Hace ya muchos años la Academia Naval de los Estados Unidos contaba con un tal Steve Belichick como entrenador de su equipo de fútbol americano. Siempre acompañando al entrenador y bien atento desde la banda estaba su hijo Bill, un estudioso del mundo del deporte. Si bien durante sus años de instituto y universidad combinó el fútbol americano con el lacrosse, el primero era su deporte predilecto. Tras graduarse con un título en económicas en la Universidad Wesleyana, aceptó un trabajo de entrenador asistente con los Baltimore Colts, cobrando alrededor de 25 dólares a la semana. Tras pasar por los Detroit Lions y los Denver Broncos, el joven Bill Belichick aterrizó en los New York Giants como asistente de la defensa y coordinador de equipos especiales.

Creando una defensa campeona

Belichick fue ascendido a coordinador defensivo en 1985 y, tras la temporada 1986, ya contaba con un anillo de campeón de la Super Bowl. Sin embargo, no sería hasta el gran partido de la temporada 1990 que se mostraría como el verdadero genio defensivo que es considerado. En aquella ocasión los Giants se las verían con los imparables Buffalo Bills de Jim Kelly y la famosa y potente K-Gun Offense.

Belichick preparó un plan de juego centrado en dejar correr a los Bills. Su corredor, Thurman Thomas, había sido el segundo jugador con más yardas terrestres en temporada regular, solo por detrás de Barry Sanders. Cuando Bill dijo a sus jugadores que Thomas debía acumular yardas de carrera en la Super Bowl el personal defensivo se pensó que al coordinador se le habían cruzado los cables. El linebacker Carl Banks recuerda esos momentos comentando que creyeron que Belichick veía a Thomas como un jugador imparable, como si no fueran capaces de contenerlo. Cuando les dio el resto del plan de juego comprendieron de qué iba el tema, por fortuna.

El fuerte del juego de los Bills radicaba, según Belichick, en la rapidez con la que Kelly conectaba con Thomas, Lofton o Reed en pases cortos generalmente cruzados y la capacidad para ganar muchas yardas tras la recepción. Una vez la jugada terminaba se colocaban con rapidez para volver a ejecutar, en lo que se conoce como no huddle offense.

Belichick confiaba en que su defensa fuese capaz de parar la carrera cuando hiciese falta, así que optó por conceder a los Bills un colchón por la zona terrestre, argumentando que si creían que tendrían éxito corriendo explotarían esa vía y lanzarían menos. El objetivo era evitar un encuentro en el que Kelly tuviese que lanzar 45 veces. Thomas, según Belichick, era incluso más peligroso en el juego de pase puesto que había más espacios que en el juego de carrera. Finalmente los Giants se plantaron en el césped con formaciones defensivas que los Bills jamás habían visto. Colocaban solo dos hombres en la línea y sacaban a sus hombres a jugar de pie, creando una nube de moscas en el backfield defensivo. El safety Greg Jackson comentó que la instrucción era clara: golpear a los jugadores de los Bills lo más fuerte posible, y con cuanta más gente mejor. No consiguieron frenarlos del todo, pero sí consiguieron ralentizarlos de una forma que no se había visto en toda la temporada.

Los cinco linebackers de la zona media de la defensa eliminaron las rutas cruzadas que tanto gustaban a los Bills, y la ofensiva de los Giants se dedicó a consumir la mayor cantidad de reloj posible. Finalmente, los Bills solo poseyeron el balón durante 19 minutos y medio y Kelly se quedó en 205 yardas de pase. La defensa de los Giants, además, se mostró muy eficaz en las situaciones de tercer down, pues los Bills solo pudieron convertir una de las ocho situaciones que enfrentaron. Los Giants tenían un plan y lo ejecutaron, y finalmente resultaron ganadores. El autor de aquel plan, que posteriormente sería incluido en el Hall of Fame, no fue otro que Bill Belichick.

Rumbo a Cleveland

El periodo de Belichick en Cleveland es uno de los más polémicos de toda la historia de la NFL. Aún a día de hoy no hay consenso entre los aficionados a la liga sobre si fue una andadura exitosa, si fue un fracaso, si lo despidieron por déspota o a saber qué. El asunto es que Belichick llegó a un equipo histórico que además venía de luchar por acceder a la Super Bowl en años anteriores. El equipo, con Bernie Kosar a la cabeza, tropezó en la campaña 1990 y perdió trece partidos, pero la sensación general era que no estaban tan mal, que seguían siendo élite de la liga y que podrían volver a luchar por cosas importantes.

En Cleveland se vieron destellos del Bill Belichick que ahora todos conocemos. No fue de primeras, aunque el éxito deportivo sí que le acompañó en cierta medida en los primeros años de su carrera como entrenador jefe en los Browns. Ganando seis y siete partidos en sus primeras campañas, la línea ascendente invitaba al optimismo. Sin embargo, Kosar se encontraba ya en la mitad equivocada de su carrera, y su decadencia se hacía evidente por momentos. La relación entre el quarterback estrella e ídolo de la ciudad y el entrenador jefe no era la mejor, con Kosar cuestionando a Belichick de forma pública muy frecuentemente. Todo aquello terminó por explotar cuando Kosar decidió desoír las instrucciones de Belichick y cantar sus propias jugadas en el huddle. A Belichick no le gustó ni un pelo, y siendo como es, no se lo pensó dos veces antes de despedir al que hasta entonces era el rostro de la franquicia.

La afición en Cleveland se lo quería comer, como es lógico. Por aquel entonces Belichick no tenía el crédito del que goza actualmente. El “In Bill we trust” que entonan los seguidores de New England cada vez que Belichick mueve las piezas como solo él entiende todavía no existía, y Cleveland se vio sumida en una vorágine de reacciones y sobrerreacciones. Sin embargo, el despido de Kosar supuso la renovación de los Cleveland Browns y la consolidación del proyecto tal y como Belichick lo contemplaba y quería ejecutar. En 1994, con un tal Nick Saban como coordinador defensivo —vaya dos patas para un banco, ¿no?— la defensa de los Browns se convirtió en la mejor de la liga y, con un balance de once victorias y cinco derrotas los Cleveland Browns avanzaron a la postemporada. Allí, curiosamente, vencieron a los New England Patriots antes de ser eliminados en la segunda ronda.

Belichick como entrenador jefe de los Browns | Foto: NFL.com
Belichick como entrenador jefe de los Browns | Foto: NFL.com

El año 1995 fue el año de la fractura en todos los ámbitos. Los Browns dejaban Cleveland, y como suele pasar con las reubicaciones de las franquicias, el castillo de naipes se vino abajo. Los Browns, que habían empezado con tres victorias y una sola derrota, solo ganarían dos de los doce encuentros restantes antes de poner rumbo a Baltimore y convertirse en los Ravens. A pesar de que se le dijo a Belichick que sería el entrenador jefe de la nueva franquicia, fue despedido una semana después del traslado oficial, el 15 de febrero de 1996. Cabe destacar, ojo, que fue despedido por Baltimore, no por los Cleveland Browns.

Reunión con Parcells y regreso a New York

Belichick, tras salir de Baltimore, volvió a trabajar bajo el ala de su antiguo mentor, Bill Parcells, con el que había ganado dos anillos en los Giants. Esta vez como asistente del entrenador y coordinador de safeties de los New England Patriots, Belichick alcanzó la Super Bowl por tercera vez, pero los Patriots cayeron derrotados ante los Packers de Brett Favre. Los rumores de la marcha de Parcells sonaban muy fuerte antes incluso del gran partido.

En New York guardaban buen recuerdo de Parcells, pero en esta ocasión no serían los Giants sino los Jets quienes intentaron seducir al gran entrenador. Mientras tanto, Bill Belichick fue contratado como entrenador jefe de forma temporal en lo que Jets y Patriots llegaban a un acuerdo para el traspaso del entrenador. La primera etapa de Belichick como entrenador jefe de los Jets duró apenas una semana, el tiempo que tardaron las dos franquicias en acordar la compensación. Parcells se convirtió en entrenador jefe de los Jets y Belichick asumió el puesto de asistente del entrenador y coordinador de la defensa.

La etapa en los Jets dejó pocos momentos para recordar, si bien el gran impacto de su aventura en la franquicia verdiblanca de la Gran Manzana tuvo lugar en los últimos días de su estancia. Cuando Parcells decidió marcharse en 1999, todo estaba preparado para que Bill Belichick tomase los mandos de la franquicia neoyorquina como entrenador jefe. Sin embargo, el segundo periodo de Bill como entrenador jefe de los Jets fue incluso más breve que el anterior.

Servilletas y despedidas: rumbo a New England

Se puede decir que aquellos que profesan cariño hacia los Jets tienen un sentimiento absolutamente opuesto hacia Bill Belichick. No en vano fue entrenador jefe de su equipo en dos ocasiones y no dirigió ni un solo partido. Cuando la franquicia caía en sus manos, el día siguiente de darse el anuncio oficial de su promoción y minutos antes de la rueda de prensa, Belichick garabateó su renuncia al puesto de entrenador jefe de los New Jork Jets en una servilleta de papel. Lo que en principio iba a ser una rueda de prensa de bienvenida acabó convirtiéndose en un monográfico de treinta minutos en el que Bill Belichick explicaba las razones por las que abandonaba el equipo. Sin embargo, lo que queda en la memoria de los aficionados de los Jets, comprensiblemente, son las palabras que en aquella servilleta figuraban: “I resign as HC of the NYJ”. Claro, conciso y directo, el más puro estilo del Bill Belichick que todo el mundo conoce y que muchos —o algunos— adoran.

Por aquel entonces los Patriots, con un Pete Carroll recién despedido, no eran una franquicia demasiado relevante en la liga. La rivalidad con los Jets era meramente divisional, siendo los de New England considerados una de las cenicientas de la NFL. Los pupas. Los que si acababan con cinco victorias se podían dar con un canto en los dientes. Bueno, quizás no tanto, porque en la década de los noventa habían experimentado periodos de buen juego y resultados, pero históricamente a nadie le importaba un pimiento lo que sucedía en Massachusetts si no tenía que ver con los Celtics o los Red Sox. De hecho, aunque poca gente lo recuerde, el equipo estuvo a punto de marcharse de Foxboro. Fue Robert Kraft —seguidor de toda la vida— el que, con la compra del equipo, lo salvó de la reubicación.

Belichick llegó para la temporada 2000 a un equipo que contaba con Drew Bledsoe en nómina como el rostro de la franquicia. Recién firmado para los próximos diez años con cantidades astronómicas de dinero, el futuro ofensivo de los Patriots parecía claro: Bledsoe o barbarie. El primer año de Belichick con los Patriots se saldó con un balance de cinco victorias por once derrotas, quedando lógicamente fuera de postemporada. No sería, sin embargo, una estampa a la que los aficionados de New England se tuviesen que acostumbrar.