El motociclismo italiano viene pisando fuerte en las categorías pequeñas. Pilotos como Fenati o Bastianini son ya pilotos consagrados dentro de la categoría pequeña y son máximos favoritos a hacerse con el título. Estos dos son los que más cartel tienen en el campeonato, pero no por ello son más importante que un talento descomunal como Niccolò Antonelli.

Caídas, caídas y más caídas

El joven piloto de Cattólica era protagonista prácticamente en cada Gran Premio desde que debutó en 2012. Y no precisamente por sus actuaciones. Antonelli era un piloto abonado a las caídas. Parecía imposible que cerrara un fin de semana sin besar el asfalto del circuito. Fuera entrenamientos libres, cronometrados o carrera. En alguna sesión siempre iba al suelo.

En sus primeras tres temporadas, verle en el suelo era una costumbre | Foto: Getty Images.
En sus primeras tres temporadas, verle en el suelo era una costumbre | Foto: Getty Images.

En las tres temporadas previas a la pasada, Antonelli se retiró, nada más y nada menos, que hasta en 17 ocasiones en 52 carreras disputadas. En uno de cada tres Grandes Premios era incapaz de ver la bandera a cuadros. Unos números que le impidieron aspirar a cualquier tipo de cotas en sus primeros tres años en el campeonato. Pero lo peor no era no poder pelear por victorias, podios o incluso el top 5. La parte negativa era la confianza. Con tantas caídas, Antonelli era incapaz de tener confianza en ni en sí mismo ni en la moto.

Llegó el curso 2016 y todo parecía sin cambios. En las primeras cuatro pruebas, el octavo lugar de Qatar fue su mejor resultado y volvió a abandonar tanto en Argentina como en Jerez. Pero llegó Le Mans y se vio metido en la pelea. Se batió de tú a tú con los mejores pilotos de la categoría para acabar quinto en Francia. Tras ese buen resultado, hizo un primer click en la cabeza y en las siguientes seis pruebas volvió a pelear en la zona noble y logró terminar dentro del top 10.

Brno lo cambió todo

Antonelli estaba firmando los mejores resultados de su vida. Había encontrado la regularidad por primera vez en su carrera, pero necesitaba otro click para ser un piloto puntero. Ese nuevo cambio llegó en un trazado mítico como el de Brno. El sábado se hizo con su segunda pole y el domingo se consagró como piloto. Peleó con los Kent, Oliveira, Bastianini o Fenati en el grupo de cabeza. Los dominó e hizo una última vuelta comandando el grupo. Repelió todos los ataques y cruzó la línea de meta en el primero.

En Brno nació una nueva estrella | Foto: Ongetta-Rivacold.
En Brno nació una nueva estrella | Foto: Ongetta-Rivacold.

Antonelli logró la primera victoria y el primer podio de su carrera deportiva y demostró que era un piloto rapidísimo. A partir de ahí fue todo rodado. Subió de nuevo al cajón en Silverstone y en Misano, aunque el plato fuerte estaba aún por llegar. En Motegi dio un auténtico recital bajo la lluvia y se hizo con su segundo triunfo. El Antonelli irregular, sin confianza y que siempre se caía desapareció para dejar paso a un piloto rápido y con un gran talento.

La segunda parte de temporada de Antonelli fue sensacional. El de Cattolica cogió el testigo de su compatriota y vecino, el malogrado Marco Simoncelli, como nuevo ídolo del motociclismo italiano. Fue capaz de acabar el año entre los cinco primeros y, lo más importante, demostrarse a sí mismo que no está por debajo del resto. El talento ya lo poseía, ahora también cuenta con confianza. En las quinielas sigue por debajo de otro pilotos, pero la metamorfosis de Antonelli le permitirá ser un serio candidato a pelear por la corona de la categoría pequeña. 

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Sobre el autor
David García Martín
Los buenos siempre ganan