El final de una era animada
'Blancanieves' fue todo un éxito en la década de los 30. / Foto (sin efecto): Zonadvd.

"La idea de que el público no quiere ver películas 2D es ridícula", afirmaba John Larseter (fundador y director de Pixar) nada más ser nombrado director creativo de los estudios Disney en 2006. Siete años después, y con tan solo dos películas de esta técnica entre medias, la compañía del ratón dice adiós a la animación tradicional. Tom Bancroft, uno de los creadores de El rey león, denunció hace dos semanas, vía twitter, el despido de los últimos dibujantes de la vieja escuela. Los estudios quieren centrar sus esfuerzos en desarrollar producciones en CGI (imágenes generadas por ordenador). Aunque no es oficial, el anuncio cayó como un jarro de agua fría en los seguidores de esta clásica forma de hacer cine animado que durante ocho decadas llenó de color y fantasía las pantallas de medio mundo. Desafortunadamente, el empuje del 3D en la animación ha colocado a su hermana mayor en una situación agonizante. Al menos en Hollywood, con el punto y final de Disney también se sentencia el ocaso de una era animada.

21 de diciembre de 1937. El empresario Walt Disney decide lanzarse de lleno al mundo del largometraje con Blancanieves y los siete enanitos, la primera película de animación de la historia. Con un presupuesto astronómico cercano al millón y medio de dólares, la compañía probaba suerte con los dibujos animados en un contexto superior a los cinco-diez minutos habituales. Pero no fue el único problema que se le presentó a la producción. Después de multiplicar por seis el presupuesto inicial de la cinta, los animadores se encontraron con otro obstáculo más: siempre habían dado vida a través de sus lápices a animales pero nunca a personas. Para solventar el enredo y con el objeto de ser lo más preciso posible, Walt Disney encargó que se rodará la historia con actores reales para estudiar sus movimientos fotograma a fotograma. Además utilizó por primera vez la cámara multiplano para sugerir profundidad a la historia, así como un nuevo sistema de multicolor.

Blancanieves y los siete enanitos fue la primera película de animación y recaudó cuatro millones de dólares, todo un récord

Toda una odisea con la que la factoría podría revolucionar el mercado o bien precipitarse hacia el abismo. Inesperadamente, Blancanieves y los siete enanitos fue todo un éxito, recaudando cuatro millones de dólares, todo un récord para la época. Con tales cifras, los estudios demostraron a sus compañeros de la industria que los dibujos animados también podían ser un digno género cinematográfico al que prestar atención. Así, desde finales de los treinta hasta mediados de los cuarenta, Disney vivió una auténtica época dorada con producciones como Pinocho (1940), Fantasía (1940), Dumbo (1941) o Bambi (1942).

Pero todo lo que sube, baja en el algún momento. Y en la casa de Mickey Mouse las cosas no iban a ser diferentes. Década de los 50. Los títulos marca Disney no terminaban de despegar como sus hermanas mayores, ni siquiera con el apoyo económico del multimillonario Howard Hughes, cuyo crédito facilitó la producción de cintas como Cenicienta (1950), Alicia en el País de las Maravillas (1951) o Peter Pan (1953). La causa de este descenso de espectadores la tenía Warner Brothers, compañía que por ese entonces también exploraba el mundo de la animación con personajes como Bugs Bunny y toda la pandilla de Looney Tunes. Aquella mítica frase de "Th-th-th-that's all folks!" ("¡Eso es to... eso es to... eso es todo, amigos!") eclipsó durante años a los personajes animados de Walt Disney, que no podían competir con la popularidad que Warner se había canjeado con sus criaturas, gracias en parte a la emisión de cortometrajes en la pequeña pantalla. Solo una película Disney en todo ese tiempo destacó sobre el resto: El libro de la selva (1967), título que se convirtió en la segunda película de animación más taquillera hasta esa fecha.

Segunda era dorada

Pasaron los años, y con ellos las décadas, y el género animado seguía ofreciendo buenos momentos a los espectadores, no tanto a sus estudios, los cuales veían como poco a poco la mina de oro se agotaba. Afortunadamente, contaban con los parques temáticos para equilibrar los balances de ganancias, pero resultaba paradójico que la mayor parte de los beneficios de una compañía de animación procediera del marketing de sus películas y no de la taquilla en sí. De esta forma, y cuando la opinión pública pensaba que la animación de Disney estaba abocada al fracaso, llegó los 90, y de su mano la denominada "segunda época dorada".

El pistoletazo de salida a una bella época para el dibujo la protagonizó La sirenita (1989), historia que facturó en taquilla 110.7 millones de dólares solo en Estados Unidos (222 millones en el resto del mundo), además de llevarse dos premios Oscar (Mejor Banda Sonora Original y Mejor Canción). Otras cintas que contribuyeron al resurgir de la animación Disney fueron La bella y la bestia (1991), Aladdin (1992) o El Rey León (1994), película que marcó un antes y un después no solo en la longeva vida del cine animado, sino que también se transformó a los pocos meses de su estreno en uno de los filmes más taquilleros de la historia del séptimo arte. A día de hoy, ocupa el vigésimo puesto en la lista de las más vistas con una facturación superior a los 950 millones de dólares, siendo la única de las 50 que conforman el selecto grupo que ha sido hecha por animación 2D.

Con semejante éxito, los profesionales del lápiz no tenían ni un minuto libre. Los Nine Old Men, como Disney hacía llamar a sus nueves grandes animadores, conformaban un equipo artístico inquebrantable y envidiado por el resto de estudios. Por fin la compañía podía anunciar que sus ingresos procedían del éxito de sus producciones y no de sus parque temáticos como ocurría en la árida década de los 70.

La Bella y la Bestia o El Rey León, protagonistas de una segunda era dorada

No obstante, aunque la animación de papel y lápiz vivía una segunda adolescencia, los ordenadores comenzaban a irrumpir como nuevo creador de sueños. Curiosamente, fue Disney quien señaló el camino para la utilización de este aparato tecnológico como nueva herramienta para perfeccionar el género animado. Hablamos de La Bella y la Bestia, estrenada en el año 1991. El guion de la película contaba con un precioso baile en un inmenso salón de la casa del protagonista. Unos planos que requerían transmitir al espectador la sensación de que la cámara se movía en todas direcciones. Para ello, los estudios recurrieron al ordenador para crear dicha escena. Una decisión que mejoró notablemente el resultado final de la escena pero que les rindió para siempre a las nuevas tecnologías.

La primera película creada exclusivamente por ordenador, Toy Story, despertaría a Disney del sueño

Pronto, no tardaría en llegar refuerzos para aquellos que mostraban su apoyo a esta nueva forma de hacer animación. Fue en 1995, bajo el título Toy Story, de John Lasseter; primera película comercial completamente creada por ordenador que supuso el debut en las salas de la emergente Pixar, estudio que pronto comenzó a destacar, e incluso a dominar, en el campo animado. Ahora sí que sí, la animación tradicional comenzaba a notar los vestigios de su ocaso y Disney a despertar de un bello sueño.

Con la competencia pisándole los talones, Walt Disney Studios sufría una fuerte crisis interna; una lucha de poder en el seno de la compañía del ratón que provocó la salida del animador y director de la unidad de animación, Jefrey Katzenberg, tras diferencias irreconciliables con su presidente, Michael Eisner. Hasta ese momento, ambos formaban uno de los tándem más rentables de la industria: en menos de diez años habían multiplicado los ingresos de la empresa de Mickey Mouse de 1.400 millones de dólares anuales a más de 8.500 millones. Después de abandonar la factoría Disney, Katzenberg, con buenos contactos dentro del mundo de la animación, formaría junto a Steven Spielberg y David Geffren, DreamWorks SKG en 1995.

Con un mercado dominado por Pixar y DreamWorks, la animación 2D en Disney comenzaba a hacer aguas a principios del nuevo milenio. Una crisis que la animación CGI supo aprovechar para robar la atención de la audiencia, deseosa de disfrutar con nuevas aventuras animadas con calidad nunca antes vista. De esta forma, mientras en Disney fracasaban todas las películas nacidas del puño de un dibujante, Dinosaurio (2000), Anastasia (1997) o Zafarrancho en el rancho (2004), en Pixar o DreamWorks saboreaban la gloria con el 3D y Shrek, o Ice Age.

Nuevo milenio, nuevo cine

Era el fin de una época. DreamWorks y Warner Bros decidieron enterrar la animación tradicional tras varios estrepitosos fracasos. Así, DreamWorks dejó de recurrir a esta técnica tras Simbad: La leyenda de los siete mares (2003). Por otro lado, Warner, la más veterana en el negocio junto a Disney, decidió desmantelar su unidad de animación tradicional después de que Looney Toons: de nuevo en acción (2003), que aunaba dibujos y acción real, desfilara por la taquilla de medio mundo sin hacer mucho ruido.

Mientras su competencia se ajustaba al avance tecnológico, Disney se aferraba a su buque insignia y a una forma de hacer cine que, para su suerte o desgracia, le habían transformado en lo que es a día de hoy. Cuando en 2006, la compañía adquirió una de sus principales competidoras, Pixar, fueron muchos los que creyeron que la animación tradicional contaba con una segunda oportunidad en el mercado. Deseos que confirmó John Larseter, fundador y director en Pixar, una vez asumido su cargo de director creativo de los estudios Disney por esa fecha. Su ya mítica frase: "La idea de que el público no quiere ver películas 2D es rídicula" y su promesa de vislumbrar al menos una producción de este tipo cada dos años se evaporaron con el paso del tiempo.

De 2006 hasta el presente, los cines solo han podido disfrutar de la animación 2D con Tiana y el Sapo. Una segunda producción de este tipo, Winnie The Pooh, ni siquiera llegó a las salas, se lanzó directamente al mercado doméstico en 2010. Ahora, tres años de silencio se han roto con el peor de los presagios. Finalmente, no veremos más historias con la esencia de Blancanieves, El Rey León o La Bella y la Bestia. Al menos en los cines. Los estudios han "prometido" que continuarán desarrollando esta técnica en cortometrajes y material destinado para la pequeña pantalla. “No solo se pierde una disciplina sino una profesión y una base formativa necesaria para los propios animadores 3D", afirmó de forma anónima uno de los animadores base de Disney. Una disciplina que con el anuncio de Disney dice adiós definitivamente en el viejo continente. ¿O no?

Las voces más positivas creen que la vieja técnica aún guarda un as debajo de la manga. ¿Cuál? Las producciones tradigitales. Acuñado por el productor de Dreamworks Jeffrey Katzenberg para referirse a películas de su estudio como Spirit o Simbad: la leyenda de los siete mares, estos proyectos aúnan la animación tradicional y la técnica 3D, por lo que resultan mucho más baratas y rápidas para los estudios. Desafortunadamente, su futuro sigue incierto a la vista de lo ocurrido con Me and My Shadow, de DreamWorks, y cuyo estreno estaba programado para mayo de 2014. La cinta, que narraba la historia de una sombra frustrada que anhela una vida más dinámica que la de pasar el día pegado al hombre más aburrido del mundo, ha sido cancelada indefinidamente. Un fuerte batacazo para los que depositaban en este híbrido la salvación de la animación tradicional.

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