Deporte y política van muy de la mano, por mucho que se intenten desligar y surjan declaraciones bienintencionadas de todas las instancias para señalar que no debería ser así. Sin embargo, parece inevitable. La organización de unos Juegos Olímpicos se erige en un arma arrojadiza entre partidos políticos que ha alcanzado su cénit en Roma. Con un gobierno estatal volcado y comprometido con la causa, que incluso señaló que asumiría todos los gastos en pos de eximir a Roma de grandes inversiones, la alcaldía de la ciudad de los gladiadores ha dicho "no".

Era algo que se podía deducir desde hace meses aunque Giovanni Malagó, presidente del Comité Olímpico Italiano, se mostró optimista hace unas semanas. Pero Virginia Raggi, alcaldesa de la ciudad, no dio su brazo a torcer y anunció la renuncia de Roma a la celebración de los Juegos Olímpicos.

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El principal argumento que da es la gran deuda que ostenta la ciudad, de más de 13.000 millones de euros. El presupuesto de la cita olímpica era de 5.300 y estaba sufragado por el gobierno estatal y el Comité Olímpico pero ni siquiera así, la alcaldesa de Roma dio su brazo a torcer, al tachar de irresponsable organizar unos Juegos Olímpicos en esa situación. El Movimiento Cinco Estrellas se caracteriza por ser euroescéptico y antisistema, y parece haber decidido marcar sus diferencias respecto al Partido Demócrata de Matteo Renzi, de centroizquierda, empleando como instrumentos los Juegos Olímpicos.

Reggi señaló que "no tenemos nada contra el deporte, pero no nos gustan las Olimpiadas del ladrillo, no queremos construir catedrales en el desierto", además de añadir que realizar los Juegos Olímpicos supondría "hipotecar el futuro de Roma". Adiós al sueño olímpico italiano y al ingente trabajo del Comité Olímpico Italiano, que se había dejado la piel por este proyecto.