¡Qué difícil es que el corazón cambie de opinión!

Considero muy complicado hacer que tu corazón cambie de opinión. Tanto para adelante como para atrás. Por eso mismo no me gusta que nadie se sienta forzado u obligado a cambiar dicho convencimiento que tiene dentro, solo por mi propio egoísmo o por mi propia forma de ver las cosas. O, evidentemente, por mis sentimientos. No me gustaría que absolutamente nadie pasara por esa situación de fingimiento y simulación. Pero, ¿y al contrario? ¿Y si eres tú mismo el que te ves obligado y forzado a ello?

Es algo complicado y demasiado chocante. Verte en esa situación que no se la deseas al de delante, pero que te toca tragarte tú. Te toca simular, te toca fingir, te toca cambiar de opinión a marchas forzadas. Y aunque no sea a marchas forzadas, aunque sea un proceso largo en el tiempo y con alguna duda. Pero te toca hacerlo. ¡Y madre mía qué complicado es hacerlo! No te lo puedes imaginar. Por eso mismo, a ti no te sale hacerlo. ¿Y me tiene que salir a mí? Eso parece, me fuerzas a ello. Y lo haré, porque prefiero que no pases tú por este proceso que tanto estremece el corazón. Ya lo paso yo, tranqui.

Hay que darse cuenta del daño que se puede hacer tanto si se cambia como si no se cambia de opinión, hay que saber qué puedes lograr forzando dicho cambio o forzando a que el otro haga ese cambio. Debemos tener siempre presente aquello que se deriva de permitir que solo sea el otro corazón el que cambie, dejando el tuyo tranquilamente y sin fingimientos.

Pero cuando es una obviedad tan inmensa, la solución es que ceda uno. Y suele ceder siempre el más débil y el que menos fuerza tiene. Por lo visto, no siempre cede el que menos argumentos tiene. Aunque tengas mil argumentos para mantener tu convicción, aunque consideres que sería ideal no cambiarla,... al final, si eres el más débil, sales perdiendo.

Ya no hablo de ilusiones, ni de posibles esperanzas. Eso está más que muerto ya, la ilusión se pierde con solo un detalle,  con una mera conversación o con esos abrazos vacíos. Con esas ostias que te da la vida y que cada día te convences a ti mismo que las mereces. Nada de eso. Eso hace tiempo que lo tengo claro, más que claro. Yo ahora hablo del corazón. Del corazón.

Y repito, no es tu culpa. Que te entiendo.

VAVEL Logo