Asesinos en serie: José Antonio Rodríguez Vega

José Antonio Rodríguez Vega, albañil de profesión, fue sentenciado a una pena de 432 años de prisión por los asesinatos y violaciones probados de 16 ancianas en 1991. Se habla de altos niveles de reincidencia en los agresores sexuales (más que en cualquier otro delito) y Rodríguez Vega no fue una excepción. En 1979 fue condenado a 27 años de prisión por un delito de violación y tres en grado de tentativa. Curiosamente, con el encanto de que hacía gala, fue convenciendo una por una a sus víctimas para que retirasen la denuncia, por lo que finalmente apenas cumplió una sentencia de ocho años, y fue puesto en libertad. Conocido durante esa etapa como "el violador de la moto", redujo además su condena a la mínima expresión con su trabajo en prisión, donde era considerado un preso modelo por los funcionarios (no así por el resto de reclusos que lo tildaban de "chivato"). Los agresores sexuales, en prisión, se "especializan". Se preguntan qué los llevó hasta ahí, e irremediablemente la respuesta suele ser la misma: medió denuncia de la víctima. Incapaces de inhibir sus impulsos, la reindicencia tras su vuelta a la libertad suele agravarse con delitos de sangre (una buena forma de evitar la denuncia es que no haya quien testifique). Rodríguez Vega se ajusta punto por punto a este modelo de conducta.

Rodríguez Vega, en 1979, cuando era conocido como el "violador de la moto"

Modus operandi

Rodríguez Vega tapaba la nariz y la boca de sus víctimas con una mano hasta provocarles la muerte. Realizaba pequeñas obras en casas de ancianas y hacía lo imposible por caerles bien. De agradable conversación, y con un cierto atractivo, no le resultaba difícil granjearse su confianza. Más tarde, pasaba a hacerles la visita buscando cualquier pretexto (si habían quedado contentas con la obra, si el televisor funcionaba bien...). Recibido con amabilidad, pronto colocaba sus cartas sobre la mesa: deseaba tener relaciones sexuales. Ante la negativa de sus víctimas, se desataba su cólera. Las atacaba, asfixiándolas, al tiempo que abusaba físicamente de ellas. Luego se marchaba, pero no sin antes llevarse algún "recuerdo". Una de las parafilias de Rodríguez Vega era la gerontofilia. Otra, el fetichismo sexual. La policía encontró en su casa una habitación tapizada en tela roja, y cortinas del mismo color. Una auténtica sala de trofeos: televisores, collares, despertadores, ceniceros, cadenas, llaveros, muñecas... cualquier cosa que le recordase a sus víctimas y que, al verla, le hiciese evocar el momento y provocarle excitación sexual.

Más víctimas

En un primer momento se le imputaron tres muertes. Tras el descubrimiento de su "museo", la policía expuso todos los objetos públicamente e hizo una invitación a todos los familiares de ancianas fallecidas durante el último años para que pasasen a verlos. Los parientes de 13 ancianas, cuyas muertes fueron en un primer momento diagnosticadas como "naturales", identificaron algunos de los objetos, lo que elevó a 16 el total de sus víctimas. Pero más de 300 objetos quedaron sin identificar, lo que alienta la sospecha de que en realidad fuesen bastantes más las víctimas. Rodríguez Vega únicamente admitió haber agredido a 15.

Psicópata de manual

Vicente Garrido, en su ensayo "El psicópata" describe a la perfección los rasgos de la psicopatía. En el área emocional, habla de locuacidad y encanto superficial: "Los psicópatas suelen ser locuaces, expresarse con encanto, tener respuestas vivaces y presentar historias muy improbables, pero convincentes, que les deja a ellos en buen lugar" (Rodríguez Vega convenció a sus víctimas para que retirasen la denuncia tras las agresiones sexuales en su primera etapa como violador).

Otro rasgo característico es su egocentrismo y sentido de la propia valía: "El psicópata tiene una autoestima muy elevada, un gran narcisismo, un egocentrismo descomunal y una sensación omnipresente de que todo le está permitido" (poco antes de ser ejecutado en prisión, presumía ante sus compañeros diciendo: "Me queda poco para salir y voy a cobrar una millonada por mis memorias").

La falta de remordimientos o sentimientos de culpa queda bien patente en el caso de Rodríguez Vega; Salvador Ortega definió su actitud al ser detenido como "vedettismo"; "Durante las siguientes 24 horas a su detención, confesó su relación con los crímenes de que lo acusaban. Y de seis más. Le gustaba la atención que los policías le prodigaban, le hacían sentirse importante y ponía pasión e interés a su relato".

La falta de empatía, la incapacidad emocional de colocarse en el lugar de la otra persona, es una cualidad muy característica de los psicópatas; no ven el sufrimiento ajeno, solo el deseo de que impere su voluntad.

Son mentirosos y manipuladores. Así describía ante la policía su actuación con su última víctima, de 71 años: "A ésa le gustó cómo le puse la puerta blindada. Me sacó un blanco y aceitunas. Vimos el programa del lunes. Me sacó una cerveza, me lancé sobre ella y empecé a meterla mano. Empezó a chillar. Me notaba excitado. Me lancé, nos caímos y es cuando le tapé la boca. Me asusté y la dejé con quejidos salteados...".

Su relato determina por sí mismo otros de los rasgos del psicópata. La impulsividad, un deficiente control de la conducta, falta de responsabilidad y una necesidad de excitación continuada, encajan como un guante en la personalidad de Rodríguez Vega.

El "mataviejas"

Ajusticiado en prisión

El 24 de octubre de 2002, cuando se encontraba cumpliendo condena en la cárcel de Topas (Salamanca), Rodríguez Vega fue asaltado por dos internos. E.V.G "El Zanahorio" y D.R.O, dos de los presos calificados como más peligrosos del penal, ejecutaron la "ley de la cárcel". Según el testimonio de un funcionario, le apuñalaron en la nuca, luego en la cabeza, le sacaron los ojos e incluso masa encefálica... "El Zanahorio" se detuvo un rato a afilar el "pincho" en el suelo, para sentarse después sobre la barriga de su vícitima, ya cadáver, y asestarle un total de 113 puñaladas. Según declararon los agresores posteriormente en el juicio, los propios funcionarios de la prisión les facilitaron el arma, aunque es un extremo que nunca pudo probarse. "El Zanahorio" afirmó que "había hecho un favor a la sociedad". La conducta prepotente de Rodríguez Vega en prisión, su fama de "chivato" y los delitos que le condujeron al presidio, acabaron por condenarle.

Fuentes: El psicópata (Vicente Garrido Genovés), Psicópatas Criminales (Carlos Berbell, Salvador Ortega)

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