Simone Biles finaliza su ejercicio de suelo, ese en el que engancha unos triples saltos y volteretas, tan altas como nadie en una exhibición de la potencia de sus músculos explosivos, remata en tumbada en el centro del tapiz, con las manos apoyadas, las piernas cruzadas y mirando al cielo, una posición a la que ha llegado en un abrir y cerrar de ojos, con ese cuerpo que sube y baja del suelo como un muelle; y entonces sus compañeras la reciben entre abrazos y se ponen a mirar al marcador, esperando su nota definitiva en la final por equipos de la gimnasia artística. Pero a diferencia de otras veces, de otras finales olímpicas, no hay tensión en sus rostros sino sonrisas de confianza. Se saben favoritas y campeonas, aunque no faltan los gritos y los abrazos cuando se confirma.

Las chicas de Estados Unidos arrasaron a sus rivales con uno de los equipos más memorables de la historia olímpica, con las ya campeonas en Londres Gabby Douglas y Aly Raisman, las jóvenes Laurie Hernández y Madison Kocian y, sobre todo, Biles, la estrella a la que ya se compara con Nadia Comaneci. Espectaculares desde el inicio, vencieron por más de ocho puntos a Rusia (184.897 a 176.688) y a China (176.003), la mayor diferencia desde que cambió el sistema de puntuación de la gimnasia tras los Juegos de Atenas 2004. Un oro cantado cuando Biles, Raisman y Douglas lideraron la calificación individual el domingo.

Biles colocó el equipo la primera piedra en su camino a los cinco oros en unos mismos Juegos Olímpicos, algo que no lograron ni la propia Comaneci ni Larisa Latynina, la deportista más acumuladora de metales hasta que la superó Phelps. Las expectativas de que lo consigan son tan altas que antes siquiera de conseguir este martes su primera medalla en sus primeros Juegos, en Estados Unidos ya es una estrella, protagonista de la edición preolímpica de la revista Time.

Engancha también su historia, la de una niña que creció en un ambiente turbio, con una madre alcohólica, criada finalmente con sus abuelos, rescatada para la gimnasia por Aimée Borman y bajo la tutela de Marta Karolyi, la mujer de Bela, el mítico entrenador de Comaneci que después exiliarse de Rumanía a Estados Unidos en plena Guerra Fría ha hecho de las estadounidenses un prodigio en este deporte.

La afroamericana de Colombus de 19 años entró en la final con un golpe de autoridad definitivo: 15,933 puntos en el salto, en la primera rotación de Estados Unidos y, como su homólogo Kohei Uchimura guiando a Japón el lunes, superó los 15 en todos los aparatos menos en uno, las asimétricas, su talón de Aquiles. La técnica que exigen las dos barras a distintas alturas no se adapta a su potencia, pero Biles se llevó una nada despreciable nota de 14,800 puntos.

En la barra de equilibrios, el aparato más dubitativo de sus cinco opciones de victoria, le otorgaron 15.300 puntos por trastabillar en un triple salto hacia atrás que ya mostró en la calificación, donde logró una mejor puntuación, y una salida de la barra con otro triple de espaldas. Los 15,800 del suelo la colocaron con una puntuación totalmente inalcanzable para cualquier gimnasta de otro país, excelentes en algún caso, como las rusas Maria Paseka en salto (15,700) o Aliya Mustafina en asimétricas (15,933) o la china Yilin Fan en el mismo aparato (15,733).

Pero si Estados Unidos aplastó cualquier opción desde el inicio es porque todo el equipo está a un nivel inalcanzable. De los doce ejercicios entre las cinco, solo las asimétricas de Biles (la única que pasó por los cuatro aparatos) y el suelo de siempre sonriente Laurie Hernández, que falló una salida, bajaron de 15 para los jueces. Esa frontera solo la traspasaron cinco rusas y dos chinas. Con los últimos oros mundiales y olímpicos ya al cuello, no se vislumbra la noche en el imperio de EEUU y de Biles en la gimnasia femenina.