Hay personas que marcan su entorno, personas que dejan huella en todos los que les rodean, y Joey Moss es una de ellas. Su fallecimiento a los 57 años no solo ha entristecido los corazones de la comunidad deportiva de Edmonton, si no además ha impactado a toda la comunidad del hockey en Norteamérica.

Moss que entró de la mano de Wayne Gretzky a trabajar como encargado de vestuario de los Edmonton Oilers en 1984. Su exterior delataba su síndrome de Down, pero este ni le impidió ocultar una sonrisa recordada por todos lo que le conocieron ni el gran corazón que le propulsó a lo largo de su vida.

No hay jugador que haya vestido el jersey de los petroleros desde que Moss fuera parte del equipo que no haya manifestado su pesar desde que se hiciera pública la noticia el pasado martes, desde el legendario Wayne Gretzky hasta la figura del presente Connor McDavid, pasando por otros ilustres ex, como Taylor Hall, Ryan Nugent-Hopkins, Milan Lucic, la lista es innumerable.

La recompensa a un trabajo extraordinario

Primero en llegar, último en irse, un trabajo realizado a prueba de cualquier escrutinio, su voz a pleno pulmón cantando el himno de Canadá desde el banquillo, sus abrazos y sus chocar las palmas con los jugadores para felicitarles tras una victoria tremenda o darles ánimo tras una derrota. 

Su labor haciendo vestuario le valió el Premio al séptimo hombre de la asociación de veteranos de la NHLPA (el sindicato de jugadores) en 2003, o ponerle nombre a la Copa Joey Moss, el trofeo que disputan en un partidillo los jugadores de los Oilers al finalizar la concentración de pretemporada y que honra su labor desde hace años. También era miembro del Alberta Sports Hall of Fame desde 2015.

Pero no solo el mundo del deporte ha reconocido su figura, la sociedad civil a través de la Medalla del Jubileo de diamante de la Reina Isabel II, le ha reconocido su labor.

Joey Moss convirtió su síndrome de Down en mera anécdota, su valor como ser humano ha estado siempre muy por encima de esa condición. Descanse en paz.