Albert Einstein dijo que no sabía cómo sería la Tercera Guerra Mundial pero que estaba seguro de que la cuarta sería con palos, piedras y lanzas. Tenían un gran poso de lógica aquellas palabras del físico alemán, perfecto conocedor de las consecuencias que podrían acarrear la utilización bélica del conocimiento científico sobre las fisiones nucleares. Por el bien de la humanidad se espera que el hombre nunca llegue al catastrófico escenario planteado por el genio, pero si se llegará a dar el caso existe un hombre, un atleta que saldría airoso por su enorme pericia. Pues Julius Yego podría haber pertenecido a la estirpe de heroicos e indómitos luchadores griegos que se retaban en Palas Atenea; no habría tenido problema en enfrentarse a Héctor o Aquiles, muy cerca de Olimpia, donde Yego pretende confirmar su pericia en el lanzamiento de la jabalina, el palo, la lanza de nuestro tiempo.

De Aquiles y Héctor a Järvinen y Zelezny

Foto: www.wikiwand.com
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En 2016 Olimpia será Río de Janeiro y la jabalina atravesará el viento apuñalando su corazón en el Estadio Maracaná. Los atletas se vestirán de Aquiles, el escudo de Héctor espera y la distancia será el corazón de césped brasileño en el que la jabalina atravesará la presea dorada. En la guerra deportiva de los palos y las lanzas, las hazañas del mítico finlandés Matti Järvinen, al que siguieron “Bud” Held, Terje Pedersen, Miklós Németh, y Uwe Hohn, que al superar la barrera de los cien metros provocó el cambio de la reglamentación, con el desplazamiento del centro de gravedad de la jabalina, pues en aquellas distancias se ponía en peligro la integridad física de los atletas participantes en el resto de modalidades. Con la nueva reglamentación fueron varios los Héctor y Aquiles de nuestro tiempo, pero solo el checo Ján Zelezny, llegó a estar considerado a la altura del finlandés Matti Järvinen. Y en Río 2016 el mundo olímpico asistirá a una nueva batalla en la que casi con toda seguridad brillará el actual campeón mundial de la modalidad: Julius Yego, que en el Mundial de Atletismo disputado en Pekín 2015 logró el oro con un impresionante lanzamiento de 92,72 metros.

Julius Yego, un pequeño gigante

Foto: www.tubefilter.com
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Cierto es que los atletas, los seres humanos han escenificado su capacidad de superación en el ámbito deportivo durante el desarrollo de las diferentes competiciones a nivel internacional, con la preparación y el perfeccionamiento de la técnica, pero el caso de Julius resulta realmente especial. En primer lugar porque la morfología física de Yego no se corresponde con el prototipo de lanzador profesional, pues su potencia y técnica contrastan con su baja estatura. Julius solo mide 174 cm. de estatura a diferencia de los grandes competidores, de sus grandes rivales, como el egipcio El-Sayed 194 cm. o el finlandés Tero Pitkämäki con 195 cm. En segundo lugar porque es keniata y, con aquella gesta logró entrar entre los diez mejores lanzamientos de jabalina desde que se implementó el actual reglamento en 1992. Y en tercer lugar porque Yego ha sido el primer atleta keniata en lograr una medalla de oro en una prueba de campo en los Mundiales de Atletismo. Julius es un pequeño gigante que moldeó su extraña afición en el altiplano de Kenia, en Eldoret. Una afición no tan extraña pues cuando todo el mundo imagina a keniatas que no paran de correr, las costumbres, la cultura, la tradición cazadora y el apego a la naturaleza, convierten su afición en parte de la vida cotidiana. No en vano la atmósfera, los elementos y el paisaje, hacen que una buena parte de esos chicos que no paran de correr, tienen que detenerse en algún momento para cazar, y es en ese momento en el que los palos y las piedras se convierten en arma habitual para la búsqueda del sustento alimentario. Yego es digno heredero de las tradiciones de la tribu Nandi y cuando observó a un atleta lanzar, se percató de que era una acción que había estado haciendo durante toda su infancia y juventud en una aldea del Gran Valle del Rift. El keniata se enamoró de la jabalina, sentía que estaba en su sangre, era mucho más que un palo, era todo un símbolo para él, aquel que sigue clavando en el centro del corazón del sol que intenta esconderse entre las montañas del altiplano. Procedente de una familia humilde de agricultores que no conocen los coches ni la electricidad, era uno de aquellos chicos que corrían ocho kilómetros descalzos para ir a la escuela. Aquella escuela en la que competía con palos como herencia cultural de la supervivencia, ramas de árboles de su casa que Yego convertía en jabalinas. El lanzamiento de un palo afilado, su gran afición, su mayor juguete, su primordial diversión.

El lanzador YouTube

Image: @Julius Yego
Image: @Julius Yego

La primera vez que lanzó una jabalina metálica hizo 47 metros, era solo un niño y aún quedaba muy lejos el poste metálico al que quería llegar, más lejos aún las distancias que alcanzaban los atletas en Europa. Pero al año siguiente hizo 56 metros y aquella gran mejora le hizo creer que debía tomarse mucho más en serio su gran pasión. No hay otro lugar en el mundo como África, otro enclave en el que exista más consciencia de que ir a la escuela es una forma de luchar por el sueño de tener una vida mejor, por eso su padre no se tomó nada bien que Julius descuidara sus estudios para dedicarse al lanzamiento de jabalina. Por la citada razón llegó a ocultarle durante un tiempo su participación en diversas competiciones, y todo ello pese a que en aquella época no existían instalaciones específicas, ni entrenadores especializados en el lanzamiento de jabalina profesional. Yego se entrenaba solo, lo tenía todo en su contra pero jamás se rindió, se dedicó a ver vídeos en YouTube para aprender la técnica y el estilo de los grandes lanzadores. Iba al cibercafé y se pasaba horas viendo vídeos, repitiendo lo aprendido al día siguiente en su rutina de entrenamiento habitual. Hoy día tiene compañeros de entrenamiento pero a Yego le correspondió abrir una brecha insólita en el lanzamiento profesional de jabalina.

Campeón Mundial en Pekín

Foto: safarionline.co.ke
Foto: safarionline.co.ke

Pocos se lo podían creer, ¿un keniata de 174 cm de estatura que ha aprendido la técnica en YouTube en el circuito profesional? No puede ser posible decían, pero infravaloraban la actitud mental habitual del keniata, el secreto de la altitud y el hábito cazador que portaba en sus genes. En 2010 ya logró 75 metros, fruto del duro entrenamiento y el visionado de videos de los profesionales y, en 2011 ganó los Juegos Africanos, consiguiendo por primera vez una medalla de oro para Kenia en lanzamiento de jabalina. En 2012 con un lanzamiento de 81,81 metros; su grito se escuchó en todo el planeta porque Yego logró la primera clasificación para unos Juegos Olímpicos en la historia de su país en la citada modalidad. Pero el joven lanzador no se detuvo ahí, en 2014 logró el oro en los Juegos de la Commonwealth y 2015 se convirtió en un año mágico, la culminación a una historia de superación que conecta a los ancestros de su pueblo, a los grandes cazadores, con los grandes héroes de la mitología griega y sus metáfora de carne: los atletas. El oro en Pekín del pequeño gigante, la jabalina apuñalando la leyenda de varias generaciones por un espacio físico de 92,72 metros. Julius Yego ya no tiene necesidad de ver a los grandes lanzadores a través de YouTube por la sencilla razón de que llegó a su altura, entrena con ellos, cumplió su gran sueño de aprender y mejorar en la cuna de la jabalina: Finlandia. Su amplia y nívea sonrisa al recordarlo denota su entusiasmo, su perseverancia y enmarca la grandeza de la hazaña.

La mente afilada de Julius

Julius siempre tuvo la mente afilada, una mente que atravesó vientos, montañas y se clavó en el corazón de un sueño que hoy es realidad. En algún momento de la vida de todo ser humano existe un ‘clic’ en el que exterioriza un talento especial para alguna actividad, las circunstancias, la educación y el entorno pueden ayudar, pero resulta esencial saber identificarlo y convertirlo en proyectil de vida. Los niños en su aldea siguen lanzando palos de los árboles cercanos sin jamás haber visto a Järvinen o Zelezny lanzar, pero en esencia están haciendo lo mismo. Por todo ello el lanzamiento de jabalina en Río no será una prueba más, sino el regreso de Julius Yego a su aldea, a la montaña, al afilado palo que podría certificar que los sueños más increíbles nunca son imposibles de alcanzar.