Como en Duisburgo repitieron en una semana de mayo en el Preolímpico y en la Copa del Mundo, como en la serie de ayer, una carrera de K2 200 metros de piragüismo acabó con ellos primeros, sin piedad de sus rivales. Esta vez los demás eran mejores que entonces, casi todos veteranas parejas que llevan paleando juntas todo el ciclo olímpico, pero tuvieron que rendirse a la magia de la conjunción de la experiencia del ya bicampeón olímpico Craviotto y la fuerza de la juventud de Cristian Toro, unidos el pasado noviembre para transitar un camino que solo podía acabar en lo más alto del podio.

El oro forjado en el embalse asturiano de Trasona durante los primeros meses del año llegó con paciencia en la salida, el que saben que era el punto más débil de un kayak imparable en los metros finales. También en una regata más lenta que las clasificatorias, que ganaron en 32,075 segundos. Nadie resistió tanto a la velocidad disparada y a su frecuencia de paleo perfectamente sincronizada durante 200m agónicos.

Craviotto y Toro se situaron entre los tres primeros, metieron su kayak a la sombra de los lituanos Aurimas Lankas y Edvinas Ramanauskas, finalmente bronce, y su cadencia los colocó en cabeza sin oposición en los últimos metro, donde ni siquiera los británicos Liam Heath y Jon Schofield se acercaron.

Craviotto, esta vez, no tuvo que quedarse a esperar los resultados, el desenlace, de tan igualado que estaba. Pudo disfrutar su victoria desde el principio. Para Saúl Craviotto, camino de los 32 años, la victoria en el K2 de Rio 2016 significa su segundo oro olímpico ocho años después de vencer con Carlos Pérez Rial en los 500m, cuando Craviotto era el niño de la embarcación.

Su triunfo le coloca solo a la altura de los regatistas Luis Doroeste y Theresa Zabell, el ciclista Joan Llaneras, el gimnasta Gervasio Deferr, el tenista Rafa Nadal en oros olímpicos. Ni siquiera David Cal, con cinco medallas pero solo una dorada le alcanza. A su sombra apareció, silencioso, Craviotto, con otra plata en Londres, y que buscará la cuarta el sábado en la prueba del kayak individual.

En este tiempo el ilerdense ha sido padre de Valentina y no ha abandonado su oficio de policía. Tras la decepción del último Mundial en Milán, donde ni siquiera entró a la final individual, se concentró para llegar a punto a Río, previo paso por el Preolímpico, una juego a todo o nada en el que Craviotto siempre responde para llegar a los Juegos en su punto ideal. La Federación jugó con el complicado proceso de clasificación y se la jugó: deshizo la pareja de Cristian Toro formaba con Carlos Arévalo y le colocó con el campón. La apuesta no pudo salir mejor.

Toro, nacido en Venezuela pero de crianza española, encontró un compañero con el que aumentar sus expectativas. En el podio, sus lágrimas delataban su primera gran alegría. La veteranía de Craviotto le obligaba a trabajar con los pies en el suelo. El ilerdense asume que, aunque es protagonista cada cuatro años, no es la estrella que podría ser en Hungría. Pero su hueco en el olimpo español ya nadie se lo quitará.

Benavides, otra vez 4º

La mañana en Lagoa empezó gris porque el mallorquín Sete Benavides desaprovechó, quizá, la mejor oportunidad de su vida en una final de C1 200m llena de bajas. Como en Londres, le faltó el punto de competitividad que distingue a los mejores de los que se quedan a las puertas de la gloria. De nuevo terminó en cuarta posición, esta vez tras recurrir a la foto final. Al balear le faltó la última palada, no dejar irse a su canoa, mientras, llevado por su público, el brasileño Isaias Queiroz. el talento brasileño pulido por el exentrenador de David Cal, Suso Morlán, apretaba hasta el final y le robaba el bronce que Sete tenía por solo 21 milésimas.

Ya inalcanzables para Sete fueron el campeón olímpico de Londres, el ucraniano Iuri Cheban, escondido durante series y semifinales, donde casi se queda fuera, que se colgó el segundo oro y el azerí Valentín Demyanenko.