La vuelta del público al pabellón era una de las grandes preocupaciones para los aficionados, cansados de tener que ver cada partido por televisión, sin ruido de ambiente o con sonido enlatado, pero, sobre todo, sabiendo que no pueden estar ahí para darles el aliento que tanta falta les hace. Afortunadamente, poco a poco muchas franquicias están volviendo a contar con gente en las gradas, una energía que los jugadores han recibido con los brazos abiertos.

Nueva York dio el paso en el mes de febrero permitiendo un 10 % de la capacidad en recintos cerrados. Los Rangers no dudaron en exprimirlo al máximo, dando cabida a 2.000 espectadores, algo similar a los Devils, que colgó el cartel de no hay billetes para los ocho primeros partidos con aficionados. Los Islanders decidieron ser algo más conservadores, permitieron la entrada de mil trabajadores esenciales y, ayer, por primera vez al público general. Dos días más tendrán que esperar en Buffalo, hasta el 23, donde quizá menos ganas tienen de volver.

Dentro de la División Este, Capitals y Bruins son los únicos que todavía no han puesto en marcha sus tornos, aunque Boston espera hacerlo el próximo día 23 con un 12 % de la capacidad. Por su parte, los Flyers cuentan con cerca de 3.000 espectadores. La nota negativa la pone Pittsburgh, que admitió haber retocado las fotos que subió a redes sociales para evitar mostrar toda la gente que no portaba una mascarilla, razón por la que hasta 17 personas han sido expulsadas hasta el momento del PPG Paints Arena.

Cruzamos el país para viajar hasta el desierto de Arizona, donde los Coyotes fueron la primera franquicia en jugar con público. Desde el comienzo de la presente temporada, alrededor del 25 % de las butacas están ocupadas, algo similar a lo que ocurre en Colorado. Un poco más al oeste, en Nevada, los Golden Knights permiten desde el 1 de marzo el ingreso de unas 2.600 personas, el doble que en St. Louis, donde además solo pueden entrar trabajadores de primera línea, familiares y amigos.

Peor está la situación en California, uno de los Estados más castigados por el virus, y que de momento no tiene intención de que los aficionados puedan entrar a los pabellones de San José, Anaheim o Los Ángeles. Y solo 40 personas podrán hacerlo en Minnesota, donde las restricciones también son muy severas.

Más suerte corren en Florida y Dallas, donde desde el arranque del curso un número cercano a las 5.000 personas pueden ver a su equipo en directo. Un millar menos en Tampa Bay, donde los Lightning ya no juegan a puerta cerrada desde hace una semana. Por su parte, Carolina y Nashville dan cabida a un 15 %, mientras que Columbus apenas a una décima parte. Donde hay muy pocos espectadores es en Detroit, solo 750, una cifra que se ha triplicado desde el debut esta temporada. Y de momento, en Chicago, habrá que esperar hasta abril para decidir si el público vuelve o no.

Donde no se están complicando la vida es en Canadá, todas las franquicias juegan sin público, y también sin intenciones de que vuelva, pese a la petición de los Oilers a principios de marzo. La condición de que este deporte se tenga que celebrar en espacios cerrados es un hándicap negativo, pero que prácticamente todos los equipos cuenten con aficionados en sus asientos es un halo de esperanza para el futuro.