Pompeya. Una cápsula del tiempo hacia el mundo romano
Recreación de la ciduad de Pompeya

En 1594, en una pequeña colina cerca de la ciudad de Nápoles conocida como “La Cività”, y a raíz de unos trabajos de ingeniería, aparecieron objetos antiguos de la vida cotidiana, trozos de mármol e incluso una inscripción en piedra. Sin embargo, y pese a las evidencias, las labores de ingeniería continuaron y dejaron de lado la colina de piedra pómez con todos esos extraños objetos que en ella aparecieron.

Tuvieron que pasar más de cien años para que se volviera remover la tierra de “La Cività”. En 1709 un campesino estaba cavando un pozo pero en lugar de encontrar agua lo que encontró fue una piedra de mármol que parecía incrustada en el suelo. A raíz de esto, el príncipe d’Elbeuf, oficial de caballería del Imperio austríaco decidió investigar el hallazgo y mandó construir una villa cerca del lugar, comenzando así la extracción de los objetos de “La Cività”.

A partir del Renacimiento, los europeos se aficionaron al coleccionismo de objetos de las civilizaciones clásicas, más que por la historia de éstas. La Arqueología no existía como disciplina y el único objetivo era hacerse con cuantos más objetos mejor. Por eso, este proceso de extracción de objetos en “La cività” eliminó para siempre una gran cantidad de información que hubiera servido para radiografiar más profundamente a la sociedad que habitó en aquella zona.

La excavación de Venuti

En 1735, Carlos III, futuro rey de España, acababa de proclamarse rey de las Dos Sicilias, heredando así el Reino de Nápoles. Con el afán fetichista por los objetos antiguos que imperaba en la época, ordenó una excavación más intensiva cerca de “La cività” con el fin de aumentar su colección. Para ello, contrató a su anticuario particular, Marcello Venuti, con gran conocimiento en cultura clásica, quien pasó a dirigir el trabajo de extracción. Apareció una inscripción epigráfica que decía “Herculanenses” que se refería al nombre de la ciudad; y casualmente, Venuti conocía la antigua ciudad por referencia de fuentes clásicas, las cuales contaban que había sido destruida por la erupción de un inmenso volcán en el año 79 d. C.

Fuente: Telegraph

Fuente: Telegraph.co.uk

Al cabo de algunos años, Carlos III ordenó excavar en la colina donde Fontana había hecho un túnel, “La Cività”. En esta ocasión un arquitecto suizo, Karl Weber ayudó en la excavación que pasó a ser más específica, documentando cada acción que se llevaba a cabo. Este método de trabajo implantado por Weber es para muchos el inicio de la arqueología moderna. Quizá su formación como arquitecto le empujaba a interesarse más por los restos de los edificios que por los objetos. Y en 1763 se descubrió una inscripción que demostraba que bajo la colina se encontraba la ciudad perdida de Pompeya. Era conocida la historia de la ciudad que el 24 de agosto del 79 d. C. fue engullida por las cenizas del Vesubio.

Toda Europa se hizo eco del fantástico descubrimiento, y la ciudad de Pompeya se popularizó como destino turístico y como inspiración para la arquitectura de la época. La erupción del volcán paró el tiempo durante 2000 años en una ciudad de 20.000 habitantes. Ello permitió que se conservaran en muy buen estado los edificios y objetos de la vida cotidiana de esta gran urbe romana.

En 1860, Giuseppe Fiorelli notó durante sus excavaciones bajo tierra extrañas formas de la piedra pómez que ocupaba las calles y las casas. Lo que hizo fue llenar esas formas de yeso antes de excavarlas, con lo que consiguió las figuras de los cuerpos de aquellas personas que perecieron a causa de las cenizas y el calor. Las escenas que se lograron reflejaban la gran desesperación de esas personas en el momento en el que les vino la muerte.

Con estos descubrimientos el estudio del pasado adquirió una nueva dimensión. Los edificios y objetos de la vida cotidiana podían desenterrar del pasado la Historia de las antiguas civilizaciones. Por esto, se puede considerar Pompeya y Herculano como el nacimiento de la disciplina. Desde entonces, la ciudad de Pompeya ha sido y es considerada uno de los más importantes yacimientos arqueológicos del mundo por su gran estado de conservación y la información que aporta al estudio de la civilización romana. Pese a su inmensa importancia histórica para la humanidad, en los últimos años está sufriendo un deterioro inadmisible con la connivencia de las instituciones políticas que se ven incapaces de resolver problemas burocráticos para salvar esta joya del mundo.

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