Mula: el remate final de Clint Eastwood 
Escena de Mula | Foto: Facebook de la película Mula 

Los mejores éxitos del director son aquellos en los que Eastwood se dirige a sí mismo. La forma en la que los temas más crudos que asolan el tejido social actual salen a la luz en los filmes del legendario director es lo que hace que sean tan únicos. "Million Dollar Baby" fue extraordinariamente triunfante y, tras ella, "Gran Torino" se posicionó en la cumbre de la obra de Eastwood. El gruñón Frankie Dunn y el sarcástico Walt Kovalski han marcado esta carrera cinematográfica de actor y director a la vez. Parece ser que Clint no se conformó con acabar alabado con su "Gran Torino" hace diez años, sino que ha querido culminar su legado con una película más en la que actuación y dirección se unen en su persona.

“Mula” gira entorno a la figura de Earl Stone (interpretado por Clint Eastwood). Es un octogenario que ha dedicado su vida al cuidado intensivo de las flores y plantas, descuidando la relación con su familia. Trabajo y familia se vuelven a unir de nuevo en un argumento cinematográfico, nada de extrañar. Ahora, con la llegada de internet, el negocio de venta de flores de Earl se arruina y el protagonista queda desahuciado justo en el momento en que se iba a hacer cargo de los gastos de la boda de su nieta. Casualmente, a Earl le ofrecen un trabajo en el que simplemente debe conducir su furgoneta de un lugar a otro. Sin saberlo, el anciano se convertirá en camello de un cártel mexicano y pasará a ser buscado por el agente de la DEA Colin Bates (interpretado por Bradley Cooper).

Sobre la inspiración de Eastwood para la trama hay una hay una amplia profusión de teorías. Hay quienes asimilan al viejo Earl con Leo Sharp, un hombre que plantaba flores para Bush padre y acabó trabajando para el cártel de Sinaloa. Otros creen que se trata de un espejo a través del cual el director refleja su propia relación con su familia y su oficio.

Los elementos típicos de sus películas asoman de nuevo en la pantalla: la soledad y el arrepentimiento. Y ambos pueden sentirse desde las butacas en la escena que el actor comparte con Dianne Wiest. La emoción transita cada recodo de la sala para meterse en lo más profundo del espectador. Lamentablemente, esta sensación es pasajera, pues el final del filme queda abruptamente roto rítmicamente.

La película queda coja en el lado policial. Eastwood contaba con un Bradley Cooper que, desde “A Star is Born”, está arrasando Hollywood. Aun así, no consiguió desarrollar el personaje todo lo debido pudiendo haber profundizado algo más en su historia o en sus acciones. La algidez del filme se debe al guion de Nick Schenk, que facilita mucho la interpretación de Clint Eastwood de su personaje. No todo son oscuros en una obra que, finalmente, se puede catalogar como entretenida y con un mensaje trascendente.

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