históricas.

El quarterback lanzó para casi 3.000 yardas, 27 touchdowns y… ¡solamente dos intercepciones! El passer rating logrado ese año es el tercer mejor de la historia: 119.2, solo por detrás de Aaron Rodgers en 2011 y de Peyton Manning en 2004. Y la guinda del pastel: consiguió igualar el récord de máximo de pases de touchdown en un solo partido, con sus siete lanzamientos ante los Raiders.

Capaz de todo esto, su carrera fue decayendo hasta este año. En 2014, con unos números más humanos pero liderando a los Eagles a un récord de 6-2, se lesionó la clavícula y ya no volvió. Entonces, Philadelphia apostó por Sam Bradford y mandó a nuestro protagonista a los St. Louis Rams.

El ataque no funcionaba (quien lo diría viendo a estos Rams) e incluso fue enviado al banquillo en favor de Case Keenum. Jared Goff entró en escena en la offseason siguiente y Andy Reid lo fichó para los Chiefs (ya se conocían del primer año de Foles en los Eagles).

Como suplente de Alex Smith, jugó tres partidos luciendo buenas estadísticas. Reincorporado a los Eagles esta temporada, se le presentó la oportunidad perfecta para reivindicarse cuando Wentz cayó lesionado en diciembre, de demostrar que lo de 2013 no fue una casualidad, y de demostrar que sin Wentz, los Eagles seguían siendo grandes y podían ganar la Super Bowl. Y lo ha hecho con creces.