Hasta siempre, capitán
Juan Carlos Aragón Becerra. Fuente: Joaquín Hernández 'Kiki'.

Se fue alguien muy importante. Un semidiós, un profeta que dedicaba la palabra 'menos bonita' del carnaval, el alumno malo que criticaba al profesor sin esconderse ni bajar la voz, el hombre que mostraba las entrañas más puras de su ciudad y de su carnaval. El de Cádiz y el de la calle. El de la tacita de plata (más de plata que tacita), y el del pueblo. El de la caleta y el de los gaditanos. El único que hacía una crítica utilizando, para ello, el mismo elemento que tanto quiere. Se fue Juan Carlos Aragón y el carnaval llora, el rebaño se queda sin su oveja negra. Cómo la echarán de menos las demás. Incluso el pastor, que siempre le decía que fuera como las otras, siente su pérdida, porque ahora, todas las ovejas serán negras, como fue su compañera.

Una pena que sea ahora cuando todos le valoren, qué pena que algunos admitan ahora, cuando no está, que era de los mejores. Menos mal que eso no le importaba, que su felicidad era ver a la gente entrar en Cádiz y, al igual que en una mezquita, respetar, vivir y sentir el carnaval. Qué pena que no esté, pero qué alivio a la vez, pues no enseñará otra vez, que es 'Inmortal'.

Menos mal que se convirtió en 'Contrabandista' aquel 1983 e hizo vibrar, por primera vez, el Gran Teatro Falla con su música. Queda de consuelo el volver a escuchar miles de veces el 'Oh yeah' de aquellos hippies que nunca quedará en el 'ayer' y será recordada como una de las mejores chirigotas de la historia. Porque también era guasón, 'Condenao'.

Cómo le gustaba atizar a diestro y siniestro, tanto a si mismo, como a otros autores e incluso a los 'Mafiosos' y tiranos que se quieren apoderar de lo que no es suyo. Y es que su música le llegaba a todos, desde gaditanos a 'Americanos' y de estos a uruguayos, con su 'Araka la kana', escribiendo del carajo, 'pisha', como un 'Ángel caído del cielo', que viene a marcar la diferencia.

Fue capaz de pedirle la mano a su amada, y no a su padre, ya que la mano no era suya, porque era el más 'Golfo de Cádiz', y todo lo contrario a un 'Paria', porque ha estado siempre entre los grandes.

Disfrutó de miles de 'Noches de Bohemia' en la oscuridad y las entrañas de su caleta, y fue 'Príncipe' de este reino, aunque nunca quiso rey. Se marchó a Italia, 'Sereníssimo' por el camino, y levantó al teatro cuando cantó en gaditano. Protestó, se fue fuera del Falla, pero no del carnaval, y sacó a 'Los Ladrones' a pasear por toda España, alejándolos del teatro.

Al volver, cambió por completo. Pisar de nuevo su casa, le hizo 'Millonario', y encontró, por fin, el amor de su vida que afirmaba no encontraría nunca. 'Peregrinó' hacia Cuba, al ritmo de la 'Guayabera', y se hizo ‘Mafioso’retando a Su Majestad y descubriendo que el amor de una madre es grande, tanto, que hasta el mismo Dios necesita de él para nacer.

Le llevaron preso y el mundo gritaba, "pobre 'Condenao'", que lo prenden por enseñar que el mejor amigo es el padre. Se escapó de la prisión de los mentirosos y volvió para irse de nuevo. Tal y como siempre ha sido: revolucionario y cantándole a 'Cai'. 'Er Chele Vara' vuelve y de una forma 'Gaditaníssima'.

Y después de tantos trotes, tantas batallitas con su banda, decidió promulgar un armisticio. Un hasta luego que será válido, al menos, hasta que otro pequeño rebelde nazca y se asiente en este mundo. Qué ironía: decía que el carnaval era su vida, pero no se pensaba que fuera tan en serio. Dijo hasta luego, y se fue de verdad. No se sabe si le llevaron 'los duendes coloraos', se fue tras un 'lucero', le devoró un 'carníval', o simplemente, su tiempo se acabó.

Qué bonito sería que su hijo, el hijo del capitán, también saliera coplero. Desde luego, tendrá miles de carnavaleros que le recordarán, cada día, la gran persona que tenía como padre.

Creyó en el espíritu libre y santo, en los compases celestiales, en la comunión de la gente cantando, en el perdón de los pecados inmorales. En la resurrección de las caras pintadas de blanco… Y creyó, ante todo, en la vida eterna de los carnavales.

Descanse en paz, capitán, y que su veneno sea la sangre que corra por nuestras venas. Viva el carnaval.

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