Kenji Uematsu, Óscar Peñas, Isabel Fernández (en Atenas), Leyre Iglesias, Esther San Miguel (en Pekín), Sugoi Uriarte (en Londres)...y ahora, en Río, María Bernabeú. La salmantina de 28 años se unió a la lista maldita del judo español, que por cuarta edición olímpica consecutiva (desde Sidney 2000) abandonará los Juegos sin medallas y con frustración. La de las siete finales por el bronce perdidas.

A Bernabéu, la última víctima, seguro que no la consuela saberse tan acompañada por la historia en una lista tan amplia. Sus lágrimas lo denotaban. No encontró consuelo después de caer por un waza-ari, la segunda puntuación más importante tras el ippon, tras cinco minutos de lucha en el tatami: cuatro en el combate y otro en el punto de oro, en la prórroga, ante la alemana Laura Vargas Koch, cuarta de ranking mundial, en la categoría de menos de 70 kilogramos.

“No lo entiendo, lo tenía tan cerca...que no lo entiendo. He entrado en su juego al final y no he mantenido la tensión hasta el último segundo”, trataba de explicarse la subcampeona mundial en 2015 en las distintas radios sobre su oportunidad perdida, quizá solo una en la vida. Había llevado la iniciativa durante casi todo el combate, pero, como el resto del día, no consiguió marcar un solo punto. Venció el primer combate, ante la polaca Katarzyna Klys, por un shido de su rival, una sanción por falta de competitividad.

De la misma forma se plantó en la pelea por el bronce. Remó y remó ante la israelí Linda Bolder, a la que llevó continuamente al suelo sin éxito mientras su rival no competía. A falta de un minuto su rival recibió una sanció y Bernabéu tiró de oficio para impedir las sorpresas. Antes, había perdido claramente en cuartos de final ante la después subcampeona Yuri Alvear, una de las favoritas, por un ippon tras dos mintuso. La colombiana la encontró los pies frontalmente y la proyectó claramente al suelo de espaldas.

Era una derrota que entraba en el guión de una Bernabéu, a la que su entrenador veía demasiado bloqueada por la mañana y reconoció más fiel a sí misma (agresiva, luchadora, infatigable), por la tarde, ya con la israelí, cuando emprendió el camino de la repesca gracias a que el judo reparte dos medallas de bronce.

A la alemana Vargas, cuatro puestos por encima en el ranking, ya le había derrotado este mismo año en febrero en el Grand Slam de París y en la Copa del Mundo de Lisboa en 2011. La teutona también había acabado con ella otras dos veces, en 2012 y 2014, siempre en Tokio. Sus combates siempre se resolvieron por ippon, la acción definitiva.

Todo lo contrario iba a ocurrir esta vez, en un duelo en el que Bernabéu no perdió la costumbre de llevar la iniciativa y vigiló los agarres con su mano derecha cerca del cuello de su rival. Maria lo intentó también en el suelo, buscando sin éxito voltearla. La alemana se defendió fuera del tapiz. Salvó la situación y se convirtió en una roca. Tiró a Bernabéu de culo, una acción que hace años habría puntuado a su favor, pero la española se repuso y la llevó al suelo sin conseguir puntuar. En la muerte súbita no supo cómo entrarle y la acción definitiva de la teutona le derrotó.

El desconsuelo cayó sobre una mujer de mundo: es hija de una guineana y un alicantino, nació en Salamanca, tiene licencia gallega y cada año viaja más de un mes a Japón, la cuna del Judo, para perfeccionar su técnica. De su madre heredó su fuerte convicción religiosa. “Dios no lo ha querido”, la consolaba después en la Cadena Cope. A algo debe agarrarse Bernabéu, la última víctima de la maldición del judo español.