Clásicos VAVEL: ‘La soga’ (1948)
Fotograma de la cinta. (Foto (sin efecto): lanochedewasabi).

A pesar de que La soga no sea una de las películas más conocidas de Hitchcock, no se puede negar la importancia de ésta dentro de su destacada filmografía. Tras su llegada a Estados Unidos y con el respaldo del todopoderoso productor Selznick, Hitchcock empieza a experimentar poco a poco en sus películas, preguntándose cuáles son los mecanismos tanto técnicos como narrativos que mejor casan con la historia que quiere contar a su público. De esta manera, se va produciendo una ruptura con el clasicismo cinematográfico para adentrarnos en lo que podríamos considerar una etapa manierista por parte del director inglés.

Sinopsis

Dos estudiantes universitarios celebran una fiesta en su apartamento de Nueva York tras haber ocultado un cadáver en el arcón sobre el que se sirve la cena. Entre los invitados se encuentra un antiguo profesor que defiende que el crimen perfecto no existe. Los dos protagonistas no opinan lo mismo e intentarán demostrar su superioridad durante toda la celebración.

La cámara como testigo

Hitchcock decidió exprimir al límite las posibilidades de la obra teatral que adaptaba. De esta manera, tomó una decisión muy arriesgada: rodar la película en un único (aunque falseado) plano secuencia, sin cortes, prácticamente en tiempo real. O al menos así es como quería que fuese. Por aquella época, las cámaras únicamente podían cargar con unos pocos metros de película, por lo que el máximo tiempo que podían estar grabando de seguido eran apenas diez minutos. Pero Hitchcock y su perspicacia hicieron que los necesarios cortes coincidiesen con un fundido a negro sobre las americanas de los personajes. De esta manera, consiguió que no se rompiese durante todo el metraje la ilusión de continuidad, igual que en una obra de teatro, casi como si estuviésemos ahí, andando entre los comensales, siendo un invitado más, un testigo omnipresente. Si a este hecho le sumamos la utilización del color por primera vez en una película de Hitchcock, el acercamiento a la realidad está más presente que nunca en su filmografía.

Homosexualidad, filosofía y nazismo

Pero toda la técnica no sería nada sin una historia detrás, sin algo que contar. Ante la apariencia de ser una película más de suspense con una técnica abrumadora, la película escondía múltiples lecturas que podían considerarse incluso provocadoras para aquellos años. 

Forma y contenido se unen de manera casi perfecta

Aunque no se muestre explícitamente, se trata de una de las primeras películas de la industria hollywoodiense que trata el tema de la homosexualidad en la gran pantalla. Hasta el mismísimo Truffaut lo da por hecho en ese libro capital del séptimo arte que es El cine según Hitchcock. Todo el mundo lo sabe, pero nadie quiere hablar sobre la relación entre Brandon y Philip en un Hollywood homófobo que prefiere mirar para otro lado.

La filosofía de Nietzsche la podemos encontrar de manera mucho más explícita. La idea de la superioridad del hombre frente al hombre, del superhombre, está presente durante todo el metraje de la cinta. Pero no nos quedamos ahí, ya que se puede tomar la filosofía del intelectual alemán y relacionarla directamente con la ideología nazi que apenas unos pocos años atrás había llevado a cabo el exterminio de más de seis millones de judíos. No en vano el hombre que yace en el fondo del arcón tiene por nombre David. En los últimos minutos de la película, en el monólogo pronunciado por el personaje que encarna James Stewart, podemos observar claramente cómo quien habla a través de su boca es el propio Nietzsche dirigiéndose a Hitler.

Así, ante un aparente ejercicio técnico del más puro suspense, Hitchcock y su equipo esconden mucho más que un cadáver encerrado en un arcón sobre el que un grupo de invitados cenan entre risas, alcohol y música de Poulenc.

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