Miradas que no ven
Fuente: Youtube

Les gusta mucho decir a los, últimamente muy proliferantes, "intensitos" que "lo esencial es invisible a los ojos"; sin embargo, al fin y al cabo, todo radica en la intención de la persona y no en algo ajeno al que achacar los fallos propios. Lo esencial es visible y palpable, pero no fácil, y, por ello, requiere el interés del individuo por conocerlo. El cine es una cuestión de miradas, de qué enseñan, de qué se ve, y, sobre todo, de qué se está dispuesto a ver. Cada película es una nueva oportunidad para conocer, una puerta a lo desconocido, ¿se está dispuestos a cruzarla?

Algunos se llenan la boca hablando de arte, de lo que es y lo que no es arte, de lo que merece serlo y lo que no, sin embargo, cegados por el elitismo y la falsa creencia de conocimiento, se olvidan de que el arte como concepto aislado no es absolutamente nada, no tiene significado. Sin su contexto, el arte se diluye en el tiempo como lágrimas en la lluvia, se queda sin razón de ser y sin motivo alguno para transmitir nada.

Hacer arte es comunicar. Las películas, como cualquier otra pieza artística, son intermediarias en un proceso de transmisión que se denominará del tipo "alma-alma". El creador se abre en canal delante para que los espectadores se lleven lo que quieran. Lo esencial no es lo que se coge o lo que se deja atrás, sino el simple acto de entrar en la mente de otra persona y poder ver la esperpéntica visión de la realidad que esta acoge, con sus luces y sus sombras, con sus fallos y sus aciertos... ¿A quién le importa lo que le hizo el hombre de seis dedos en una mano al padre de Íñigo Montoya? Lo que interesa es esa pasión en la mirada con la que el espadachín reta a su mayor enemigo; eso es comunicación, eso es arte, el resto es solamente atrezo, trampantojo que desvía y cautiva la mirada, pero no el interior.

En este enfrentamiento entre dos almas unidas por la pieza artística como medio de expresión y transmisión, importa todo y a la vez nada. En el cine no hay máximas universales, lo que para unos son nimiedades, para otros son mundos completos. Lo que a algunos les hace llorar de dolor, a otros les hace llorar de risa: esta la esencialidad del arte. El cine no dejará de existir cuando los cineastas dejen de hacer películas, sino cuando no haya nadie dispuesto, o, peor aún, capaz, de abrirse a él.

Cine es reírse viendo los sesos de Marvin esparcidos por el asiento trasero del coche de Jules. Cine es llorar a moco tendido viendo cómo Donna reprocha a Sam todo lo que le hizo en el pasado. Cine es que invada el miedo viendo cómo Torrance le pide el bate a su mujer mientras que su mirada se pierde en la locura. En definitiva, en esencia, el cine es una pequeña rendija en la pared, un minúsculo reducto donde tiempo, espacio, realidad y emociones, se diluyen y entremezclan para crear un cóctel no apto para cualquier persona. Tener el valor de entregar, o no, la mirada, ya es decisión de cada uno.

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