No, no fue casualidad. Ganar la Flecha Valona a Alejandro Valverde, el único que ha vencido en Huy cinco veces, no podía ser simplemente suerte. No estaba siendo una temporada particularmente brillante, y alguno podría haber pensado que esta victoria era flor de un día. Cosas de la primavera. Dos meses después, este ciclista del Cher, una de esas regiones de cultivo del centro de Francia, con sus largos y caudalosos ríos, demasiado llana para los enamorados de las montañas y las curvas de herradura, consiguió dos prestigiosas victorias en la carrera de todos los franceses: el Tour.

Y el que consigue ondear la bandera tricolor en el Hexagone recibe también ese grandilocuente pero peligroso título de espoir. Las esperanzas del ciclismo francés, que sigue buscando el sucesor de las viejas glorias. Alaphilippe no iba a ser menos. Y es que las clásicas de primavera pueden sonar muy bien, pero uno se hace grande en Francia. Y muchos debían de acordarse de cómo Valverde sucumbió a la rueda del joven francés en Huy cuando, dos meses después, en el calor de julio, Alaphilippe levantó los brazos doblemente, la segunda vez, ya con el maillot de la montaña. 

Hasta su triunfo en la Flecha Valona, lo más destacable de la temporada de Alaphilippe había sido su Tour de Abu Dhabi (cuarto en la general) y su buen País Vasco (con dos victorias de etapa y tres días de líder). Demasiado discreto en la París-Niza. Ya en la Amstel Gold Race (antigua Maastricht Valkenburg), encontró mejores sensaciones con una notable 7º plaza. Está claro que ese es su terreno: las colinas de pendientes terribles de las Ardenas. Habrían de pasar solo tres días para que derrotara a Valverde en su templo. Y una semana después, lograría una agridulce cuarta posición en la Lieja-Bastoña-Lieja. 

Al Tour, Julian Alahilippe llegó con ciertas expectativas. Etiqueta: cazador de etapas. La prensa francesa se preguntaba hasta qué punto el joven corredor podría algún día soñar con luchar la clasificación general. En aquel momento, ni él mismo, ni su equipo (Quick Step-Floors) lo contemplaban. Qué diferente sonaba todo, algunos días después, ya con el Tour en su recta final, cuando, en el descenso del Portillon, camino de Luchon, Alaphilippe, luciendo el maillot de lunares, se encaminaba a la victoria -Adam Yates había caído momentos antes, presionado por la diferencia, que se hacía cada vez más pequeña, entre él y el francés. Entonces, la prensa, los comentaristas, ya pedían a gritos que Alaphilippe luchara por la general del Tour 2019. Ya tenemos una nueva esperanza.

Ya vienen las comparaciones: es talentoso, es valiente, es carismático. Sin duda, tiene un parecido claro a Richard Virenque. Otra joven promesa, claro está. Y otra más que nunca consiguió ganar el Tour. Por su parte, Alaphilippe sucede así a toda una generación de franceses que ha dado un paso adelante pero que aún está lejos del triunfo en París. Sin embargo, a diferencia de Pinot, no le tiene miedo a las bajadas. A diferencia de Bardet, no es mal contrarrelojista. Pero aunque aúna muchas características de gran campeón y supo enamorar a la afición con su ciclismo-espectáculo y su dominio, aún sobrevienen las dudas. Nunca ha destacado por sus buenas generales, suele tener días malos y ni siquiera en las carreras de una semana ha conseguido meterse entre los mejores. Pero Francia necesita soñar y Alaphilippe le dio dos grandes días de gloria.

Encumbrado por el Tour, aún con el sabor dulce de los aplausos y los vítores que le brindaron los Campos Elíseos por su jersey de la montaña, supo encontrar una última jornada para el recuerdo en San Sebastián. Pasó como una moto a Mollema y en la bajada no hubo quien le parase. Con credenciales así, cualquiera llegaría como favorito número uno al Mundial. Y la selección francesa presentaba un equipo de ensueño. Sin embargo, en el día de gloria de Valverde, fue esta vez Romain Bardet (2º) quien se cobró la venganza del protagonismo que le robaron en el Tour. Alaphilippe solo pudo ser octavo.

Es, sin lugar a dudas, la mejor temporada del joven corredor del Quick Step. Ahora, como muchos vaticinan, se le abre todo un nuevo abanico de oportunidades. Habrá quienes querrán verlo de nuevo en las clásicas, ampliando su palmarés. Otros buscarán a Alaphilippe en la lucha por las carreras cortas de primavera: París-Niza, País Vasco, Dauphiné.

Muchos, especialmente en Francia, desearán con ansias su primer intento por luchar el Tour. Ya con la esperanza casi perdida, y con tantas espoirs truncadas por el camino, ¿qué más da otro intento de escuchar la Marsellesa en París, cuarenta años después? El tiempo dirá. Lo que sabemos, y es mucho, es que estamos ante una de las revelaciones del año y ante un nombre, Julian Alaphilippe -no lo olviden- que sonará mucho a partir de ahora, esperemos, a la luz de grandes jornadas.