Corren días especiales para Jorge Lorenzo. Pese a que firmó con Ducati hace nueve meses, el pasado mes de abril, por términos de contratos -el suyo con Yamaha vencía el 31 de diciembre-, no ha podido sentirse como tal hasta hace un par de semanas. Desde entonces, las visitas a la fábrica han sido una constante en Lorenzo, piloto trabajador donde los haya. El pasado viernes, en la presentación oficial del equipo, Jorge hizo una pequeña valoración de lo que han sido estos primeros días como piloto de la marca de Borgo Panigale.

El primer 'shock', en palabras del tricampeón del mundo de MotoGP, llegó el 15 de noviembre de 2016, cuando se subió por primera vez a la Ducati: "Fue algo especial. Después de nueve años trabajando con las mismas personas, fue extraño ver algo diferente: nuevos colores, nuevas personas, nuevas formas de trabajo", explica el mallorquín, que añade que existen "diferencias con la Yamaha en muchos términos: desde el manillar hasta el sonido del motor, que responde de forma muy distinta al de la M1".

Lorenzo, contento con la moto que se ha encontrado

Pese a lo que muchos advertían de los 'peligros' de la Ducati y de su poca estabilidad, Lorenzo ve todo lo contrario tras probarla en Valencia: "Es una moto muy completa, es dócil, va muy bien en las curvas rápidas y es veloz en las rectas. Tiene un alto potencial para ser una moto competitiva en cualquier circuito del mundo", comenta el flamante fichaje de la marca, que, no obstante, también asume aspectos negativos con respecto a la Yamaha: "Vas algo más alto en el sillín y te tienes que acostumbrar y el ángulo de giro es menor".

En cuanto a los objetivos, Lorenzo se mantiene cauto y llama a la calma a la hora de lanzar las campanas al vuelo: "Sería un error quedarse estancados en el resultadismo. No podemos obsesionarnos con ser campeones del mundo. No debemos caer en eso porque, en caso de no conseguirlo, creas una desilusión en la gente", señala Lorenzo, que marca como objetivo "mejorar cada día un 1%, pues sólo de esta forma conseguiremos ser mejores que los demás e, indirectamente, nos llevaría a ser campeones del mundo".

Además, el español confiesa que ha cambiado de lugar de residencia para estar más cerca de la fábrica: "Ahora vivo en Lugano y voy frecuentemente a Bolonia para visitar a los ingenieros. Me gusta hablar con ellos, saber cómo están y demás. Es un ambiente fantástico. En la fábrica, cada trabajador es un apasionado de las motos. Es el sueño de sus vidas y viven casi exclusivamente para esto", admite un contento Lorenzo.