Muchas son las selecciones nacionales que a la hora de disputar la Copa del Mundo de Futsal llegan a esta cita con todas las expectativas propias ante lo que representa un evento de tal magnitud. Muchos entrenadores, muchos jugadores, varios países (algunos favoritos, otros sumando experiencia) se encuentran en la cita máxima de este deporte. Pero como se resaltaba en un artículo anterior, se aprecia la disyuntiva antes planteada: dos entes federativos internacionales que tienen sus propias Copas del Mundo, la AMF (Asociación Mundial de Futsal) por un lado, y la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación) en su rama correspondiente al Futsal por el otro; con la realidad de que en muchos países, se limita a jugadores y entrenadores a participar en uno u otro, no permitiéndose en muchos de estos la participación en ambos, trayendo un dolor de cabeza para muchas federaciones nacionales.

Dicha situación tiene un fenómeno digno de analizar, el cual está ligado a un país que es un claro semillero de jugadores que hoy vemos en distintas ligas de Futsal alrededor del mundo, pero también de entrenadores con un similar destino, sumado esto, a que ha salido campeón de los últimos dos Mundiales de Futsal celebrados en el mundo (AMF Y FIFA). Estamos hablando de Argentina.

Hoy en día este país sudamericano sufre una dura interna entre lo que es la CAFS (Confederación Argentina de Futsal) y la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) por lo que conlleva al desarrollo de esta disciplina deportiva a lo largo y ancho del mismo, con personas que están dentro del deporte (caso muy puntual de los directivos/dirigentes), que en muchas oportunidades, de una manera muy nociva, brindan su aporte al futsal, creyendo que son los verdaderos protagonistas de este maravilloso deporte. Llegando a existir de esta manera, una absurda rivalidad cuyos fundamentos son arrastrados desde hace décadas atrás, y que ya lejos de una disputa que defienda ideales o valores positivos, es una situación que resta para lo que es el futsal argentino; debido a que caemos una vez más en el mismo pensamiento, se trata de personas que persiguen intereses muy personales (muchos de ellos económicos), y que poco tiene que ver con el desarrollo de este deporte específico.

Cuerpos técnicos y jugadores de Argentina se han sobrepuesto a esta adversidad administrativa, pese a conservar sus puntos de vistas y perspectivas sobre lo mencionado anteriormente, para formar grupos sólidos y eficaces, técnica y tácticamente hablando, pero a su vez conformados por personas que lograron entender que para defender su país en esta disciplina, había que correr egos individuales al costado para adoptar y hacer propias las ideas de que debían unirse bajo una misma visión e identidad como equipo en ambos casos de manera diferente.

Diego Giustozzi y su cuerpo técnico por un lado con el Futsal FIFA, y Ariel Avveduto con el suyo junto al Futsal AMF se encargaron a través de filosofías bien marcadas, de transmitir el sentir al vestir la camiseta con los colores que representan a la Argentina, darle una connotación que propuso a cada jugador a brindar su máxima expresión en cada encuentro disputado, como también, transmitir los valores necesarios que para fortalecer metodologías de trabajo que culminaron en éxitos deportivos.

Ambos pueden señalarse, no sólo como grandes artífices de este interesante fenómeno en medio de una situación dirigencial a nivel futsal del país que representaron, que por momentos sólo genera tristeza y desazón, sino como los abanderados de una gesta que ningún otro país por medio de sus deportistas había conseguido en el Futsal.

Es destacable, con las herramientas empleadas en su momento, lo realizado por estos dos directores técnicos y sus ayudantes, logrando convencer a sus respectivos grupos de alcanzar los objetivos trazados a lo largo de todo un proceso de trabajo, que llevó años y experiencias sumadas de forma paralela, con cierta diferencia de tiempo, pero asumiendo el protagonismo de ser el único país con este distintivo.

No caben dudas de que es un fenómeno digno de analizar desde diferentes ángulos, por las distintas aristas que presenta. Pero también queda la incógnita de lo que sería una selección Argentina unificada bajo un mismo criterio de esta disciplina deportiva.