Las mascaradas en la Corte de Carlos I 
Carlos I de Inglaterra y Escocia. Retrato de Van Dyck. Royal Academy.

En la Edad Moderna arte y poder iban siempre de la mano y, por lo tanto, toda fiesta, incluidos los más nimios detalles de la misma, tenía un profundo y claro significado político. Uno de los tipos de fiesta de la Edad Moderna fueron las mascaradas, las cuales se originaron ya en la Edad Media. Durante la Edad Moderna evolucionaron y su significado y expresión cambió. Las mascaradas modernas más importantes son las que se celebraban en la corte del monarca inglés Carlos I (1625-1649).

El contexto histórico nos proporciona muchos detalles que ayudan a comprender el significado político tan importante que tenían las mascaradas. En primer lugar, hemos de tener en cuenta que la monarquía inglesa no era absoluta. En la Inglaterra de los siglos XVI-XVII existían instituciones de origen medieval, como el Parlamento y la “common law” (tradición jurídica acumulada), que servían de freno al poder real. Pero esto, obviamente, no impidió que Carlos I tratase de consolidarse como rey absoluto, en consonancia con lo que ocurría en la mayor parte de Europa. Y una de las formas de las que se sirvió fueron las mascaradas, creadas para él y para la corte por Iñigo Jones y Ben Jonson.

Las mascaradas servían, en primer lugar, para ensalzar al rey y resaltar la magnificencia real. Y, en segundo lugar, eran utilizadas para presentar las supuestas virtudes de un gobierno absoluto. Como hemos mencionado, la realidad inglesa no se correspondía con lo representado, pues Carlos I nunca logró consolidar un poder absoluto. En las mascaradas, el poder absoluto del rey se justificaba en base a la teoría del derecho divino de los reyes, según la cual el monarca era el enviado y/o la representación de dios en la tierra. En consecuencia, se entendía que lo natural era obedecerle. También resultaba fundamental la inspiración en las ideas platónicas y neoplatónicas.

La Edad Moderna se caracterizó por la recuperación los clásicos. La obra platónica fue objeto de gran interés, especialmente todo lo relativo a la vida eterna del alma y al mundo de las ideas. Según la teoría de las ideas existen dos realidades: una, la inteligible, es eterna y es el modelo a la que la otra realidad, la sensible, intenta parecerse. La realidad sensible es cambiante y no es más que una copia imperfecta de la realidad inteligible. Un pensador moderno, Marsilio Ficino, desarrolló una teoría basada en las ideas de Platón y en las obras de filósofos neoplatónicos. Ficino se hizo sobre todo famoso con sus ideas sobre el amor platónico que, a través de Castiglione, penetraron con fuerza en el mundo cortesano. Ficino consideraba el amor como una fuerza cósmica que hacía girar a los planetas, garantizaba el buen funcionamiento de la monarquía…

En las mascaradas no solo eran importantes los trajes y las máscaras, sino también la decoración, los diálogos… Las mascaradas eran representaciones compuestas, donde cada detalle, por pequeño que fuera, tenía un importante y claro significado. Pero, en consonancia con las teorías platónicas de las ideas, las imágenes escénicas – es decir, los decorados - eran especialmente relevantes. Se creía que la mejor forma de transmitir una verdad era a través de imágenes. Los espectadores sabían interpretar esos códigos e imágenes, que siempre, como hemos mencionado, tenían un significado político.

Por ejemplo, había una serie de imágenes que transmitían siempre el mismo significado: una tempestad o una tormenta significaban desorden, un jardín con flores o un cielo estrellado transmitían orden y armonía… Las mascaradas solían comenzar con una situación de desorden que daba paso a una imagen ordenada y armoniosa. El monarca, representado como un dios o un héroe, era presentado como génesis de esa armonía. También los palacios se levantaban en el centro de las ciudades, para reforzar esa metáfora del príncipe como origen del orden y garante la paz.

En los años 50 del siglo XVI se popularizaron en Inglaterra los decorados en perspectiva. La razón es que esta técnica permitía colocar al monarca en el centro de la mascarada, lo que transmitía el mensaje de que el rey era fuente de gracia preminencial. El rey era considerado el pater familias del reino y, por lo tanto, debía estar siempre colocado o representado en el centro de la escena. Los escenarios en perspectiva también permitían mostrar claramente la preferencia u orden jerárquico de la corte. El orden dependía del nombre u oficio que desempeñara la persona. Cuanto mayor cercanía al rey, más relevancia tendría ese individuo.

El monarca era siempre presentado como un individuo lleno de virtudes. Cuando nació la sociedad cortesana, la obra de Aristóteles adquirió especial interés, pues las cualidades o virtudes desarrolladas por Aristóteles en la Antigüedad eran aristocráticas. El monarca de la Edad Moderna se presentaba como el mejor ejemplo de hombre virtuoso. En consecuencia, todos los súbditos debían emularle; al monarca correspondía guiar y gobernar al resto. Una de las formas de mostrar esta idea en las mascaradas era a través de la luz y el movimiento (por ejemplo, el movimiento de los planetas, en directa relación con las ideas de Ficino).

Otra metáfora recurrente era la identificación de la reina Enriqueta María (esposa de Carlos I) con la diosa Venus y la presentación de Carlos I y Enriqueta María como Júpiter y Juno. Enriqueta María y Venus eran presentadas como diosas del amor. Recordemos que el amor era considerado una fuerza que permitía el buen funcionamiento de la monarquía y, por extensión, del conjunto del reino. El amor era poder, y el poder era amor. Por su parte, la identificación de los monarcas con Júpiter y Juno pretendía transmitir la idea de que Carlos I y Enriqueta María eran el reflejo sensible del gobierno inteligible (un gobierno inteligible absoluto, por supuesto).

Una última imagen a destacar es la de mares y puertos. El dominio naval de Inglaterra era representado con tales imágenes, así como con la identificación de Carlos I con el dios romano Neptuno. También se representaba al monarca avanzando o flotando sobre las olas, en alegoría con el nacimiento de Venus (y así también se profundizaba en la importancia del amor). Otras imágenes frecuentemente utilizadas eran las nubes (representaban las virtudes del mundo de las ideas), el infierno (caos, maldad, desorden…), los palacios (monarquía, orden…), etc.

Fuentes:

-HORTAL MUÑOZ, J. E. y VERSTEEGEN, G. Las ideas políticas y sociales en la Edad Moderna. Madrid, Síntesis, 2016.

-STRONG, R.: Arte y poder: fiestas del Renacimiento (1450-1650). De Juan, M. (trad.), Madrid, Alianza Editorial, 1988.

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