El pasado otoño tanto la liga como el sindicato de jugadores (NHLPA) renunciaron a su derecho a la llamada de renegociación del actual convenio colectivo (CBA por sus siglas en inglés) asegurando la estabilidad laboral hasta la finalización de la temporada 2021-22. Obviamente esa decisión de las partes lo único que hacía era cambiar el plazo de la negociación que pasaba de ser septiembre de 2020 a 2022, pero lo que no podía aplazar era el comienzo de las negociaciones en mayor o menor medida, ya que este CBA es a la NHL lo que la constitución a un estado, la carta magna desde la que emanan todas sus normas de funcionamiento.

Pero la irrupción del Covid-19 en nuestras vidas ha forzado un cambio de perspectiva en las negociaciones que el pasado mes de marzo ya estaban en marcha, y que pasaron de hablar de un todavía distante 2022 a afrontar el momento actual. Un punto de vista orientado a la reanudación de la competición y que obviamente afecta a muchos de los puntos contenidos en el CBA y que se han discutido en el periodo comprendido entre marzo y abril.

Pero según Pierre LeBrun de The Athletic, esas negociaciones parecen haber vuelto al máximo nivel en este mes de mayo, y es que tras el torpedeo que ha sufrido la nave de la temporada 2019-20 y la probable afectación de la 2020-21, un cierre patronal en la temporada 2022-23, ya fuera parcial o total podría ser demoledor, por ello conviene a las partes llegar a un acuerdo en lo que si pueden controlar frente a la crisis sanitaria en la que los aspectos más importantes no obedecen ni a negociaciones ni acuerdos, si no al rigor científico.

Poniendo las cartas sobre la mesa

En un estado tan temprano de la negociación, donde los puntos de encuentro suelen estar distante de los de partida para poder descontar en la conversación, según este mismo medio, los propietarios ya estarian deslizando sus intenciones, que irían dirigidas por un lado, a que el gasto en los salarios del equipo fueran más estables a lo largo de las temporadas y por otro a evitar verse entrampados en contratos costosos con jugadores que acaban rindiendo menos de lo que se prometía.

Propuestas como limitar las primas al firmar los contratos (“signing bonus”), repartir los emolumentos totales del contrato de forma más equilibrada a lo largo del contrato en lugar de desplazar el desembolso al principio del mismo, limitar los contratos a un máximo de cinco años o que la edad para poder incluir claúsulas de no movimiento pase de los 27 a los 30 años, pasan por la cabeza de los dirigentes de la liga, pero no parece muy plausible que los jugadores se dejen convencer con unas condiciones que pondrían su estabilidad muy en el aire.

Por otro lado, otras propuestas como la mejora del proceso de arbitraje en la negociación de contratos, hacer más comprensible y manejable el sistema que regula el límite salarial en el caso de los jugadores que entran en la lista de lesionados de larga duración si tienen más visos de llegar a buen puerto, ya que disminuirían la intervención de abogados y ejecutivos haciendo más simples los procesos sin perjudicar la posibilidad de que los jugadores reciban unos emolumentos justos.

Unos jugadores que para obtener lo que más desean, que la retención de parte de su sueldo a la espera de que al final de temporada se confirme la previsión de ganancias de la liga sea menor que la actual, tendrán que sopesar las propuestas de la otra parte y ver hasta dónde pueden conceder para que lo que ganan en liquidez inmediata no les cueste en estabilidad laboral.