No hay una deportista más castigada por las prácticas irregulares de los tramposos en el deporte. Quinta en Pekín 2008 y cuarta en Londres 2012, no ha sido hasta cuatro años después cuando se descubrieron los positivos por dopaje de tres halteras que quedaron por delante de la española en ambos Juegos Olímpicos. La plata y el oro serán para la española, pero no así la gloria de saborearlos in situ y aún menos, los patrocinios derivados de tal hazaña.

Lidia Valentín recogió los frutos a su esfuerzo con un meritorio bronce en Río de Janeiro, cerrando un círculo que podría poner el broche de oro en forma de reconocimiento a sus valores éticos y morales, muy por encima de la logística de dopaje imperante en halterofilia. El municipio de Camporayana (León) ha enviado una solicitud formal a todos los miembros del Patronato de la Fundación Princesa de Asturias. Valentín se puede considerar toda una pionera de este deporte, al haber impulsado la halterofilia en un país con poca tradición y ser punta de lanza de la lucha contra el machismo. Maltratada por los medios de comunicación tradicionales, la berciana ha mantenido el aplomo en todo momento, orgullosa de sus hazañas deportivas y su comportamiento dentro y fuera de la pista.

Además de estos premios olímpicos frustrados por el dopaje, la española cosechó el oro en el Europeo de Georgia 2015 e Israel 2014, así como el bronce en el Mundial de Polonia 2013. Los resultados avalan esta solicitud, pero mucho más aún el hecho de que Valentín haya mantenido la honradez y se erija en una referencia en lo que a deporte limpio se refiere. La berciana podría recibir un premio que reconozca su labor como haltera y como persona y le haga olvidar la frustración derivada de ser víctima de trampas.